LA GRATITUD ES EL SECRETO DE LA DICHA
La
gratitud es el secreto de la dicha. Anónimo
Los
seres humanos instintivamente pensamos que lo que vemos con los ojos es el
mundo real, y tachamos a lo invisible de irreal, cuando la Biblia prácticamente
dice que es todo lo contrario. Philip Yancey
Piensa
en tus peores momentos, en tus penas, tus desgracias y tus tristezas; luego
date cuenta de que estás aquí, de lo contrario no podrías recordarlas.
Sobreviviste al peor día de tu vida. Superaste el trauma, aguantaste la prueba,
resististe la tentación, sobreviviste a esa relación nociva, y estás en franca
recuperación. Recuerda lo malo… y luego mira dónde estás. Cuando evocamos lo
difícil que solía ser nuestra vida y tomamos conciencia de lo lejos que hemos
llegado, se crea un claro contraste en nuestra mente. Ese contraste constituye
tierra fértil para la gratitud. Peter Gomes
No
pidas una carga más ligera. Ora para tener la espalda más fuerte. Anónimo
Hasta
ahora, ninguna prueba les ha sobrevenido que no pueda considerarse humanamente
soportable. Dios es fiel y no permitirá que ustedes sean puestos a prueba más
allá de sus propias fuerzas; al contrario, junto con la prueba les
proporcionará también la manera de superarla con éxito. 1
Corintios 10:13
He
fallado más de 9.000 tiros a lo largo de mi carrera. He perdido casi
300 partidos. En 26 ocasiones me confiaron el tiro decisivo… y lo fallé.
He fallado infinidad de veces. Y por eso mismo tengo éxito. Michael
Jordan
"PAN DE VIDA PARA EL MUNDO" Es un ministerio Cristiano dirigido a cualquier persona que quiera conocer mas acerca de la PALABRA DE DIOS. Este alimento espiritual diario, es enviado a través de este Ministerio a cientos de personas alrededor del mundo, los temas que se tocan son de carácter positivo y de mucha utilidad para enfrentar los problemas con una perspectiva espiritual diferente. Nos gustaría oír tus comentarios sobre nuestra pagina.
lunes, 31 de agosto de 2015
viernes, 28 de agosto de 2015
Perlas
PERLAS
de la MADRE TERESA
--Si uno juzga a la gente, no tiene tiempo para amarla.
--La vida que Dios nos ha dado es preciosa, somos hijos y hombres valientes cuando sabemos aceptar todas las cosas que nos llegan, pero aceptarlas no para lamentarnos o para hundirnos más, sino al contrario para crecer y hacernos valientes con los golpes; sólo así nos demostraremos que las piedras tan inmensas que se presentan en nuestro camino son pequeñas.
--¡En la vida hay que darlo todo por amor! Así empieza a curarse nuestro espíritu y entonces veremos las cosas bellas que Dios pone en nuestro camino.
--Solamente el amor puede traer la paz verdadera.
--La fe debe ser, para ser cierta, un amor que se entrega.
--El amor verdadero supone sacrificio.
--Con el amor podemos conquistar el mundo y así convencer a todos del amor de Dios.
--Amar debe ser igual de natural como vivir y respirar.
Madre Teresa de Calcuta
--Si uno juzga a la gente, no tiene tiempo para amarla.
--La vida que Dios nos ha dado es preciosa, somos hijos y hombres valientes cuando sabemos aceptar todas las cosas que nos llegan, pero aceptarlas no para lamentarnos o para hundirnos más, sino al contrario para crecer y hacernos valientes con los golpes; sólo así nos demostraremos que las piedras tan inmensas que se presentan en nuestro camino son pequeñas.
--¡En la vida hay que darlo todo por amor! Así empieza a curarse nuestro espíritu y entonces veremos las cosas bellas que Dios pone en nuestro camino.
--Solamente el amor puede traer la paz verdadera.
--La fe debe ser, para ser cierta, un amor que se entrega.
--El amor verdadero supone sacrificio.
--Con el amor podemos conquistar el mundo y así convencer a todos del amor de Dios.
--Amar debe ser igual de natural como vivir y respirar.
Madre Teresa de Calcuta
jueves, 27 de agosto de 2015
¡Haz lo que puedas!
¡Tú haz lo que puedas, y Dios hará lo demás!
Dios espera que hagamos todo lo que podamos, ¡para luego hacer Él lo que no podamos nosotros! Cuando Jesús acudió a resucitar a Lázaro, dijo a la gente: "¡Quitad la piedra!" (Jn.11:39) De quererlo así, podría haber hecho que Lázaro atravesara la piedra caminando; ¿para qué, pues, quitarla? Sacar la piedra de la entrada era algo que la gente sí podía hacer. No podían resucitarlo, ¡pero sí podían quitar la piedra!
¡Dios no siempre hará por ti algo que tú mismo puedas hacer! Le dijo a Moisés: "¿Qué es eso que tienes en tu mano?" (Éxo.4:2) Por lo general, Él deja que tú hagas lo que puedas, y hace luego lo que no puedas. Jesús dijo: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá" (Mat.7:7,8). Si no te pones a buscar, nada encontrarás. Quizá haya nueve puertas cerradas y una sola abierta. ¿Qué debes hacer en ese caso? ¿Quedarte de brazos cruzados y decir: "Señor, revélame cuál es"? ¡Claro que no! Dios espera que acompañemos de acción nuestras oraciones, ¡que nos pongamos en movimiento y busquemos también un poco!
Si haces todo lo posible por complacer y obedecer al Señor, Él hará prácticamente cualquier cosa por ti, ¡entre ellas las más asombrosas que puedas imaginarte! ¡Ayúdanos pues, Señor, a hacer nuestra parte y obedecer! Así sabremos que Tú harás lo demás.
miércoles, 26 de agosto de 2015
Si puedes confiarle a Dios tu vida
Si podemos confiarle a Dios nuestra vida, ¿por qué no confiarle también nuestra muerte?
