UN NOBLE GESTO
Cierta vez, cuando el señor LaGuardia, el famoso antiguo alcalde de Nueva York, presidía una reunión en un tribunal de justicia, le trajeron a un anciano tembloroso acusado de hurtar una barra de pan. El anciano dijo que su familia estaba pasando hambre.
—Bueno, tengo que castigarle —dijo el señor LaGuardia—. La ley no hace excepciones y no tengo más remedio que ponerle una multa de 10 dólares.
Luego añadió, tras llevarse la mano al bolsillo:
—Aquí están los diez dólares para pagar su multa. La multa queda cancelada.
Acto seguido, tras echar el billete de diez dólares en su famoso sombrero de gran tamaño, dijo:
—Y lo que es más, voy a ponerle una multa de cincuenta centavos a todos los presentes por vivir en una ciudad donde un hombre tiene que robar pan para poder comer. Señor Bailiff, recoja las multas y déselas al acusado.
Se pasó el sombrero y el hombre, sin dar crédito a lo que sucedía, con una mirada celestial, abandonó el tribunal con $47,50 dólares.
Autor desconocido.
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