viernes, 22 de enero de 2016

¿Te sientes con las pilas bajas?

Seguramente ha habido momentos en que te sentiste exprimido hasta la última gota, en que no te quedaba ni pizca de energía o fuerza de voluntad. El mismo apóstol Pablo admitió haber estado tan abrumado que perdió «la esperanza de conservar la vida»1. No me cabe duda de que en algún momento muchos hemos estado así de desmoralizados, hasta el punto de que ni siquiera teníamos ganas de levantarnos por la mañana para no tener que hacer frente a otro día. Quizá te sientes así en este instante. Quizá llevas ya tiempo en una situación parecida.
Pero aquí está el detalle: Pablo, a pesar de sus dificultades y tribulaciones, tanto en forma de persecuciones externas como de dudas, desesperación y abatimiento interno, aguantó y perseveró. Dijo: «Por lo que a mi vida respecta, en nada la aprecio. Solo aspiro a terminar mi carrera y a culminar la tarea que me encomendó Jesús, el Señor: proclamar la buena noticia de que Dios nos ha dispensado Su favor»2.
Eso es algo que conviene que recordemos: «Pase lo que pase, voy a persistir. No voy a dejar que nada me aparte de la senda que Dios me ha trazado en la vida». Esa determinación fue lo que impulsó a Pablo, de modo que aunque estuviera en apuros, no desesperaba3.
«Manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano»4. ¿Cómo podemos ser inconmovibles? Aferrándonos a la Roca: Jesús5. Todo lo demás es inestable y puede ser arrastrado por las olas de la vida cuando nos zarandean. ¡Lo único que se mantiene firme y no se mueve ni un ápice es Jesús!
Por otra parte, no te preocupes si te consideras débil y te parece que tienes poco aguante. No hace falta que seas fuerte por ti mismo. Tu fortaleza proviene del Señor6. Basta con que concilies tu voluntad con la de Él y quieras aguantar. Él entonces te dará las fuerzas que necesitas aunque te parezca que ya no puedes más.
Lo que sí tienes que hacer es tomar la resolución de seguir al Señor cueste lo que cueste. Como dijo Isaías: «El Señor Dios me ayuda, por eso no soy humillado, por eso he puesto Mi rostro como pedernal, y sé que no seré avergonzado»7. En ese momento debía de estar pasándolas negras; sin embargo, resolvió aguantar contra viento y marea. Si haces eso mismo, tampoco tú quedarás avergonzado.
Al vernos agobiados por problemas es natural que nos preguntemos por qué es así. Entre otras cosas tenemos problemas porque la vida en sí es una lucha constante. Estemos donde estemos, seamos quienes seamos, cualquiera que sea nuestro trabajo, la vida —es decir, nuestra existencia humana en este mundo— trae consigo innumerables complicaciones, y no hay más vueltas que darle. Por extraño que parezca, tal es el plan de Dios.
A veces pensamos: «¿Cómo voy a lidiar con esto? ¡Es demasiado para mí!» Pues podemos hallar consuelo en el hecho de que el Señor lo ha permitido; forma parte de Sus designios para nosotros. A veces nos deja ver la montaña que se alza delante para que, agotados nuestros recursos, reconozcamos que sin Su ayuda no podemos seguir.
Si los problemas fueran menos graves y viéramos la posibilidad de resolverlos nosotros mismos, tendríamos la tentación de intentarlo. Es propio de la naturaleza humana. En cambio, cuando las cosas se ponen muy cuesta arriba y los problemas son enormes, suele llegar un momento en que verdaderamente se lo encomendamos todo a Él.
Independientemente de cómo nos sintamos, si amamos al Señor, andamos por fe y hacemos lo que manda Su Palabra, podemos estar seguros de que nuestra relación con Él es firme. Y desde luego sabemos que el amor que Él alberga por nosotros es constante, inamovible. Dice: «Con amor eterno te he amado. Las montañas podrán moverse y las colinas desaparecer, pero aun así Mi fiel amor por ti permanecerá. No te desampararé ni te dejaré»8.
Así pues, por más que nos sintamos presionados al máximo, no estamos abandonados. El amor de Dios nos acompaña permanentemente. Si te acercas a Dios, Él se acercará a ti9. ¡Un pensamiento reconfortante!
* * *
La próxima vez que te suceda algo aparentemente malo, busca en ello lo divino. Procura descubrir lo sublime en los acontecimientos prosaicos del diario existir. Busca la chispa, busca la luz.  Leigh Hershkovich

El cielo nublado no siempre es presagio de lluvia; tampoco las dificultades son siempre presagio de derrota.  Kevin McKoy

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