Antes de empezar, póngase un delantal de tela bien resiliente, como los que usaban las abuelas, para no mancharse con gotas de amargura y de sinsabores. En un receptáculo de cerámica dura, a prueba de golpes y fuegos desanimantes, mezcle:
– Dos cucharadas rebosantes de gratitud
– Una cucharada y media de contentamiento
– Un abundante chorrito de generosidad
– Tres gotas de jarabe concentrado de optimismo
– Una rodaja de sonrisa bien radiante
– Un granito de fe
– Una copita de elíxir Aleluya
Salpimentar con una dosis magnánima de buen humor.
Revolver todo con entusiasmo y servir en una mesa bien amplia y
jovial donde quepan todos sus seres queridos.
Gabriel García V.
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