DIOS AMA AL DADOR ALEGRE
La
inseguridad económica es un mal que afecta a cada vez más personas. La quiebra
de empresas e instituciones financieras es hoy pan de cada día. No es de
sorprenderse, pues, que tanta gente ande preocupada y angustiada por la
vulnerabilidad de sus medios de sustento y el futuro de su hogar.
En
épocas de dificultad y de incertidumbre es lógico preocuparse antes que nada
por la propia familia. Si hasta hace poco apoyabas económicamente a tu iglesia
o a diversas instituciones de caridad, puede que ahora —ante las sombrías
perspectivas de cara al porvenir— dudes de la sensatez de practicar la
generosidad y la beneficencia.
La
verdad de las cosas es que si quieres contar con la bendición de Dios, la
generosidad sigue tan vigente como siempre: «Dios ama al dador alegre» (2
Corintios 9:7). Ese es uno de los pilares del plan económico de Dios. Es más,
Él ha dispuesto que el camino de la abundancia se labre con liberalidad. Su
Palabra dice: «El alma generosa será prosperada» (Proverbios 11:25).
Naturalmente,
es posible que esa prosperidad no siempre sea en sentido material. Hace
poco me enteré del caso de una mujer que contribuyó con 10 dólares al mes
para el mantenimiento de un niño pobre de la India. A través de la organización
Save the Children aportó mensualmente esa suma hasta que el niño cumplió
18 años. Cada tanto el chico le enviaba notas de agradecimiento e
intercambiaban correspondencia. Treinta años más tarde la señora recibió una
llamada de él y se conmovió hasta las lágrimas cuando supo que, gracias a ella,
él había podido estudiar, se había convertido en un exitoso empresario y estaba
contribuyendo para la manutención de 1.000 niños pobres. Todo gracias a que
ella lo ayudó con esos 10 dólares al mes.
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