Para el cristiano ya no es pesaroso pensar en la muerte o en el Cielo. ¡Ya no es motivo de preocupación, es una victoria! ¡Es una liberación, una graduación! "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, oh sepulcro, tu victoria?" (1Cor.15:55-57) ¡Para el cristiano que ha alcanzado salvación y resurrección, la muerte ya no tiene aguijón, y el sepulcro no es una derrota! ¡Nuestra muerte será un triunfo sobre el sepulcro, una conquista del pecado y una victoria sobre el Diablo, una victoria gloriosa y una entrada triunfal en el cielo!
Dios sabe cómo y cuándo tendrás que morir. Si eres cristiano y amas al Señor, Dios ha dispuesto un momento y un lugar para que mueras cuando hayas terminado tu misión. "Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aun más allá de la muerte." (Sal.48:14) Cuando llegue la hora de morir, Él te dará la gracia para morir. Lo hacemos todo en el nombre de Jesús, ¿por qué no morir también en el nombre de Jesús y dejar que Él decida la manera, el momento y el lugar, para Su gloria?
¡Que Dios te bendiga y mantenga tu confianza en Él aun a través de la muerte! ¡Y no te preocupes, que así será! ¡Morirás como viviste, confiando en Dios!
martes, 25 de agosto de 2015
Da y se te dará
"¡El que retiene viene a pobreza, pero al que reparte le es añadido más!" (Pro.11:24)
Así es Dios: ¡le encanta dar más que tú, y nunca dejará que des más que Él! ¡Cuanto más des, más te devolverá! Pero si no quieres dar lo que se te ha dado, es probable que Dios te lo quite. ¡Si no das para Dios voluntariamente, cuando estás en condiciones de hacerlo, es posible que Dios te cobre y pierdas mucho más de lo que hubieses dado!
Como ese caso que figura en la Biblia, del rico que obtuvo una cosecha enorme y tenía muchos bienes, y en vez de compartirlos con los demás, resolvió edificar graneros más grandes para acumular más para sí (Lucas 12). Su pecado no era la gran cosecha que Dios le había dado. El mayor problema era su egoísmo, la avaricia de su alma. Y todo lo que no quiso compartir con los demás, tampoco pudo llevárselo con Él. ¡Lo perdió todo! Así es como obra Dios; ése es el egoísmo y sus consecuencias. ¡Pero si estás dispuesto a dar, Dios te recompensará, te lo devolverá con creces y te bendecirá tanto que rebosarás de bienes! ¡Lo ha prometido! (Mal.3:10)
¿Tú qué haces? ¿Acumulas? ¿O repartes? "¡Con la misma medida con que medís, os volverán a medir!" (Luc.6:38)
lunes, 24 de agosto de 2015
Pautas para caerle bien a la gente
SENCILLAS PAUTAS PARA CAERLE BIÉN A LOS DEMÁS
Cortesía y buenos modales. San Basilio observó: «Quien siembra cortesía, recoge amistad, y quien planta amabilidad, cosecha amor».
Sonrisas. Una sonrisa sincera desarma al que está en guardia, tranquiliza al antagonista, calma al airado y le levanta el ánimo al abatido. Genera un clima positivo.
Optimismo. Todo el mundo tiene ya problemas de sobra. Por eso el optimista, la persona que a todo le encuentra solución, se gana la simpatía de los demás.
Sociabilidad. Una fórmula para vencer la timidez y sentirte menos cohibido es esforzarte por que tu interlocutor se sienta cómodo y aceptado.
Respeto. Es fácil respetar a las personas con las que se tiene mucho en común; sin embargo, más importante aún es respetar el derecho de los demás a pensar de forma distinta y ser diferentes, aparte de ser una cualidad que resulta atractiva.
Un ojo para lo bueno. Todo el mundo tiene al menos unas pocas cualidades dignas de admiración. Procura descubrirlas en lugar de buscar defectos.
Elogios. A todo el mundo le hace bien saber que otros notan y aprecian sus virtudes. Sé concreto, generoso y sincero con tus elogios.
Buen humor. Resulta ameno estar con una persona que tiene buen sentido del humor. Procura, eso sí, que tu humor no sea a expensas de nadie.
Amplitud de miras. Todo el mundo tiene derecho a su opinión. Rara vez vale la pena sacrificar una amistad por ganar una discusión.
Humildad. La gente orgullosa que anda cantando sus propias loas resulta pesada. El humilde inspira simpatía; el orgulloso no hace más que dar la lata.
Buena disposición para escuchar. Una de las mejores formas de demostrar interés por los demás es prestar atención a lo que dicen y esforzarse por entenderlos y empatizar con ellos.
Tolerancia con los errores ajenos. Todo el mundo la embarra de vez en cuando. Recuerda la Regla de Oro (Mateo 7:12): Haz con los demás como quieres que hagan contigo.
Cortesía y buenos modales. San Basilio observó: «Quien siembra cortesía, recoge amistad, y quien planta amabilidad, cosecha amor».
Sonrisas. Una sonrisa sincera desarma al que está en guardia, tranquiliza al antagonista, calma al airado y le levanta el ánimo al abatido. Genera un clima positivo.
Optimismo. Todo el mundo tiene ya problemas de sobra. Por eso el optimista, la persona que a todo le encuentra solución, se gana la simpatía de los demás.
Sociabilidad. Una fórmula para vencer la timidez y sentirte menos cohibido es esforzarte por que tu interlocutor se sienta cómodo y aceptado.
Respeto. Es fácil respetar a las personas con las que se tiene mucho en común; sin embargo, más importante aún es respetar el derecho de los demás a pensar de forma distinta y ser diferentes, aparte de ser una cualidad que resulta atractiva.
Un ojo para lo bueno. Todo el mundo tiene al menos unas pocas cualidades dignas de admiración. Procura descubrirlas en lugar de buscar defectos.
Elogios. A todo el mundo le hace bien saber que otros notan y aprecian sus virtudes. Sé concreto, generoso y sincero con tus elogios.
