jueves, 31 de agosto de 2017

Aprender sobre misericordia y gracia

Aprender sobre misericordia y gracia

Tommy Paluchowski

He llegado al punto en que ya no puedo hacer mucho solo.*
No puedo trabajar. No puedo ganar dinero. No puedo hablar. No puedo comunicarme.
No puedo satisfacer a mi esposa. Ni puedo hacer que se quede conmigo.
No puedo escribir fácilmente. Me demoro mucho tiempo en escribir una frase. Ya no puedo compartir historias porque tengo dificultad para pronunciar ciertas palabras.
Sin embargo, puedo recordar el pasado distante, y recuerdo el día de mi salvación. Pero no puedo recordar para qué vine a la cocina.
Puedo comer pero no puedo disfrutar de la comida en un restaurante. A menos que fuera aceptable comer con las manos como era el caso en África, un lugar que lamentablemente tuve que dejar.
Puedo ir a ver a un médico, pero no me puede mejorar la salud. Tampoco puedo curarme yo. No me puedo ayudar a mí mismo.
No puedo hacer nada importante. Solo puedo hacer lo indispensable, y solo puedo hacerlo lentamente y una cosa a la vez.
Nunca antes estuve en esta situación.
Tengo miedo y estoy solo. Parece que llegué al final de mi camino.
Estoy cara a cara con mis pesares.  No tengo a nadie a quien culpar sino a mí mismo.
Tampoco hay nadie que me ayude.
«Te entrego todo a ti» ha cobrado un nuevo significado en mi vida.
De verdad pensé que uno de estos días muy pronto me acostaría en la cama y le diría adiós a este hermoso, pero al mismo tiempo, cruel mundo.
Y justo cuando estaba a punto de darme por vencido, alguien me sorprendió.
Sin previo aviso, una elegante silueta se apareció en mi puerta. De repente la Gracia se tornó en algo muy real para mí. Tan tangible que sentí como si estuviera físicamente presente. Bueno, casi. Aún así, puedo apostar que la vi una vez.
Por primera vez la Gracia representó más para mí que simplemente el perdón. Nunca antes me había dado cuenta de que ella tenía muchos otros dones y habilidades también.
Uno de los dones asombrosos es su habilidad para enseñarme a aceptar lo que sucede en mi vida con paz en lugar de temerosa ansiedad.
Con su presencia me empecé a sentir seguro en los malos momentos de la vida e incluso empecé a alabar a Dios por todo. Lo que más me sorprendió fue mi sinceridad al hacerlo.
Dios se había convertido en mi única solución. Sentí como si Él se hubiera entregado a sí mismo como un regalo a la medida para mí. Solo tuve que vaciar el corazón, la mente y las manos para recibirlo.
Siempre pensé que ya conocía a Gracia. Pero su sorprendente presencia generó una nueva conciencia, un nuevo descubrimiento. Ella trajo consigo sensaciones completamente nuevas. Honestamente, fue un encuentro que transformó mi vida.
«Por Su gracia» cobró sentido auténtico para mí de una nueva forma indescriptible.
Ahora me estoy volviendo adicto a ella. No me siento capaz de lograr nada si la presencia de mi nueva amiga. Algunos lo considerarán un signo de debilidad, pero creo que así debe ser.
Orar de rodillas ahora tiene sentido, mientras que antes lo consideraba demasiado piadoso. Me ayuda a mantener mi mente encauzada.
Gracia tiene una hermana. Se llama Misericordia. Creo que son gemelas, pero nunca les he preguntado.
También me viene a visitar cada día. Inmediatamente nuestra relación se tornó en amistad, y yo soy el principal beneficiado de esta relación desigual.
A veces lo único que hacemos es mirarnos a los ojos, y con eso nos comunicamos lo suficiente. Sus ojos tranquilizadores y amables me dan el consuelo que necesito.
Es vergonzoso para un hombre adulto reconocerlo, pero la actitud considerada y perdonadora de Misericordia a veces me emociona hasta las lágrimas.
Reconozco que antes de mi condición actual no tenía mucho contacto con ninguna de las dos hermanas. No pensaba mucho en ellas. Supongo que no había necesidad.
A pesar de mi actitud, ambas vinieron a ayudarme en mi debilitante estado.
Aparecieron ambas en mi espacio personal para ayudarme a solucionar los problemas que empezaron a invadir mi vida. Gracias a la intervención de ellas, mi vida dio un vuelco total. Me ayudaron a resolver el remordimiento del pasado y a deshacerme de mi desorden intelectual.
¿No lo podría haber hecho por mi cuenta? ¿No podría haber limpiado mi vida en preparación para la visita de las hermanas?
Si hubiera podido hacerlo solo, no las hubiera necesitado.
Además, nadie en su sano juicio voluntariamente limitaría su capacidad con la finalidad de cumplir con el objetivo de tocar fondo. ¿Para qué? ¿Para aprender lo significativas e indispensables que son Misericordia y Gracia? Eso sería contradictorio e ilógico.
¿Estoy contento con lo que me ha sucedido? Sorprendentemente, sí.
Gracias a Misericordia y Gracia mi perspectiva, mi actitud y mi canción han cambiado, aunque no las circunstancias.
He llegado al punto en que ya no puedo hacer mucho solo.
Nunca antes estuve en esta situación.
Pero no tengo miedo y no estoy solo. Parece que estoy llegando al final de mi camino, pero ya no me importa.
Ya no estoy cara a cara con mis pesares. No tengo necesidad de culpar a nadie.
Gracia y Misericordia vinieron a ayudarme.
«Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte»[1].

