miércoles, 18 de mayo de 2016

SEPARADOS DE MÍ NADA PODEÍS HACER

SEPARADOS DE MÍ NADA PODEÍS HACER

Aquí está el quid del asunto: Tú mismo no lo puedes lograr. Lo único que tienes que hacer es entregarle tu vida, tus pensamientos, tu corazón y tu todo al Señor y dejar que Él se encargue. Cuando finalmente llegamos a ese extremo, nos entregamos, cedemos y permitimos que Dios se encargue de todo, entonces Él tiene la oportunidad de intervenir y hacerlo. Él quiere hacerlo, quiere demostrarnos que nosotros no podemos y que la gloria debe ser para Él.
Así es: todo es para la gloria de Dios. Claro que tú no puedes hacerlo. No puedes salvarte a ti mismo. No puedes vivir como un buen cristiano. No puedes ser bueno. No puedes hacer nada sin Jesús. Él mismo lo dijo: «Separados de Mí, nada podéis hacer».
Cuando Pedro empezó a ver las olas y a mirarse a sí mismo, empezó a hundirse. Si empezamos a mirarnos a nosotros mismos, nos derrumbamos. Tenemos que mantener los ojos en Jesús.
Tú nunca lo podrás hacer. Pero Dios lo hará en ti. «Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad. De eso se trata.«Cuando abunda el pecado, sobreabunda la gracia».
Todo tiene que ser un milagro de la gracia de Dios. Lo que haces por el Señor, las tareas que desempeñas cada día para Él, tus pensamientos, tu amor por Él y por el prójimo, tu desinterés, sacrificio y vida de servicio, todo es un milagro de Dios. Es obra de Dios.
Es mejor que seamos débiles para que Él pueda ser fuerte en nosotros. «Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros». Cuanto más débiles seamos nosotros, más manifiestos quedan Su poder, Su excelencia y Su fuerza en vasos tan débiles. 

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