Buen humor. Resulta ameno estar con una persona que tiene buen sentido del humor. Procura, eso sí, que tu humor no sea a expensas de nadie.
Amplitud de miras. Todo el mundo tiene derecho a su opinión. Rara vez vale la pena sacrificar una amistad por ganar una discusión.
Humildad. La gente orgullosa que anda cantando sus propias loas resulta pesada. El humilde inspira simpatía; el orgulloso no hace más que dar la lata.
Buena disposición para escuchar. Una de las mejores formas de demostrar interés por los demás es prestar atención a lo que dicen y esforzarse por entenderlos y empatizar con ellos.
Tolerancia con los errores ajenos. Todo el mundo la embarra de vez en cuando. Recuerda la Regla de Oro (Mateo 7:12): Haz con los demás como quieres que hagan contigo.
viernes, 21 de agosto de 2015
Tómate un respiro
TÓMATE UN RESPIRO
Cuando se está metido en una situación,
puede ser difícil no perder la perspectiva general. Los pensamientos tienden a
confundirse, uno se siente aturdido. Cuesta pensar. En algunos casos, algo tan
sencillo como tomarse un respiro puede llegar a ser justo lo que se necesita y
ayuda a recobrar las energías, no solo física sino también mentalmente.
A veces es provechoso salir a estirar
las piernas. Cierra los ojos y respira lento y hondo hasta el diafragma.
Respirar hondo proporciona oxígeno puro al torrente sanguíneo y contribuye a
aliviar el estrés y la sensación de embotamiento, e incluso es una excelente
cura para la jaqueca.
Luego abre los ojos y dales un tiempo
para adaptarse a la luz natural del exterior. Concentra la vista en un punto
cercano, como una flor o una brizna de hierba. A continuación, dirige la mirada
a algo distante, como una colina o un árbol, si están a la vista. Absorbe todos
los colores que te rodean. Si tienes a la vista pasto, árboles y cielo, mejor.
¿Sabías que el azul y el verde son relajantes naturales y que envían señales
tranquilizadoras al cerebro?
Ahora trata de tocarte los dedos de los
pies con las manos, arqueando lentamente la espalda hasta alcanzarlos. Vuelve a
incorporarte. Esto hace que se irrigue el cerebro y acelera la circulación, con
lo que te sentirás más alerta. Haz otros estiramientos que te relajen, o
pequeños movimientos circulares con los hombros y la cabeza.
Así como las pausas a lo largo del día
para venir a verme te renuevan espiritualmente, tu cuerpo necesita unas cuantas
pausas para renovarse físicamente. Una vez que te hayas recargado de energía,
podrás continuar y te sentirás como nuevo.
jueves, 20 de agosto de 2015
La Palabra
¡Toma Su Palabra al pie de la letra!
¡Nosotros debemos creer en la Palabra sencillamente porque Dios lo dijo! El Señor quiere que tengamos fe en la Palabra, y no que siempre necesitemos señales. ¡La Palabra es la única señal que necesitamos!
¿Por qué insiste Dios en que creamos en algo que no podemos ver ni tocar, puramente por fe en Su Palabra, y que confiemos en Él como confía un niñito en sus padres? ¡Es porque al Señor le encanta la fe! ¡Él nos ama porque le creemos, por el solo hecho de que Él lo dijo! Es una manera de demostrar nuestro amor y confianza en Él. La fe demuestra nuestro amor. "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan diligentemente." (Heb.11:6)
Es igual que en el caso de un niño que debe confiar en su padre aunque no siempre comprenda por qué tiene que hacer esto o lo otro, o por qué no debe hacerlo. ¡Simplemente tiene que hacerlo "porque papá lo dice"! Que el niño confíe en sus padres, crea en ellos y les obedezca porque sí, es una forma de amor. Y es así como debemos actuar con el Señor. ¡Deberíamos decirle: "¡Sí, Señor!" ...creer y hacer las cosas simplemente porque Él lo dice!
¡Confía en Él! ¡Toma Su Palabra al pie de la letra!
miércoles, 19 de agosto de 2015
Dios habla siempre
El Espíritu de Dios es como una emisora que transmite sin cesar. ¡Sólo debes aprender a sintonizarte!
Así como en este instante el aire está poblado de ondas radiales invisibles al ojo, también el Espíritu de Dios siempre está presente, esperando que hagas contacto con él. Y de manera muy similar a cualquier aparatito receptor a transistores, has sido diseñado por tu Creador para recibir determinadas señales. La potencia de Dios siempre está activa. El mensaje siempre está presente. ¡Pero a fin de recibirlo debes encenderte y entrar en Su frecuencia!
¡En comparación con la extraordinaria potencia y la complejidad operativa de la estación de transmisión, tú como operador o receptor no necesitas mayor poder y apenas un mínimo de capacidad! La oración es la mano de la fe que gira el interruptor y pone en marcha el poquito de potencia que tú tienes. ¡Luego la mano de la esperanza busca con ansiedad la frecuencia de la emisión de Dios, y de súbito Su gigantesca emisora irrumpe atronadoramente con un volumen y un poder tremendos! ¡Y el mensaje surge con limpidez y claridad!
¿Tienes tu receptor espiritual encendido y en una posición de captación permanente, sintonizado con Su frecuencia? ¡De ser así, estarás en buena comunicación espiritual con Él, recibiendo constantemente Sus ondas y escucharás sin cesar Su voz hablándote al corazón!
martes, 18 de agosto de 2015
Un buen negocio
UN BUEN NEGOCIO
Una señora acomodada que se volvió
creyente, ya entrada en años, iba caminando por la calle con su nieta. Al
aproximárseles un mendigo, lo escuchó atentamente. Acto seguido sacó un billete
de su cartera y se lo entregó. En la esquina siguiente se encontraba una
voluntaria del Ejército de Salvación, a la cual la señora también le dejó un
donativo. Su nieta la miró con curiosidad y le dijo:
—Abuela, supongo que desde que sigues a
Jesús has perdido mucho, ¿no?