lunes, 28 de agosto de 2017

¡El molino de los juicios de Dios gira despacio, pero seguro!

¡El molino de los juicios de Dios gira despacio, pero seguro!

     Dios actúa con cierta lentitud, pero muy concienzudamente. Sus juicios son como dos grandes ruedas de molino que pulverizan el grano. Este se vierte en un orificio de la piedra superior, que gira continuamente y hace que el grano molido se desplace desde el centro hasta los bordes de la piedra. Cuando el grano llega al borde lo hace en forma de polvo muy fino; ya no es grano, sino harina. Si bien a veces los molinos de la justicia divina parecen moler muy lentamente, terminan por moler muy finamente. ¡Así pues, quien no quiera ser quebrantado sobre la Roca de Dios, hallará algún día que la Roca cae sobre Él, reduciéndolo a polvo que los vientos de Sus juicios se llevarán, y su lugar no lo conocerá más! (Mat.21:44)
     ¡Pero demos gracias a Dios porque "el juicio comienza por la casa del Señor"! (1Pe.4:17) Nosotros somos la Casa del Señor y ya hemos sido juzgados por Él, porque lo hemos recibido y aceptado como pago de nuestros pecados. Por eso, ya no tendremos que sufrir los juicios físicos que caerán sobre el mundo y los que no hayan sido salvos (1Cor.11:31, 32). ¡Gracias, Jesús, por haber recibido el castigo en lugar nuestro! 

