EL DON DE PERDONAR
Uno de los dones más grandiosos que concedo a las personas es la capacidad de perdonar. Forma parte de la naturaleza y esencia de Dios, y cuando ejercitas ese don adquieres talla divina. Tienes la capacidad de perdonar y de elevarte por encima de la mezquindad de los mortales.
Para la mayoría de la gente, decidirse a perdonar a alguien es uno de los actos más difíciles que hay, sobre todo si el perdón es inmerecido. Cuesta Dios y ayuda, porque es contrario a la naturaleza humana. Ésta demanda venganza y retribución. Pero, ¿por qué quedarse empantanado en la naturaleza humana?
Si bien vine al mundo para traer perdón y salvarte de tus pecados, también vine a librarte de la naturaleza humana. Al aceptarme como Salvador, recibiste una porción de Mi naturaleza sobrehumana. Pero la medida en que esa naturaleza sobrehumana rija tu vida depende de ti, y se ve reflejada en tus decisiones. Dado que una de las características más sobresalientes de Mi naturaleza es la prontitud para perdonar, tu buena disposición en ese sentido es un claro indicador de cuánto permites que Mi naturaleza sobrehumana gobierne tu ser.
El hecho de que la persona que procedió mal contigo merezca o no perdón no es lo medular del asunto; lo importante es que tú obres bien. En realidad, nadie merece perdón. Quien ha obrado mal, en justicia merece una sanción. Sin embargo, el perdón es superior a la justicia. La justicia es humana; el perdón, divino.
Perdona a quienes te han ofendido, así como tu Padre celestial te perdona a ti.
Tomado de La Familia Internacional
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