—Así es —dijo la señora—. He perdido mi
mal genio, el pésimo hábito de criticar a los demás y mi tendencia a gastar el
tiempo libre en frívolos acontecimientos sociales y otros placeres que no
tienen ningún sentido. También he perdido un espíritu de codicia y egoísmo. No
te quepa duda de que he perdido mucho.
¡Pero lo que he obtenido a cambio no
tiene precio!: paz interior, la facultad de orar con eficacia, un Amigo que
siempre me acompaña, que me conoce, me ama y me protege; satisfacción y
riquezas espirituales que ni sabía que existían; una fe que no da cabida al
temor; la promesa de un hermoso Hogar celestial cuando tenga que abandonar éste
que tengo en la Tierra, ¡y mucho más! Estoy feliz con lo que he perdido, y lo
que he ganado ¡es incalculable!»
lunes, 17 de agosto de 2015
Orar
¡Se puede orar constantemente!
No es necesario que te postres en el suelo y reces frenéticamente para que se te escuche. La oración es algo que se hace continuamente, sin importar qué otra cosa esté uno haciendo. ¡Es como pensar caminando! ¡Uno puede tener el ungimiento y la guía del Espíritu para todo lo que haga! Si piensas y oras acerca de lo que haces, pidiéndole a Dios Su sabiduría, ¡Él te dará Su inspiración! Su Palabra dice: "¡Orad sin cesar!" (1Tes.5:17)
Antes de emprender cualquier cosa, acude al Señor. Comprueba que sea lo que Él quiere que hagas. "Reconócelo en todos tus caminos y Él enderezará tus veredas." (Pro.3:6) Dejar lo que uno hace, para pedir ayuda al Señor, demuestra confianza en Él y trae sosiego al espíritu.
El Señor espera reconocimiento; quiere que sepas que lo necesitas. Podrían pasar muchas cosas que están totalmente fuera de nuestro control, ¡pero no del control del Señor! Mantén, pues, una relación muy estrecha con el Señor, orando e invocando constantemente Su protección; pidiéndole que te guarde, bendiga y proteja, y lo hará.
Guárdanos muy junto a Ti, Señor, y ayúdanos a permanecer en Tu voluntad, a seguirte y a obedecerte en todo momento. Que en todo tiempo estén nuestros corazones limpios delante de Ti, Jesús, y que sean limpias nuestras motivaciones, nuestra voluntad y todo lo que hagamos. ¡Gracias, Jesús!
viernes, 14 de agosto de 2015
Escuchar a Dios
¡La primera impresión suele ser correcta, si verdaderamente escuchas al Señor!
Si amas al Señor, estás lleno de Su Espíritu y buscas sinceramente Su voluntad, normalmente la primera reacción que tengas frente a algo será acertada. Dios es el primero en hablar. Puede que sólo sea esa "voz suave y apacible" que resuena en tu interior; a veces ni siquiera como palabras, sino solamente como una sensación (1Re.19:12). Dios no necesita siquiera comunicarse con palabras. Puede inspirarte un simple presentimiento, una imagen o una idea.
Si te sujetas a Su voluntad y obedeces, tendrás una vía de comunicación muy clara y obtendrás una imagen nítida y precisa. Cuando estás en armonía con el Espíritu, escuchas del Espíritu de Dios las respuestas acertadas. Así que ponte en sintonía y el Señor te llenará todo: ¡la mente, el corazón, los oídos, los ojos! No sólo debes entrar en oración, sino también en el Espíritu, y el Señor te dirá lo que debas hacer.
Todo lo que necesitas es fe. Cuando le pidas una respuesta al Señor, cuenta con ella y acepta lo primero que venga. ¡Si realmente crees y le pides una respuesta al Señor, y quieres escuchar o ver, no te defraudará! ¡Y lo que veas o escuches con los ojos u oídos de tu espíritu, vendrá del Señor! ¡Cuenta con que Dios responderá!
jueves, 13 de agosto de 2015
Los juicios de Dios
¡El molino de los juicios de Dios gira despacio, pero seguro!
Dios actúa con cierta lentitud, pero muy concienzudamente. Sus juicios son como dos grandes ruedas de molino que pulverizan el grano. Este se vierte en un orificio de la piedra superior, que gira continuamente y hace que el grano molido se desplace desde el centro hasta los bordes de la piedra. Cuando el grano llega al borde lo hace en forma de polvo muy fino; ya no es grano, sino harina. Si bien a veces los molinos de la justicia divina parecen moler muy lentamente, terminan por moler muy finamente. ¡Así pues, quien no quiera ser quebrantado sobre la Roca de Dios, hallará algún día que la Roca cae sobre Él, reduciéndolo a polvo que los vientos de Sus juicios se llevarán, y su lugar no lo conocerá más! (Mat.21:44)
¡Pero demos gracias a Dios porque "el juicio comienza por la casa del Señor"! (1Pe.4:17) Nosotros somos la Casa del Señor y ya hemos sido juzgados por Él, porque lo hemos recibido y aceptado como pago de nuestros pecados. Por eso, ya no tendremos que sufrir los juicios físicos que caerán sobre el mundo y los que no hayan sido salvos (1Cor.11:31, 32). ¡Gracias, Jesús, por haber recibido el castigo en lugar nuestro!
miércoles, 12 de agosto de 2015
El orgullo
¡De nada sirve ser orgulloso!
