viernes, 4 de septiembre de 2015

Cuando estamos en problemas



Las tribulaciones presentan una ventaja: nos acercan a Jesús, nuestro Salvador y Amigo, y en consecuencia nos unen también a Dios. A raíz de los desasosiegos acudimos a Sus brazos en busca de seguridad y cobijo. Hallamos eso y mucho más. Él nos ama con un amor eterno e inalterable. Tiene mucho que prodigarnos y quiere prestarnos Su ayuda de mil maneras. Anhela pasar tiempo con nosotros y que vivamos muy unidos a Él, siempre a Su lado, para instruirnos y hacernos más semejantes a Él.

Lamentablemente, la naturaleza humana es tal que cuando todo marcha bien, no sentimos el apremio de acudir a Dios en procura de fuerzas y auxilio. Cuando todo sale tal como queremos, en muchos casos nos hacemos la idea errónea de que somos fuertes y autosuficientes, de que no necesitamos al Señor.  Como nuestra vida transcurre felizmente y gozamos del éxito, nos imaginamos que  no nos hace falta ayuda ni tampoco interferencias de ninguna clase.

No nos damos cuenta de lo que nos perdemos; pero Él sí. Sabe bien que lo necesitamos y que nos podría ofrecer una vida mucho más rica si dependiéramos de Él.

Dios quiere enseñarnos que debemos apoyarnos en Él y echar mano de Su fuerza, la cual es infinitamente mayor que la nuestra. Pero ¿cómo puede otorgárnosla si no le hacemos caso o no le damos cabida en nuestra vida?
 

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