Reflexión para la Semana Santa
Imagínate una dura semillita atrapada en la oscuridad. Cae la lluvia, pega el sol, y dentro de esa semilla las células se multiplican. En poco tiempo aparece un brote verde de vida. Se está desarrollando una planta.Ahora imagínate un pichoncito atrapado en una cáscara dura e incómoda. A consecuencia de los picoteos y rasguños de la avecilla, se hace una rajadura en la cáscara, y sale un polluelo amarillo y peludito.
Esas son apenas un par de manifestaciones de vida nueva de las que somos testigos temporada tras temporada, año tras año.
Si bien esperamos que brote vida nueva, no esperamos que vuelva a la vida algo que está muerto. Un pájaro muerto no vuelve a volar. Sin embargo, la Biblia dice que hubo muchos testigos de la resurrección de Jesús:
«Cristo murió por nuestros pecados, conforme a lo anunciado en las Escrituras; […] fue sepultado y […] resucitó al tercer día, conforme a esas mismas Escrituras; […]se apareció primero a Pedro y, más tarde, a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos juntos»1.
Al igual que aquellos primeros testigos, nos quedamos perplejos. ¿Cómo pudo un cuerpo desgarrado y exánime, que yacía en un frío sepulcro, volver a la vida? El milagro de la resurrección de Cristo desafía el orden natural y verdaderamente trasciende nuestra comprensión humana.
Pero el milagro no termina ahí. Como escribió C. S. Lewis (1898–1963): «Jesús forzó la apertura de una puerta que había estado cerrada desde la muerte del primer hombre. Se enfrentó al Rey de la Muerte, luchó contra él y lo venció. Ese hecho lo transformó todo».
* * *
Bendito sea Dios […] , que, según Su gran misericordia y por la
resurrección de Jesucristo de la muerte, nos ha hecho nacer de nuevo para una
esperanza viva, a una herencia que no puede destruirse, ni mancharse, ni
marchitarse, reservada para ustedes en el cielo. 1 Pedro 1:3,4 (BNP)Yo soy el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre. Jesús en Apocalipsis 1:18 (BLPH)
Las manos milagrosas,
ahora traspasadas,
volvían a ser las manos
potentes y piadosas.
Jesús se levantaba
y los pies taladrados
se echaban otra vez por los caminos,
infatigablemente,
buscando a los perdidos y olvidados…
Desde entonces Él vive
y porque vive
la vida es nuestra herencia;
la Cruz fue cual preludio tenebroso
de un nuevo amanecer más luminoso…
Francisco Estrello (1907–1959)
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