¡Jamás he visto un aspecto de la Obra del Señor en el que el orgullo sea de algún provecho! Es más, los fracasos más resonantes que aparecen en la Palabra de Dios son los de aquellos "grandes personajes" que creyeron poder resolver las cosas apoyados en su entendimiento natural, para terminar cayendo de bruces. Samuel dijo a Saúl: "¡Aunque eras pequeño en tus propios ojos, Él te exaltó mucho!" (1Sam.15:17) Pero cuando Saúl se volvió orgulloso y empezó a confiar en sí mismo, a apoyarse en su propia prudencia y en su brazo carnal, en vez de hacerlo en el Señor, ¡Dios tuvo que rebajarlo! "Antes del quebrantamiento es la soberbia" (Pro.16:18), y muchas veces el éxito es la antesala del fracaso, ¡o la exaltación viene antes de la humillación! "¡El que piensa estar firme, mire que no caiga!" (1Cor.10:12)
Ayúdanos, Jesús, a mantener puesta en Ti nuestra mirada, para que no tropecemos ni caigamos. Ayúdanos a no enorgullecernos en ningún modo, Señor. Líbranos de ese espíritu de orgullo que es tan horrible. ¡Ojalá nos diéramos cuenta de lo poca cosa que somos! El que cree ser algo, no es absolutamente nada (Gál.6:3).
¡Un don nadie con una buena dosis del Espíritu Santo puede hacer mucho más que cualquier inflado personaje lleno de presunción! Oh, Señor, guárdanos muy junto a Ti, Jesús, en humilde serenidad y rendidos en Tus brazos.
martes, 11 de agosto de 2015
Ventana de escape
Cuando la vida te parezca una pequeña habitación sin ventanas, cuyas
paredes te van aprisionando, puedes crear una ventana de escape. Al leer
Mi Palabra y meditar en ella, al creer e invocar Mis promesas, abres
una ventana hacia el mundo espiritual, donde te aguardan cosas
fantásticas. El cálido resplandor de Mi amor disipa la tensión.
Como una bocanada de aire fresco, la suave brisa de Mi Espíritu te
despeja la mente. Cristalinos ríos de verdad y lagunas de sabiduría te
renuevan el espíritu y el pensamiento. Se te abren nuevos horizontes.
Ves la situación desde una perspectiva celestial y te emocionas ante las
nuevas posibilidades y retos que te aguardan. Tu fe y tu inspiración se
reavivan. Esa sensación de asfixia se desvanece y da lugar a la euforia
y a las ganas de vivir. «Las palabras que Yo os he hablado son espíritu
y son vida»1.Cuando te sientas entre cuatro paredes, acude a la Palabra, pues tiene poder para liberarte2.
lunes, 10 de agosto de 2015
Crees en el amor tanto como amas
¡Crees en el amor tanto como amas!
Si sientes amor de verdad, ¡no puedes presenciar impasiblemente un caso de necesidad! ¡No puedes pasar indiferentemente junto al pobre hombre del camino de Jericó! ¡Te ves impulsado a actuar, como lo hizo el buen samaritano! (Luc.10:30-37) No basta con decir: "¡Lo siento mucho, qué pena!" ¡La compasión debe manifestarse en los hechos! En una ocasión, Jesús estaba muy cansado y trató de evitar a la multitud y alejarse para descansar un poco, pero la gente prácticamente lo asediaba. Y luego de verlos, ya no pudo descansar, porque la Biblia dice que "tuvo compasión de la multitud, y sanó a todos los que acudieron a Él" (Mat.14:13,14; Mar.6:31-34).
¡No puedes decir que crees en algo si no lo demuestras, si no lo practicas! Debemos aplicar el amor como Dios quiere que lo hagamos: "Con todo tu corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas" (Mat.22:37). Lo cual supone preocuparse de veras e interesarse de corazón, y no decir: "Te quiero mucho", y luego marcharse y olvidarse de todo; no decir: "Id, calentaos y saciaos, cuando tienes contigo qué darles" (Stg.2:16). ¡El amor, si no se aplica de manera física, es como "la fe sin obras, que es muerta"! (Stg.2:26; 1Jn.3:18) Demuestra amor y compasión agregando gestos de bondad a tus bondadosas palabras. ¿Amén?
viernes, 7 de agosto de 2015
Eliminar el stress
CÓMO ELIMINAR EL ESTRÉS
Jessie Richards
Un conferencista explicó cómo superar el
estrés. Alzando un vaso lleno de agua, preguntó: «¿Cuánto pesa el vaso de
agua?»
Las respuestas variaban entre 20 g y 500
g. El conferencista respondió: «El peso absoluto es lo de menos. Depende de
cuánto tiempo se tenga el vaso en la mano.
Si sostengo el vaso durante un minuto,
no es ningún problema. Si lo hago por una hora, me dolerá el brazo. Si lo
sostengo por un día, tendrán que llamar a una ambulancia. En cada caso, el peso
es el mismo, pero mientras más tiempo tengo el vaso en la mano, más pesado se
vuelve.
Continuó: «Así se evita el estrés. Si
llevamos constantemente nuestras cargas, a la larga se vuelven más pesadas y no
podemos seguir adelante. Del mismo modo que hay que soltar el vaso y descansar
un rato antes de volver a tomarlo en la mano, una vez que hayamos descansado
podremos seguir llevando la carga.
»Antes de que vuelva a casa esta noche,
deje en algún sitio la carga del trabajo. No se la lleve a casa. Déjela para
mañana. Lleve las cargas que lleve ahora, déjelas por un momento si puede. Relájese,
y levántelas más adelante cuando haya descansado. La vida es breve.
¡Disfrútela!»
jueves, 6 de agosto de 2015
El Fariseo y el Publicano
EL FARISEO Y EL PUBLICANO
La parábola del fariseo y el publicano
es un mini sermón acerca de la humildad y el auto elogio. El fariseo, petulante
y presumido, enamorado de sí mismo y orgulloso en exceso de sus propias obras,
le presenta a Dios un listado de sus virtudes, despreciando al pobre publicano
que lo mira desde lejos. Se pone por las nubes, se exalta a sí mismo y se
muestra totalmente egocéntrico. Y luego se retira sin hallar justificación,
condenado y rechazado por Dios.
El publicano, por su parte, siente que
no tiene nada de qué jactarse… ni siquiera se atreve a dirigir los ojos al
cielo, sino que con rostro demudado se da golpes en el pecho, y clama a Dios,
rogándole que tenga piedad de él, que es pecador.
