Marie Story
En más de una ocasión la Biblia habla de
los chismes y los compara con incendios. Santiago 3:5 dice: «La lengua es un
miembro pequeño pero se jacta de grandes cosas. He aquí, cuán grande bosque
enciende un pequeño fuego.»
Chismorrear es un hábito sutil. Los
chismes nos hacen sentir superiores porque desprecian a los demás. También nos
satisfacen porque dan la impresión de que sabemos más que otros. No parece gran
cosa y es fácil caer en ello. Me imagino que casi todos podemos recordar alguna
ocasión en la que hablamos mal de otros, aunque no fuera nuestra intención.
¿Qué tiene de malo? No es para tanto.
Para empezar, los chismes pueden
destruir amistades. Proverbios 16:28 dice: «El hombre perverso levanta
contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos.» Cuando hablamos
negativamente de otros, solemos hacerlo con desprecio, perdemos el respeto por
la persona. Y cuando sabes que se corren rumores sobre ti, puede dañar
seriamente tus relaciones con los demás.
Los chismes también destruyen la
confianza. ¿Alguna vez
le confiaste algo a un amigo y luego te enteraste que era información pública?
De ser así, me imagino que esa fue la última vez que confiaste en ese amigo.
Recuerda que si alguien te habla de otros,
es probable que también hable sobre ti. Una vez me senté a charlar con
una amiga y la conversación se centró en asuntos ajenos. Escuché de una persona
tras otra, y esta amiga no paraba de revelar información personal de otros. De
pronto me puse a pensar qué diría de mí en sus conversaciones con otras
personas. De ahí en adelante tuve mucho cuidado con lo que le contaba.
Proverbios 11:12 dice: «El que anda
en chismes descubre el secreto; más el de espíritu fiel lo guarda todo.» Si
eres un conocido chismoso, no confiarán en ti mucha información por temor a que
lo cuentes a otros.
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