En su libro Lessons Learned Early (Lecciones aprendidas temprano), Jerry Jenkinscuenta una historia acerca de su primer año en la universidad. Era 1968, un año de tremenda agitación política y social en los Estados Unidos.
Se habían desatado disturbios en muchas ciudades principales. Desde el techo de su residencia estudiantil en Chicago, Jerry escuchaba las sirenas y veía los incendios. Se les había dicho a los estudiantes que permanecieran en el recinto universitario, pero Jerry quería ver lo que estaba sucediendo.
Mientras corría hacia una tienda que estaba ardiendo a unas cuantas manzanas de distancia, un patrullero se detuvo a su lado. “No vayas por allí”, le advirtió el oficial.
Jerry esperó a que el vehículo arrancara y luego siguió caminando. El oficial regresó. Esta vez fue más claro cuando le repitió, “no vayas por allí” y le apuntó con una escopeta por la ventana.
Nuestras rachas de rebeldía o testarudez a menudo llevan a resultados infelices. En un arranque de ira, Moisés golpeó la roca para obtener agua en vez de simplemente hablarle, tal y como Dios se lo había mandado. Perdió el privilegio de entrar en la Tierra Prometida con su pueblo (Números 20:7-12). Jonás desobedeció un orden de ir a Nínive y se le dieron tres días para que pensara en su elección -dentro de un gran pez (Jonás 1).
¿Qué hace falta para que le obedezcamos a Él? ¿Obedeceremos simplemente porque le amamos a Él? (Juan 14:15,21).
La obediencia es otra palabra para el amor y la lealtad.
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