Nuestro Señor nos relata, con gran
precisión, la secuencia de la historia de esos dos hombres, uno absolutamente
carente de humildad, mientras que el otro, totalmente inmerso en contrición y
humildad.
«Les digo que fue este pecador —y no el
fariseo— quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se
exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados».
Dios valora enormemente el corazón
humilde. Vestirse de humildad es algo muy bueno. Está escrito: «Dios resiste a
los soberbios, y da gracia a los humildes». Lo que acerca al alma suplicante a
Dios es la humildad de espíritu. Lo que da alas a la oración es la contrición y
la humildad. La soberbia, el orgullo y el engreimiento cierran por completo las
puertas de la oración. Quien se acerca a Dios debe hacerlo sin reparar en su
propio ego. No debe creerse lo máximo ni tener una idea sobrevalorada de sus
virtudes y buenas obras.
miércoles, 5 de agosto de 2015
Esperar y aprender a ser pacientes es parte de nuestra formación.
En la Biblia abundan los casos de hombres pacientes: ¡Job, Moisés, o David! ¡Job lo perdió todo! La familia, la fortuna, y al final, la salud, ¡todo! Pero no dejó de creer y de obedecer, diciendo: "Aunque Él me matare, ¡en Él esperaré!" (Job.13:15) ¡Aguantó, dispuesto a no rendirse! "¡La paciencia de Job!" (Stg.5:11) ¡Un ejemplo aleccionador para las generaciones venideras!
Cuando Moisés se precipitó a liberar a los hijos de Israel mató a un egipcio y tuvo que escapar solo, únicamente para salvar su vida. Pero tras 40 años de paciencia y humildad, apacentando ovejas en el desierto, con tiempo para escuchar la voz de Dios en vez de sus propios impulsos, estuvo por fin preparado para la labor lenta, laboriosa y paciente del Éxodo. ¡De forma lenta, pero segura!
David se pasó 17 años a las órdenes del rey Saúl, ¡y el Señor le ayudó a aprender muchas cosas observando a Saúl! Éste, presa de sus arrebatos, trató de hacer las cosas apoyado en sus propias fuerzas, ¡pero acabó por darse cuenta de que no eran suficientes! ¡David aprendió que hay que dejar que Dios lo haga todo! ¡Y esperarle!
La paciencia es una de las cosas que con más frecuencia trata Dios de enseñarnos a todos. Así pues, "¡tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna!" (Stg.1:4)
martes, 4 de agosto de 2015
Sigue orando sigue creyendo
Las oraciones fervientes honran a
Dios, y Dios honra las oraciones fervientes. A Dios no lo ofenden tus sueños
más ambiciosos o tus oraciones más fervorosas. […] No hay nada que le
guste más a Dios que cumplir Sus promesas, responder a las oraciones, hacer
milagros y cumplir sueños. Así es Él. Es lo que hace. Y cuánto más ambiciosas
sean nuestras oraciones, mejor, porque lo glorifica aún más. Los mejores
momentos de la vida son los momentos milagrosos en que se cruzan la impotencia
humana y la omnipotencia divina, y esto ocurre cuando pedimos que ocurra lo
imposible e invitamos a Dios a intervenir.
Lo primero que es absolutamente
imperativo entender es esta sencilla pero transformadora verdad: Dios está
contigo. Si no lo crees, entonces tus oraciones serán muy débiles. Si lo crees,
entonces tus oraciones serán contundentes y audaces. Y de una manera u otra,
tus oraciones débiles o las contundentes y audaces cambiarán la trayectoria de
tu vida y te convertirán en dos personas diferentes. Las oraciones son
profecías. Predicen con precisión el futuro de tu vida espiritual. Terminas
siendo un reflejo de tus oraciones. La transcripción de tus oraciones termina
siendo el guión de tu vida.
Cada oración tiene una genealogía.
Los milagros son la consecuencia de las oraciones que hiciste o que alguien
hizo por ti. Y eso debería ser lo único que te motiva a orar.
Dios decidió que ciertas
expresiones de Su poder se manifestaran solo en respuesta a las oraciones.
Dicho de modo claro, Dios no lo hará si no lo pides. No tenemos porque no
pedimos. La peor tragedia de la vida son las oraciones que no se hacen y por lo
tanto no son respondidas.
Lo bueno de todo esto es que si
pides, no hay riesgos. Puedes vivir con una expectativa divina porque no sabes
nunca cómo, cuándo o dónde Dios responderá tu oración. Pero les prometo que
responderá. Y Sus respuestas no están limitadas por tus peticiones. Pedimos con
ignorancia, pero Dios responde con Su omnisciencia. Oramos con impotencia y
Dios responde con Su omnipotencia. Mark
Batterson[1]
*
¿Cuándo oras con todo el corazón?
Me refiero a momentos en los que te desahogas de corazón con el Señor. Deber
haber ciertas ocasiones en las que te imbuyes en el espíritu de la oración.
¿Cuándo rezas fervientemente?
Cuando yo me meto de verdad en el
espíritu de la oración, me conmuevo profundamente, lloro e imploro, hablo en
lenguas y me conecto. Nos hace bien espiritualmente saber que hemos derramado
nuestro corazón al Señor y que lo hemos invocado con todo el corazón.
El Señor quiere que estemos
felices y por lo general lo estamos. Al mismo tiempo debe haber momentos en que
no nos conformamos con las cosas tal y como están, cuando le suplicamos que
cambie una situación complicada, rezamos con fervor y nos desahogamos con Él.
¿Cuándo fue la última vez que lo
hiciste? ¿Cuánto hace que no oras con ese afán? ¿Lo has hecho alguna vez?
¿Cuándo te preocupas de veras por
una situación e imploras de todo corazón? ¿Cuándo te interesas de verdad por
tus hijos, por las personas a quienes apacientas espiritualmente, por las
necesidades del mundo, por los que no son salvos y oras con todo el corazón en
el Espíritu?
La Palabra de Dios dice: «El día
que me invoques con todo el corazón, responderé». David Brandt Berg.