viernes, 25 de agosto de 2017

Tomar decisiones que honren a Dios: Averiguar la voluntad divina

Tomar decisiones que honren a Dios: Averiguar la voluntad divina

Peter Amsterdam

No hemos cesado de orar por ustedes, pidiendo que sean llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual, para que anden como es digno del Señor, haciendo en todo, lo que le agrada, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios.  Colosenses 1:9-10[1]
Uno de los rasgos de la humanidad, como seres creados a imagen de Dios, es el libre albedrío, que incluye la capacidad de tomar decisiones y el responsabilizarnos de las consecuencias de las mismas. Aprender a tomar decisiones que glorifiquen a Dios y que cumplan Su voluntad en nuestra vida puede resultar muy difícil a veces; el proceso de descubrir Su voluntad y esperar a que nos comunique soluciones y guía pone a prueba nuestra fe y la hace crecer.
La decisión más importante de nuestra vida es la de recibir a Jesús como Salvador y aceptar la salvación que Él nos regala, pues determina nuestra relación eterna con Dios y Su reino. Se trata de una decisión fundamental que define nuestro presente y nuestro futuro, además de redefinir nuestro pasado al anular los cargos contra nosotros, que nos eran adversos, «clavándolo[s] en la cruz»[2].
La decisión de aceptar a Cristo como Salvador solo la podemos tomar nosotros; invitar a Jesús a entrar en nuestro corazón y participar en nuestra vida es una decisión voluntaria. Sin embargo, con la salvación no se acaba todo: después que entregamos nuestra vida al Señor, nos enfrentamos a diario a numerosas decisiones sobre cómo alimentar nuestra fe por medio del estudio de Su Palabra y vivir según Sus mandamientos y guía.
Para los cristianos, tomar decisiones debe ser un proceso relacional en el que intervenga Dios; para ello le presentamos todas nuestras ansiedades, sabiendo que Él cuida de nosotros[3]. Nos ha dicho que nos acerquemos a Él y «razonemos»[4], con lo que expresa Su deseo de conversar con nosotros. Quiere estar presente y participar en la conversación cuando tomamos decisiones, y ha prometido que Su Espíritu en nosotros nos guiará a toda la verdad[5].
Como cristianos, a lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a decisiones trascendentales que influyen en nuestro futuro: está la elección de una profesión, de la persona con quien nos casaremos, de la forma de criar a nuestros hijos, del país en que viviremos, y las decisiones sobre nuestro grado de compromiso con nuestra fe y de participación en la obra de Dios. Uno de los pasos más importantes para averiguar la voluntad divina y tomar decisiones acertadas consiste en tener presente a Dios y encomendarle nuestros caminos. «Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él hará derechas tus veredas. Encomienda al Señor tu camino, confía en Él, que Él actuará»[6].
Para aprender a tomar decisiones que honren a Dios y estén en consonancia con Su voluntad y mandamientos suele ser necesario pasar por períodos de reflexión, de oración ferviente y de pruebas. A veces cuesta determinar cuál es la voluntad de Dios en cierta situación o qué decisión conducirá a los mejores resultados. En esos casos, es posible que deseemos que un rayo ilumine el cielo, o que alguna fuerza nos tire al suelo, como le ocurrió al apóstol Pablo, a fin de disponer de una señal precisa, infalible. Sin embargo, muy a menudo la voz de Dios es tan suave que si no nos tranquilizamos, abrimos nuestra mente y prestamos oído, puede pasar inadvertida.
El Señor le ordenó: «Sal y preséntate ante Mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí». Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo.  1 Reyes 19:11-12[7]
¿En qué consiste nuestra función en el proceso de toma de decisiones? ¿Cómo podemos hacer todo lo posible por tomar decisiones acertadas, acallar nuestro espíritu para oír la voz de Dios y determinar la mejor opción en decisiones que de algún modo vayan a alterar el curso de nuestra vida? La Palabra de Dios nos dice: «Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada»[8].
Él nos creó a Su imagen, somos seres racionales capaces de tomar decisiones voluntarias y de optar por poner a Dios en el centro de nuestra vida. Esa es una forma de amar a Dios con toda nuestra mente: tomar reflexivamente la decisión de amarlo, de permitir que ocupe un lugar central en nuestra vida y nuestros deseos, y de procurar glorificarlo en todas nuestras decisiones y acciones. Si amamos a Dios de esa manera, racionalmente, con una mente resuelta y con el compromiso interior de seguirlo a donde sea que nos lleve, estamos en condiciones de verificar la voluntad de Dios, tal como Pablo explica en Romanos: «Transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto»[9].
Ese versículo indica que a menudo puede ser necesario probar algo para determinar por medio de la experiencia si es la voluntad de Dios. Es posible que la decisión que tengamos delante no esté lo suficientemente clara como para saber con absoluta certeza cuál es el mejor camino. Quizá tenemos que decidir si vamos a invertir en un negocio, o iniciar una nueva modalidad de evangelización, o poner a nuestros hijos en tal colegio, o mudarnos a un nuevo barrio. Hemos acudido al Señor para que nos dé sabiduría y orientación. Hemos evaluado las ventajas y desventajas. Hemos hecho un análisis minucioso de la situación. Hemos pedido asesoramiento a personas que están en condiciones de darnos buenos consejos. Sin embargo, es posible que aun así no estemos cien por cien seguros de la decisión, pese a que se está acabando el plazo para tomarla. En situaciones como esa, es posible que sientas que Dios te está empujando a dar un paso y tomar una decisión preliminar, al tiempo que te dejas un espacio para la etapa de verificación y te reservas el derecho de alterar el rumbo si la dirección propuesta no resulta ser la voluntad de Dios en tu caso.
Después de dar ese paso de tomar una decisión preliminar, a menudo sucederá que el Señor la confirmará, o bien surgirán nuevos factores que arrojarán luz sobre la situación. En cada nueva encrucijada en que te encuentres en la ruta hacia la decisión final, es posible que tengas que volver a examinar las circunstancias y orar de nuevo antes de dar el siguiente paso. Es posible que tengas que ajustar el rumbo que te has trazado cuando veas que las coordenadas de tu decisión original, a pesar de hallarse en términos generales en la dirección correcta, deben afinarse para apuntar directamente a tu destino final. Tomar decisiones es a menudo un proceso en el que intervienen muchas decisiones, no solo una; y cada decisión sienta las bases para las siguientes.
La mayoría preferiríamos que Dios nos diera instrucciones que no dejaran lugar a dudas. Sin embargo, parece que Él a menudo quiere que hagamos el trabajo de buscar de todo corazón Su voluntad, investigar, analizar, evaluar y aprovechar todos los medios que estén a nuestro alcance para tomar decisiones prudentes que lo honren. Parece ser que Él rara vez hace por nosotros lo que somos capaces de hacer por nosotros mismos. Yo he comprobado que las mejores decisiones que tomo suelen ser las que tomo en conjunción con Él, cuando hago la tarea preparatoria de analizar las posibilidades y opciones, de sopesar las ventajas y desventajas de cada una, al tiempo que busco Su guía y Su opinión orando y escuchándolo.
Tomar decisiones que honren y glorifiquen a Dios es una forma de demostrarle que lo amamos con todo nuestro corazón, alma y mente. Aunque a la mayoría nos cuesta asumir la seria responsabilidad de tomar decisiones que se ajusten a Su voluntad, estas constituyen una oportunidad de glorificarlo. Si le reservamos un lugar central en nuestra vida, lo reconocemos en todos nuestros caminos y nos encomendamos a Él, podemos tener la confianza de que nos guiará y nos ayudará a discernir cuál es Su voluntad y a tomar decisiones prudentes.

