EL INDULTO
Sin arrepentimiento, no puede haber misericordia. Hace algunos años, un
asesino fue condenado a muerte. El hermano del asesino, al cual el
estado estaba profundamente agradecido por los servicios prestados
anteriormente, imploró al gobernador del estado que indultara a su
hermano. Se concedió el perdón y el hombre fue a visitar a su hermano
llevando en el bolsillo la orden de indulto.
—¿Qué harías —le preguntó— si te indultaran?
—Lo primero que haría —respondió— sería buscar al juez que me condenó y
matarlo. Y después buscaría al testigo principal y lo mataría también.
Poniéndose en pie, el hermano se fue de la cárcel llevando el indulto en
el bolsillo.
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