miércoles, 5 de agosto de 2015

Esperar y aprender a ser pacientes es parte de nuestra formación.

     En la Biblia abundan los casos de hombres pacientes: ¡Job, Moisés, o David! ¡Job lo perdió todo! La familia, la fortuna, y al final, la salud, ¡todo! Pero no dejó de creer y de obedecer, diciendo: "Aunque Él me matare, ¡en Él esperaré!" (Job.13:15) ¡Aguantó, dispuesto a no rendirse! "¡La paciencia de Job!" (Stg.5:11) ¡Un ejemplo aleccionador para las generaciones venideras!
     Cuando Moisés se precipitó a liberar a los hijos de Israel mató a un egipcio y tuvo que escapar solo, únicamente para salvar su vida. Pero tras 40 años de paciencia y humildad, apacentando ovejas en el desierto, con tiempo para escuchar la voz de Dios en vez de sus propios impulsos, estuvo por fin preparado para la labor lenta, laboriosa y paciente del Éxodo. ¡De forma lenta, pero segura!
     David se pasó 17 años a las órdenes del rey Saúl, ¡y el Señor le ayudó a aprender muchas cosas observando a Saúl! Éste, presa de sus arrebatos, trató de hacer las cosas apoyado en sus propias fuerzas, ¡pero acabó por darse cuenta de que no eran suficientes! ¡David aprendió que hay que dejar que Dios lo haga todo! ¡Y esperarle!
     La paciencia es una de las cosas que con más frecuencia trata Dios de enseñarnos a todos. Así pues, "¡tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna!" (Stg.1:4)

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