UN BUEN NEGOCIO
Una señora acomodada que se volvió
creyente, ya entrada en años, iba caminando por la calle con su nieta. Al
aproximárseles un mendigo, lo escuchó atentamente. Acto seguido sacó un billete
de su cartera y se lo entregó. En la esquina siguiente se encontraba una
voluntaria del Ejército de Salvación, a la cual la señora también le dejó un
donativo. Su nieta la miró con curiosidad y le dijo:
—Abuela, supongo que desde que sigues a
Jesús has perdido mucho, ¿no?
—Así es —dijo la señora—. He perdido mi
mal genio, el pésimo hábito de criticar a los demás y mi tendencia a gastar el
tiempo libre en frívolos acontecimientos sociales y otros placeres que no
tienen ningún sentido. También he perdido un espíritu de codicia y egoísmo. No
te quepa duda de que he perdido mucho.
¡Pero lo que he obtenido a cambio no
tiene precio!: paz interior, la facultad de orar con eficacia, un Amigo que
siempre me acompaña, que me conoce, me ama y me protege; satisfacción y
riquezas espirituales que ni sabía que existían; una fe que no da cabida al
temor; la promesa de un hermoso Hogar celestial cuando tenga que abandonar éste
que tengo en la Tierra, ¡y mucho más! Estoy feliz con lo que he perdido, y lo
que he ganado ¡es incalculable!»
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