miércoles, 23 de agosto de 2017

¡La primera impresión suele ser correcta, si verdaderamente escuchas al Señor!

¡La primera impresión suele ser correcta, si verdaderamente escuchas al Señor!

     Si amas al Señor, estás lleno de Su Espíritu y buscas sinceramente Su voluntad, normalmente la primera reacción que tengas frente a algo será acertada. Dios es el primero en hablar. Puede que sólo sea esa "voz suave y apacible" que resuena en tu interior; a veces ni siquiera como palabras, sino solamente como una sensación (1Re.19:12). Dios no necesita siquiera comunicarse con palabras. Puede inspirarte un simple presentimiento, una imagen o una idea.
     Si te sujetas a Su voluntad y obedeces, tendrás una vía de comunicación muy clara y obtendrás una imagen nítida y precisa. Cuando estás en armonía con el Espíritu, escuchas del Espíritu de Dios las respuestas acertadas. Así que ponte en sintonía y el Señor te llenará todo: ¡la mente, el corazón, los oídos, los ojos! No sólo debes entrar en oración, sino también en el Espíritu, y el Señor te dirá lo que debas hacer.
     Todo lo que necesitas es fe. Cuando le pidas una respuesta al Señor, cuenta con ella y acepta lo primero que venga. ¡Si realmente crees y le pides una respuesta al Señor, y quieres escuchar o ver, no te defraudará! ¡Y lo que veas o escuches con los ojos u oídos de tu espíritu, vendrá del Señor! ¡Cuenta con que Dios responderá!

martes, 22 de agosto de 2017

Las tres famosas preguntas de la vida


Las tres famosas preguntas de la vida

Por Dante Gebel

Todavía ME PARECE ESTAR VIVIENDO el momento de las tres famosas preguntas de la vida. 