*
En una ocasión le preguntaron a
George Mueller cuánto tiempo pasaba de rodillas. Respondió: «Vivo en un
espíritu de oración. Rezo mientras camino, cuando me acuesto y cuando me
levanto. Y siempre recibo respuestas. Mis plegarias han sido respondidas miles
y decenas de miles de veces. Cuando estoy convencido que algo está bien y es
para la gloria de Dios, oro sin cesar hasta que llega la respuesta.»
*
Esta mañana encontré una notita
que había colocado en mi Biblia hace meses, en la que había escrito una simple
oración pidiéndole a Dios algo que era inalcanzable para mí. Estaba preocupada
(antes de decidir renunciar a mi trabajo) por los asuntos económicos, y la
petición lo reflejaba.
Había escrito unas cinco cosas,
asuntos complicados que le estaba pidiendo a Dios que resolviera. Debo
reconocer que no esperaba respuesta alguna, lo cual descarta la idea de que
Dios solo responde las oraciones que provienen de un corazón expectante.
Realmente estaba abatida, agotada. Y temerosa.
No tenía expectativa alguna, pero esperaba que Dios
se moviera a nuestro favor.
Sabía que debía dar un paso de fe,
y sabía que me estaba aferrando a lo seguro, el salario regular que recibía dos
veces al mes, la cantidad de dinero exacta que me depositaban en la cuenta
bancaria. Me gustan los planes concretos. Y Dios me estaba pidiendo de dejara
el plan concreto para lanzarme hacia algo desconocido.
Me estaba pidiendo que confiara en
Él.
El solo recuerdo de ese momento me
genera preocupación. Me tiemblan los dedos sobre las teclas al mecanografiar
los pensamientos que traen a la memoria aquel momento.
No me gusta arriesgar. Quería saber que no privaría a mis hijos de continuar educándose en la
escuela cristiana que tanto nos gustaba. No podía ser que Dios nos pidiera que
hiciéramos tal cosa. ¿Se habría olvidado de nuestros gastos? Tal vez se había
olvidado que aún estábamos pagando gastos de las tres mudanzas de los últimos
dos años. Tal vez no estaba viendo el panorama general.
Ahora lo recuerdo y me causa risa,
porque esa era mi forma de ver la situación cuando tomé aquella loca decisión.
Como si Dios necesitara que le recordara la realidad de las cosas. Como si Él
no supiera.
Y hoy, meses después, soy una
escritora que enseña arte en su casa, que a veces vende arte impreso y que ha
aprendido que Dios siempre interviene para que se haga Su voluntad en la vida
de uno.
Estaba hojeando la Biblia con una
taza de café en una mano (querido Jesús, te ruego que no me pidas nunca que
deje el café…) y con mi pluma favorita en la otra mano, y esta notita me
saltó a la vista.
Pidiéndole a Dios que interviniera.
Pidiendo bendiciones inalcanzables. Suplicando que ocurriera lo que parecía
imposible. Y mientras la leo, literalmente me quedo pasmada.
Cada una de mis peticiones fue
respondida. Bendiciones inesperadas. Que nos llegaron de maneras muy
inesperadas. Hasta el último detalle… Él me escuchó.
No me vengan a decir que Dios no
existe. No me digan que no responde nuestras plegarias. Ni se les ocurra pensar
que nuestras peticiones a nuestro Padre celestial llegan a oídos sordos, que
flotan en el espacio sideral.
Si lo hacen, les mostraré esa nota
que escribí cuando estaba llena de temores, y les diré: «El me escuchó. Hizo
mucho más de lo que pudiera pedir o pensar. Él me ama.»
Y, ¿sabes algo? También lo hará
por ti.
lunes, 3 de agosto de 2015
El buen Samaritano
EL BUEN SAMARITANO
Recuerdo el primer buen samaritano que conocí. Yo sólo había estado en este mundo tres o cuatro años cuando mi padre falleció dejándonos en la miseria y los acreedores vinieron y se llevaron casi todo lo que teníamos. Mi madre viuda tenía una sola vaca y algunas cositas más, y era una terrible lucha evitar que el hambre llamara a nuestra puerta. Mi hermano fue al pueblo vecino de Greenfield y se empleó en una tienda de comestibles, asistiendo de noche al colegio.
Se sentía tan solo que quería llevarme a mí, pero yo no quería salir de mi casa. Un día frío de noviembre, mi hermano vino y nos dijo que tenía un empleo para mí. Esa noche fue muy larga, pues yo no tenía el menor deseo de alejarme del hogar materno. A la mañana siguiente partimos. Llegamos hasta lo más alto del camino y nos detuvimos para mirar la vieja casa. Yo creía que iba a ser la última vez que vería el viejo hogar. Lloré todo el camino hasta llegar a Greenfield.
Allí mi hermano me presentó a un hombre que era tan viejo que ya no podía ordeñar las vacas ni hacer los trabajos de la chacra. Yo debía ayudarle e ir a la escuela. El hombre parecía de carácter muy agrio. Miré a la viejita, que tenía un aspecto más agrio todavía. Me quedé una hora que me pareció una semana. Entonces fui a ver a mi hermano y le dije que me iba de vuelta a casa.
—¿Para qué quieres volver a casa?
—Porque me siento triste y enfermo.
—Se te va a pasar dentro de algunos días.
—No se me va a pasar nunca. Quiero irme a mi casa.
Entonces mi hermano me dijo que ya era de noche y que me perdería si salía a esa hora. Me asusté y le dije que pospondría la partida hasta el día siguiente. Entonces me llevó a ver las vitrinas de un negocio, donde había cosas interesantes, y trató así de entretenerme.
Pero, ¿qué me importaban a mí esas cosas? Yo quería volver a mi casa con mi madre y mis hermanos; pensé que me estallaría el corazón. Por fin me dijo mi hermano:
—Dwight, allí viene un hombre que te va a dar una moneda.
—¿Cómo sabes que me la va a dar?
—Porque a todos los chicos que recién llegan al pueblo, les da una.
