lunes, 18 de abril de 2016

La importancia de animar a otros

A menudo menospreciamos el poder de una palmadita, una sonrisa, una palabra amable, de escuchar con atención, de un elogio sincero o un acto de cariño, y todas esas cosas pueden transformar nuestra vida.  Leo Buscaglia
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El amor que tengan unos por otros será la prueba de que son Mis discípulos[1].
Te enseño a tener ese amor por medio de Mi ejemplo. Por cada gran milagro que hago por ti y por los que me aman, hago incontables cosas pequeñas que tal vez apenas notan. Mi amor por ti se manifiesta continuamente, día tras día, en las muestras constantes de Mi interés, Mi amor incondicional, Mis vislumbres de esperanza, fuerza, misericordia y perdón. Esa multitud de detallitos que hago por ti hacen que aumente tu paz y tu fe. Todo eso cultiva en tu corazón la convicción de que soy real y estoy activo en tu vida, y que por siempre lo seré.
De la misma manera, tú demuestras que eres Mi discípulo por el amor que demuestras a los demás. ¿Cómo lo manifiestas? Al ser, día tras día, un conducto de Mi amor y ánimo para quienes pongo en tu camino, y al apoyar y animar a Mis otros seguidores que hacen todo lo que pueden para Mí.
Cuando estás dispuesto a animar a otros, continúas con la labor que hice en la tierra. Yo vi la importancia de lo que con frecuencia el ser humano considera poco importante o valioso. Acepté y alenté a aquellos que se consideraban los menos importantes de la sociedad de Mi época, y Mi amor transformó los pequeños esfuerzos o expresiones de fe en milagros que aún tienen repercusiones en el corazón de la humanidad. Ese estribillo minúsculo de esperanza, de agradecimiento y ánimo que pones en el corazón de otra persona se mezclará y estará en armonía con Mi Espíritu en ellos, y creará una sinfonía de alegría que se propagará en el corazón de muchos otros. Y a menudo empieza con unas pocas palabras de ánimo».  Jesús, hablando en profecía
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Le necesidad más profunda en la naturaleza del ser humano es la de ser apreciado.  William James
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Las palabras amables cuestan poco… pero logran mucho.  Blaise Pascal
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Todos necesitamos ánimo. Estoy convencida de que Dios quiere alentar a las personas, pero que en muchos casos necesita que seamos nosotros los portadores de ese ánimo. Nosotros tenemos lo que los demás necesitan. ¡Tenemos el amor de Dios, que es poderoso! ¡Tenemos el Espíritu del amor y las palabras de amor! Nuestra vida puede tener impacto en los demás debido al poder de nuestras palabras. No es necesario que sean palabras profundas ni elocuentes: basta con palabras sencillas, con tal de que satisfagan la necesidad de amor, esperanza, significado y consuelo que tenga la persona a quien se las dirigimos.
Si piensas que no tienes tiempo ni energías, o que no cuentas con las habilidades o el dinero necesario, o que tienes poco para dar, no te preocupes: a muchos nos pasa lo mismo. No obstante, todos podemos dar a otros por medio de nuestras palabras de ánimo, a través de las cuales nos es posible influir en los demás y propagar el amor de Dios donde sea que vayamos. En cinco minutos o menos podemos marcar la diferencia en una parada de autobús, en el metro, al cruzar la calle, en la tienda, en el trabajo, en el colegio, en línea, cuando salimos a dar un paseo y en miles de circunstancias más.
Algo que podemos preguntarnos es: «¿Qué podría decirle a esta persona que la ayude de alguna manera?… que le levante el ánimo, le alegre el día; que haga que se sienta apreciada y valorada; que la haga sentir que vale la pena como persona; que la haga sentirse bien consigo misma y la ayude a creer que su aporte es valioso…» Y después, pidámosle al Señor que nos ayude a tener la fe para decirle lo que sea que Él nos inspire.
A todo el mundo le gusta sentirse apreciado y valorado, sentir que su aporte es significativo. Y en muchos casos, es bueno acompañar un elogio personal con algo de testificación.
Me gusta ver las oportunidades de animar a las personas como parte de mi misión de ir por todas partes «haciendo el bien» por quienes recorren la travesía de la vida conmigo, como lo hizo Jesús[2]. Es tanto lo que se me ha dado a mí… y siento que estas oportunidades, por breves que sean, me brindan la posibilidad de manifestar a los demás el amor de Dios.
En algunos casos veremos los resultados de las palabras de ánimo que regalamos; en otros, es posible que nunca los veamos. Tal vez algunas personas no lleguen a ver la relación entre nuestras acciones y el amor de Dios, pero es posible que tus palabras siembren la semilla o rieguen la que otra persona sembró. De modo que siempre tiene valor compartir esas palabras de aliento. El amor nunca falla, de modo que si tus palabras no hacen que una persona lo entienda todo de inmediato, no te preocupes. Lo que sí importa es que la gente se sienta amada, apreciada y valorada, pues cuando haces que se sientan así, en el fondo están experimentando un toquecito del amor de Dios. Es un privilegio ser un dador de bondades.
Requiere fe creer que las palabras que intercambiamos en esos breves encuentros que tenemos con otras personas marcarán una diferencia. La mayoría de las veces no sabemos cuáles serán los resultados finales, y en la mayoría de los casos no llegaremos a enterarnos, al menos no en esta vida. Eso sí: sabemos que el amor nunca falla y que cuando oramos y le ponemos tren de aterrizaje a nuestras oraciones, siempre sucede algo en el corazón y el espíritu de la persona en cuestión.  María Fontaine
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Iría a lo más profundo para alegrar a un espíritu abatido. Me ha hecho bien haber estado afligido, porque me ayuda a decir las palabras adecuadas a quien está agobiado.  Charles Spurgeon

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