Todos nos las hicimos alguna vez, O, por lo menos, todos tuvimos alrededor de trece años de edad., y un buen día las tres grandes interrogantes de la vida hacen que cualquier problema de las Naciones Unidas queden a la altura de un juego de niños. Esfuerza tu memoria y recuerda la mañana en que no te gustó lo que viste en el espejo, y entonces… las tres preguntas. Aparecen sin aviso y sin que las esperes, Es casi injusto que nuestra tranquila Juventud un día se vea perturbada por tres sencillas interrogantes que determinarán nuestro futuro: «¿A qué me voy a dedicar?» «¿Con quién me voy a casar?» y «¿Para que Dios me va a usar?» Trabajo. Matrimonio. Ministerio, Demasiado para una sola mañana.
Es posible que te hayas hecho estas preguntas al cumplir tus primeras dos décadas de existencia, o tal vez en la mitad de tu vida, pero inevitablemente has pasado por esa experiencia. A los trece… o a los cincuenta. Y para afrontar esas cuestiones, uno debe tener una estima de sí mismo saludable. Y ese no fue mi caso. Tengo varias preguntas que le haré al Señor cuando llegue al cielo, y ninguna de ellas tiene que ver con lo teológico. Una de ellas es por que razón tuve que padecer tantos complejos durante mi adolescencia; y aunque para algunos le suene a trivialidad, para mí significó, entre otras cosas, no poder responder a ninguna de dichas tres preguntas. Por alguna curiosa razón me costaba horrores engordar y gozar de un peso normal, lo que me transformaba en alguien extremadamente delgado; y si a eso le sumaba una nariz prominente, tenía frente al espejo a un acomplejado con el amor propio hecho trizas.
Todos los que pasamos por la escuela secundaria conocemos la regla número uno de la popularidad: ¡ser un genio en los deportes! A tus compañeros no les interesa si eres bueno en el examen de Historia o si logras una buena calificación en Trigonometría; lo que realmente impacta es que demuestres que el país esta gestando un futuro futbolista. Nunca entendí esa teoría estudiantil y mucho menos entendí el fútbol ni ningún deporte que implique un esfuerzo mayor a levantar un papel del piso; así que, como estarás suponiendo, no fui popular y nunca me eligieron para jugar ningún deporte. A la hora de armar los equipos de fútbol, siempre quedaba fuera de cualquier posible elección.
Así que yo no podía darme el lujo de pensar a qué iba a dedicarme; estaba demasiado preocupado por mi físico exiguo como para inquietarme por un oficio, un matrimonio o un ministerio.
Nunca olvidare esos días, y tampoco creo que Dios me permitirá hacerlo. Hoy puedo saber perfectamente cómo sufren las chicas con exceso de peso, los muchachos con anteojos, los demasiados altos para su edad, los de baja estatura, los de dientes con frenos o los muy delgados como yo. Cuando uno pasa por esas noches de autoestima destrozada, no las olvida con facilidad. Me ha tocado ministrar a personas con mas de cuarenta años que viven amarradas a
Complejos del pasado. Son dueños de un potencial increíble, pero las heridas del pasado (superficiales o profundas) no les han permitido alcanzar la plenitud de sus vidas. Quizás pertenezcas a ese grupo, o conozcas a alguien que sufrió el ser diferente a la mayoría, pero cualquiera que sea tu situación, espera a que te cuente la historia mas inquietante que jamás hayas oído.
Del palacio al silencio
Esa mañana pudo haber sido una cualquiera. El niño se despertó en su cuna real y alguien le acercó su biberón real. Tenía cinco años de edad y todos en el enorme palacio decían que sería tan buen mozo como su padre.
«Y tan alto como el abuelo», comentaba un cortesano. Era un niño con un futuro prometedor, hijo del príncipe y nieto del rey, nada menos. Tenía un gran parecido con el Ricky Ricon de Hollywood; todo a sus pies, solo tenía que pedirlo.
Pero esa mañana algo interrumpió el desayuno real de nuestro futuro rey; una tragedia, algo inesperado. De pronto el palacio se transformó en un caos. Un mensajero con una mala nueva, y después lo impredecible; gritos, estupor y ruidos poco familiares que el niño de cinco años no alcanzaba a comprender.
