jueves, 19 de noviembre de 2015

¿Por donde comienzo?

«¿Por dónde comienzo?» es probablemente la pregunta más frecuente que se hacen las personas que deciden empezar a leer la Biblia.
Recuerdo mis primeros intentos cuando era joven. Comencé por el principio, pero no llegué muy lejos. A la altura de Levítico —un libro atestado de leyes antiguas— había perdido todo interés.
Más tarde, cuando empecé a cultivar una relación personal con Jesús, descubrí que estaba en mejor situación para entender lo que leía. Pablo dice: «El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente»1. Una vez que uno conoce personalmente al autor, el libro resulta más interesante.
Disfruto leyendo con frecuencia los Salmos. Muchos de ellos son auténticas oraciones que pueden ayudarnos a expresar nuestras propias peticiones. A veces comienzan con clamores angustiados y desesperados, pero normalmente terminan con gratitud y alabanza. Hay 150 salmos. Si se leen 5 al día, en un mes se han leído todos. En el libro de los Proverbios hay 31 capítulos, lo cual es estupendo para leer uno al día durante un mes.
Siempre es grato y fácil leer los Evangelios. Yo los releo varias veces al año y encuentro que son lo mejor que hay para cultivar una estrecha relación con el Señor y mantenerme en el buen camino.
Otro consejo que viene a cuento es pedirle a Dios que te ayude a entender lo que lees y qué quiere que aprendas de ello. Yo suelo invocar el versículo «Abre mis ojos, y miraré las maravillas de Tu ley»2. Cuando me topo con un pasaje que no entiendo, lo estudio más a fondo o lo dejo sobre elestante de la fe para otro momento.
Leer la Biblia nunca es un ejercicio inútil. Es alimento para el alma y nos da fuerzas para librar las batallas de la vida.

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