Me sequé las lágrimas, pues no quería que ese señor me viese llorando, y me puse en medio de la vereda para que me viese bien. Recuerdo cómo me miró, mientras venía caminando dificultosamente. ¡Qué rostro alegre tenía! Cuando llegó hasta donde yo estaba, me quitó el sombrero, me puso la mano en el hombro, y le dijo a mi hermano:
—Es un muchacho recién llegado, ¿verdad?
—Sí, señor; llegó hoy.
Entonces comencé a observarlo para ver si me daba la moneda. Pero comenzó a hablar y lo hizo con tal bondad que me olvidé de ella. Me habló del único Hijo de Dios, enviado al mundo, y de cómo los hombres malvados lo mataron; me dijo que murió por mí. Sólo me habló durante algunos minutos, pero me cautivó completamente. Después de este pequeño sermón metió la mano en el bolsillo y sacó una moneda de cobre, nuevecita, una moneda que parecía de oro. Me la dio, y nunca me he sentido tan rico como en ese instante.
No sé qué suerte corrió aquella moneda. Siempre lamento no haberla conservado. Pero hasta el día de hoy me parece sentir la mano de ese buen samaritano sobre mi cabeza. Han pasado 50 años y todavía puedo oír sus palabras llenas de dulzura. Esa moneda me ha costado muchos dólares. Nunca he podido andar por las calles de este país o de otro, sin meter la mano en el bolsillo y sacar monedas para todos los chicos pobres que encuentro en el camino. Pienso en la manera en que el anciano me quitó una carga a mí y yo también quiero ayudar a quitar las cargas de los demás.
¿Quieres parecerte a Jesús? Ve y busca alguien que haya caído, abrázalo y levántalo hacia el Cielo. El Señor te ha de bendecir en ese mismo instante. Que Dios nos ayude a ser y hacer como el buen samaritano.
Dwight L. Moody
Recuerdo el primer buen samaritano que conocí. Yo sólo había estado en este mundo tres o cuatro años cuando mi padre falleció dejándonos en la miseria y los acreedores vinieron y se llevaron casi todo lo que teníamos. Mi madre viuda tenía una sola vaca y algunas cositas más, y era una terrible lucha evitar que el hambre llamara a nuestra puerta. Mi hermano fue al pueblo vecino de Greenfield y se empleó en una tienda de comestibles, asistiendo de noche al colegio.
Se sentía tan solo que quería llevarme a mí, pero yo no quería salir de mi casa. Un día frío de noviembre, mi hermano vino y nos dijo que tenía un empleo para mí. Esa noche fue muy larga, pues yo no tenía el menor deseo de alejarme del hogar materno. A la mañana siguiente partimos. Llegamos hasta lo más alto del camino y nos detuvimos para mirar la vieja casa. Yo creía que iba a ser la última vez que vería el viejo hogar. Lloré todo el camino hasta llegar a Greenfield.
Allí mi hermano me presentó a un hombre que era tan viejo que ya no podía ordeñar las vacas ni hacer los trabajos de la chacra. Yo debía ayudarle e ir a la escuela. El hombre parecía de carácter muy agrio. Miré a la viejita, que tenía un aspecto más agrio todavía. Me quedé una hora que me pareció una semana. Entonces fui a ver a mi hermano y le dije que me iba de vuelta a casa.
—¿Para qué quieres volver a casa?
—Porque me siento triste y enfermo.
—Se te va a pasar dentro de algunos días.
—No se me va a pasar nunca. Quiero irme a mi casa.
Entonces mi hermano me dijo que ya era de noche y que me perdería si salía a esa hora. Me asusté y le dije que pospondría la partida hasta el día siguiente. Entonces me llevó a ver las vitrinas de un negocio, donde había cosas interesantes, y trató así de entretenerme.
Pero, ¿qué me importaban a mí esas cosas? Yo quería volver a mi casa con mi madre y mis hermanos; pensé que me estallaría el corazón. Por fin me dijo mi hermano:
—Dwight, allí viene un hombre que te va a dar una moneda.
—¿Cómo sabes que me la va a dar?
—Porque a todos los chicos que recién llegan al pueblo, les da una.
Me sequé las lágrimas, pues no quería que ese señor me viese llorando, y me puse en medio de la vereda para que me viese bien. Recuerdo cómo me miró, mientras venía caminando dificultosamente. ¡Qué rostro alegre tenía! Cuando llegó hasta donde yo estaba, me quitó el sombrero, me puso la mano en el hombro, y le dijo a mi hermano:
—Es un muchacho recién llegado, ¿verdad?
—Sí, señor; llegó hoy.
Entonces comencé a observarlo para ver si me daba la moneda. Pero comenzó a hablar y lo hizo con tal bondad que me olvidé de ella. Me habló del único Hijo de Dios, enviado al mundo, y de cómo los hombres malvados lo mataron; me dijo que murió por mí. Sólo me habló durante algunos minutos, pero me cautivó completamente. Después de este pequeño sermón metió la mano en el bolsillo y sacó una moneda de cobre, nuevecita, una moneda que parecía de oro. Me la dio, y nunca me he sentido tan rico como en ese instante.
No sé qué suerte corrió aquella moneda. Siempre lamento no haberla conservado. Pero hasta el día de hoy me parece sentir la mano de ese buen samaritano sobre mi cabeza. Han pasado 50 años y todavía puedo oír sus palabras llenas de dulzura. Esa moneda me ha costado muchos dólares. Nunca he podido andar por las calles de este país o de otro, sin meter la mano en el bolsillo y sacar monedas para todos los chicos pobres que encuentro en el camino. Pienso en la manera en que el anciano me quitó una carga a mí y yo también quiero ayudar a quitar las cargas de los demás.
¿Quieres parecerte a Jesús? Ve y busca alguien que haya caído, abrázalo y levántalo hacia el Cielo. El Señor te ha de bendecir en ese mismo instante. Que Dios nos ayude a ser y hacer como el buen samaritano.
Dwight L. Moody
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