«¡El rey y el príncipe han muerto en la batalla’» El niño no conoce el significado de la noticia, o por lo menos no percibe que su futuro va a cambiar de rumbo en los próximos minutos; después de todo, el no tiene por qué saber que ahora comenzará la cacería de brujas. Nadie jamás le dijo lo que podría suceder si su padre y su abuelo murieran el mismo día; es que esas cosas ni siquiera se comentan. .. Hasta que suceden. El no entiende que, al morir el rey, su vida corre un serio peligro, así que no es sorprendente que en medio del alboroto siga jugando con sus juguetes reales.
Pero la nodriza entiende algo más sobre reyes, palacios y herederos al trono; así que toma al niño en sus brazos y corre desesperadamente hacia el bosque. El muchachito tiene cinco años y no tiene la culpa de que su padre y su abuelo hayan muerto en una batalla, un niñito no merece morir por intereses monárquicos.
Pero hubo un error. Un maldito error que el niño no olvidaría por el resto de su vida. La nodriza tropieza y el principito rueda por el piso. Un seco «crac» deja estupefacta a la mujer, y el niño no para de llorar: sus frágiles tobillos están ahora quebrados.
Esta no es una historia justa; el mismo día que queda huérfano de padre y abuelo, abandona el palacio y un tropiezo de quien lo transportaba lo transforma en un tullido, un lisiado, un minusválido por el resto de su vida.
La historia narra que jamás volvió a caminar y que tuvo que vivir incomunicado en el cautiverio, en un sitio llamado Lodebar, el lugar donde los sueños mueren y los reyes se transforman en mendigos.
Ahora ha pasado algún tiempo y el niño ya no tiene cinco años, posiblemente tiene trece o diecisiete, o tal vez treinta. Y llega la mañana de las famosas tres preguntas de la vida: trabajo, matrimonio, ministerio. Pero tampoco le gusta lo que ve en el espejo, y alguien le susurra en el oído que «carece de méritos para responder a las tres interrogantes. No califica.
Se pasó la niñez observando como otros niños jugaban fútbol, trepaban a un árbol o simplemente corrían detrás de un perro vagabundo. El estaba tullido por un error.
Los muchachos crecieron, tuvieron novias, alardearon sobre las chicas de sus sueños y dieron su primer beso. El apenas si podía imaginarlo, estaba minusválido porque alguien lo había dejado caer. Su vida social estaba dañada; pudo haber sido un rey que con solo chasquear sus dedos habría tenido un harén a su alrededor, pero era paralítico… de los pies y del alma. Se llamaba Mefí Bosset.
El relato nos sorprende porque posiblemente todos tenemos una historia triste para contar. Nuestra vida marcha correctamente hasta que un día, sin anunciarse y sin previo aviso, algo nos quiebra los tobillos y pretende cambiar el rumbo de nuestra vida. La niña descubre que ya no puede sonreír cuando su padrastro se aprovecha de su infancia y le roba lo mas preciado que una mujer puede tener; un muchacho siente que su corazón se destroza cuando su prometida lo abandona como si sus sentimientos fueran un juego de naipes; un hombre descubre que su socio lo esta estafando sin importarle todos los proyectos que tenían en común; una dama descubre que su esposo la engaña desde hace tres años con una mujer mas joven; una novia se siente morir cuando su prometido pretende manosearla; una esposa se siente violada por su marido en la noche de bodas y decide tener sexo sin alma por el resto de su vida matrimonial. «Crac». Es el sonido denominador común de todos los casos. Alguien de pronto nos hace caer, dejándonos tullidos del corazón, paralíticos del alma.
Sin duda lo más doloroso es que en ocasiones las personas de quien más dependíamos son las que nos dejaron rodar por el piso. De pronto la frase de una madre exasperada por los nervios nos sentencia en nuestra adolescencia: «¡Nunca cambiarás!» «¡Inútil!» «¡Torpe!» «¡Tú no eres como tu hermano!»; palabras que nos quiebran los tobillos dejándonos a la vera del camino. Parecen frases inofensivas y hasta justificadas, pero nos marcan a fuego y en ocasiones pretenden determinar nuestro futuro.
Recuerdo que dibujaba una sonrisa cuando alguno de mis hermanos comentaba: «Dante será cada vez más flaco», y hasta soltaba una carcajada cuando el profesor de Educación Física se burlaba de mis piernas endebles para los deportes; y también supe disimular cuando un líder me señaló con su largo dedo índice y sentencio: «Nunca Dios te utilizara, Él no usa a los rebeldes», pero por dentro sentía que esos «crac» intentaban arrancarme del palacio y transformarme en mendigo.
