Gabriel García Valdivieso
¿Te preocupa lo que te pueda deparar el futuro? ¿Te asalta un sentimiento de zozobra cuando te imaginas lo que puede acontecer a los tuyos? ¿Has llegado incluso a pensar últimamente que tu mundo se venía abajo? ¿Te sientes impotente, indefenso, aislado, solo o deprimido?
Pues no eres el único. Desgraciadamente, en todas partes cuecen habas. El Evangelio explica que, poco después de la muerte de Cristo, Sus discípulos sintieron esa misma incertidumbre y esas mismas aprensiones. Para ellos todo se resolvió cuando comprendieron que el Maestro seguía a su lado y que podían seguir contando con Él tal como lo habían hecho hasta entonces. Les tomó un tiempo hacerse cargo de ello; pero ver a Cristo resucitado puso todo en su justa dimensión y les confirmó que Él tenía poder de sobra para proporcionarles lo que les hiciera falta.
Lo mismo se aplica a nosotros hoy en día. El Maestro no nos prometió que la vida entera sería miel sobre hojuelas ni que nunca tendríamos dificultades y oposición. Pero sí nos aseguró que no nos dejaría nunca y que nos amaría eternamente. Puede que el camino no sea fácil, pero no viajamos solos.
Si no nos dejamos abatir por las pruebas y vicisitudes, y más bien las aprovechamos para afianzar nuestra conexión con Aquel que nos puede infundir esperanza, gozo y paz, lograremos superar nuestras dificultades y saldremos fortalecidos de cada crisis, tal y como les sucedió a los discípulos de Cristo.
Tomado de La Familia Internacional
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