viernes, 29 de septiembre de 2017

El precio que tuvo que pagar

Nuestra gratitud se ve profundizada cuando recordamos el precio que otros pagaron por ayudar a obtener nuestra libertad. En los Estados Unidos, una de esas personas fue Richard Stockton.
Stockton fue uno de los que firmaron la Declaración de Independencia. Era un prominente abogado y un rico terrateniente. Debido a que apoyó los esfuerzos de la guerra, él y su familia fueron echados de su hogar. Su casa fue saqueada e incendiada. Stockton pasó varios años en prisión y fue sujeto a maltratos hasta el punto de que su salud se quebrantó. Murió como un mendigo a la edad de 51 años. Y, sin embargo, muy pocos norteamericanos recuerdan a este héroe quien pagó un precio tan alto por la causa de la libertad. Su sacrificio se ha olvidado casi por completo.
Lo que es aún más importante, ¿acaso nos hemos familiarizado tanto con el Evangelio que no logramos apreciar lo que al Salvador le costó nuestra salvación? Nos regocijamos en la libertad espiritual que disfrutamos por la fe en la muerte de Jesús, la cual anuló nuestro pecado, pero, ¿nos damos cuenta, al menos en un grado pequeño, del preció que Él pagó?.
¿Le estamos verdaderamente agradecidos a Jesús por todo lo que sacrificó para darnos la libertad espiritual? Si es así, hemos de «estar… firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres» (Gálatas 5:1). Sin importar qué otra cosa pueda estar demandando nuestra atención, tomémonos el tiempo para recordar la deuda pendiente que tenemos con Él.
La salvación es infinitamente costosa, pero absolutamente gratis.

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