¡Tienes que aprender a hablar con el Señor, y más que nada, aprender a escuchar!
¡Para muchos, la oración es como una calle de dirección única! Hablan sin cesar y más les interesa que Dios escuche lo que quieren decir, que escuchar lo que Dios quiere decirles a ellos. Tratan de presentar sus ideas a Dios y hacer que Él apruebe sus planes. Pero la oración no consiste en dar sólo tu opinión. ¡Más que nada, se trata de dejar que el Señor exprese la Suya!
En vez de decir: "Escucha, Señor, tu siervo habla", deberíamos ser como el pequeño Samuel, el niño profeta, quien a los cinco años dijo: "¡Habla, Señor, tu siervo escucha!" (1Sam.3:10) Al Rey no le toca perseguir a Sus súbditos por todas partes para procurar que hagan lo que Él quiere. A nosotros nos corresponde temer al Señor, respetarlo y reverenciarlo, y tratarlo como el Rey que es. ¡Debemos acudir ante Él con respeto y sinceridad, temblando, y tras presentarle nuestra petición, esperar tranquila y confiadamente la respuesta! Permanecer sereno ante el Señor demuestra que tienes fe y que confías en Él.
Dios siempre sabe qué es lo mejor y lo escoge para nosotros. ¡Es la mejor de las opciones! ¡Así que aprende a recibir Sus respuestas y verás que se resolverán todos tus problemas!
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