jueves, 28 de septiembre de 2017

Consultar con Dios

Consultar con Dios

María Fontaine

[Seeking God’s Answers]
«Tú diste alegría a mi corazón.»  Salmo 4:7
Fuimos creados para deleitarnos en el Señor, y también nos deleitamos los unos en los otros y en Sus creaciones. Su Palabra dice: «Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque Tú creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas»[1]. ¿No es eso hermoso? El Señor nos creó por Su voluntad, porque le plació. Fue un placer para Él. Si nos creó porque le plació, para Su deleite, eso significa que cuando gozamos de Él y estamos agradecidos por Su creación y por la vida que nos ha dado, eso es fuente de placer para Él.
A continuación hay una hermosa canción sobre la búsqueda de Su presencia para que sea como el amanecer y una gloria dentro de nosotros:
Amo al Señor de mañana.
Está el día en su esplendor.
Siento entonces Su presencia
que me inunda como el sol.
Todo el día me acompaña.
Siempre a mi lado está.
Navegamos suavemente
por un mar en tempestad,
por un mar en tempestad.
Veo barcos en peligro.
A otros veo sucumbir.
Mas los vientos que los baten
traen sosiego para mí.
Aún recuerdo travesías
que no quiero repetir.
Sin contar con Su presencia
hacia el ancho mar partí.
Esas duras experiencias
me han hecho comprender
que si lo amo en la mañana
todo el día lo tendré.
Ralph Spaulding Cushman
Te alabamos, Señor, y glorificamos Tu nombre. Te amamos, Jesús. Sin Ti no somos nada, Señor. Como dijiste, todo lo que tenemos nos lo has dado Tú. Sin Ti no tenemos nada, ¡y lo que tenemos te lo devolvemos en forma de alabanza y gloria por lo mucho que has hecho por nosotros!
Te damos gracias por hablarnos. Gracias por estas hermosas canciones que podemos invocar al hablarte y alabarte. Gracias por Tu maravillosa Palabra. Sin lugar a dudas, «lámpara es a nuestros pies Tu Palabra, y lumbrera a nuestro camino»[2]. La Palabra es nuestra vida, Señor. ¡No podemos vivir sin ella!
Muchas veces, subconscientemente pensamos que el Señor quiere que nos esforcemos mucho para obtener las respuestas a nuestras preguntas o desafíos que se nos presentan. Sin embargo, nos ha dicho que debemos pedir para recibir, y buscar para hallar[3]. Quiere que pidamos. Desea darnos las respuestas que necesitamos porque nos ama.
Cada vez que acudimos a Él con poca convicción diciendo: «Señor, yo no sé. A lo mejor no debiéramos preguntarte acerca de esto porque no tiene tanta importancia», el Señor nos repite con suma paciencia y dulzura: «Pregúntenme sin miedo. Yo quiero que me pregunten. Quiero que acudan a Mí con fe. Quiero que me pidan lo que necesiten. Me deleito en sus peticiones.» Él no se cansa de repetírnoslo mientras nosotros avanzamos un poquitito más a rastras sobre el hielo y decimos: «A ver, Señor. ¿De verdad quieres hablarnos?» Por su parte, Él nos repite: «Pídanme y recibirán. Quiero responderles. Me complace hablarles.»
Quiere que comencemos ahora mismo el ciclo, cuyas fases son: preguntarle, buscar Sus respuestas, alabarlo por dichas respuestas y volver a preguntarle. Es extraordinario el amor que nos tiene y el magnífico plan que ha trazado para nosotros. ¿No les parece? El Señor ha prometido darnos las respuestas que necesitamos porque nos ama, y también se vale de ello para rebajarnos un poco el orgullo y ayudarnos a acercarnos más a Él a medida que lo reconocemos en todos nuestros caminos para que Él haga derechas nuestras veredas[4].
Al buscar las respuestas del Señor, primero que nada debemos guiarnos por los principios de la Palabra escrita. Desde luego que no hace falta que le preguntemos sobre principios que ya están claramente escritos en Su Palabra. Por ejemplo, si debemos testificar o no, o vivir una vida íntegra y honesta, etc. Hay, sin embargo, ciertas situaciones que no figuran en la Palabra y sobre las cuales necesitamos indicaciones concretas. A veces no nos basta con los principios, y no sabemos qué hacer. Basándonos en los principios fundamentales podemos conjeturar y llegar a conclusiones bastante acertadas. No obstante, ¿por qué hemos de tomar decisiones sin buscar la guía del Señor o sin pedirle que nos hable con Su voz apacible?
Para la mayoría de las decisiones cotidianas, si procedemos con oración, el Señor nos indicará qué hacer mediante Su Palabra y la sabiduría que nos infunde, o bien mediante circunstancias y condiciones, o las otras maneras de averiguar la voluntad de Dios. La mayoría de las decisiones cotidianas las tomaremos basándonos en la sabiduría y los pensamientos que el Señor nos da cuando oramos, y consultando a otras personas, así como tomando en cuenta en oración los principios de la Palabra escrita. Pero es posible que nos haga falta escuchar lo que nos diga el Señor en profecía cuando no está claro cuál es la decisión correcta, cuando no sabemos a ciencia cierta qué hacer, en particular cuando se trata de cosas que quedan fuera del ámbito de las actividades que habitualmente tenemos programadas.
El estupendo y maravilloso don de profecía es una línea directa de comunicación con el cielo, con el gran Creador del universo, Aquel que tiene pleno conocimiento del presente y del futuro, y que nos ha dicho que pidamos y recibiremos, que busquemos porque hallaremos. Tenemos el privilegio de poder pedir respuestas y averiguar la voluntad de Dios, mediante los medios que nos ha dado para conocer la voluntad de Dios, que incluye cuando nos habla en profecía.
«Persigue el amor, y anhela con fervor los dones espirituales, en especial que debas profetizar. Porque todos pueden profetizar... para que todos aprendan y todos se animen.»  1 Corintios 14:1, 31[5]
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