Claro que mi historia, como la de Mefi Bossct, no tiene un mal final. La Biblia narra en 2 Samuel 9 que una tarde el rey David (que había relevado en el trono a Saúl) pregunta .si acaso existe alguien de la antigua monarquía, de la casa de Saúl, que pudiese estar vivo, ya que el rey desea cumplir un viejo pacto hecho con su difunto amigo Jonatán. Alguien cercano al trono, llamado Siba, le comunica al rey David que, efectivamente, en Lodebar se encuentra el hijo de Jonatan, el nieto de Saúl, alguien a quien le correspondía el palacio… pero que vivía en el cautiverio. Y entonces ocurre lo impredecible, el rey quiere que busquen a Mefi Bosset y lo traigan a su mesa. David desea devolverle su condición de príncipe.
Ese día siempre llega para los minusválidos del alma. El vocero del Rey irrumpe un día en tu Lodebar, desenrolla un pergamino y lee en voz alta: «El edicto real proclama que regresas a tu lugar de origen, pasando por alto tus heridas y complejos. El Rey ha dispuesto que te sientes a la mesa junto a los demás comensales, a partir del día de la fecha».
Aquel que nadie quería en su equipo de fútbol de la secundaria, de pronto pasa a Jugar en las ligas mayores. El que fue llevado en brazos del palacio al silencio, ahora regresa en brazos del silencio al palacio. Mefi Bosset ha vuelto a casa, a sentarse a la mesa real, donde las gorditas olvidan su peso y los de baja estatura se sienten gigantes; donde los tobillos cicatrizan y la caída solo es un recuerdo del pasado.
Cicatrices que perduran
No podría terminar este capitulo sin agregar algo fundamental que oí de un hombre de Dios llamado Italo Frígoli: «Las heridas sanan, pero no te avergüences de la cicatriz; recuerda que hay Alguien que lleva cicatrices en sus manos y no se avergüenza de tenerlas».
Cuando teñía unos quince años me accidenté en una carpintería y me lastime los dedos de la mano derecha; me hicieron una pequeña operación y me colocaron un yeso. El medico dijo que cuando me quitaran las vendas tendría que ejercitar los dedos hasta recuperar la movilidad normal, y así sucedió. Pero ocurre algo curioso con mi mano hasta el día de hoy. Cuando hay humedad en la atmósfera, siento un leve dolor en los dedos; la molestia me recuerda que hace quince años algo le sucedió a mi mano derecha. No hay nada defectuoso en ella, pero en los cambios de temperatura me doy cuenta de que alguna vieja molestia aún perdura. No hay infección ya que pasó mucho tiempo, pero la marca se hace sentir de tiempo en tiempo.
Todos los que estuvimos alguna vez en Lodebar hemos sido restaurados en la mesa del Rey, pero nos enojamos cuando regresan los recuerdos del cautiverio, nos molesta que Dios no nos haya borrado de la mente el día en que alguien nos dejó caer. Ya no esta en el corazón,aunque en ocasiones regresa a la mente.
He orado muchas veces respecto a este tema. Una noche, luego de una reunión que celebramos en Uruguay, el Espíritu Santo me mostró de manera clara que los cristianos tenemos aproximadamente un año de «vida fértil», ese famoso tiempo del «primer amor», en el cual le predicamos a todo el mundo. Casi no podemos creer que Dios nos haya rescatado de nuestro Lodebar, así que queremos hacer por otros lo que hicieron por nosotros; vamos en busca de los Mefi Bossct, de los otros paralíticos del alma. Luego de un tiempo, nos transformamos en religiosos y nos olvidamos de los quebrados. Los demás tullidos dejan de ser almas necesitadas del amor de Dios para transformarse simplemente en «los mundanos», y olvidamos que nosotros también una vez necesitamos de alguien que nos fuera a buscar.
Es que la mesa del Rey es tan confortable, que se nos hace frágil la memoria. Por eso el cambio de clima evoca tu vieja herida. Ese recuerdo del pasado regresa por un instante para que rememores que mientras lees estas líneas, hay otros que sueñan con volver al palacio y sentarse a la mesa.
El deseo del Rey es que nunca te sientas demasiado cómodo como para desistir de ir a buscarlo

viernes, 18 de agosto de 2017

ERES ÚNICO

ERES ÚNICO


¿Te das cuenta de que te creé tal como eres, de que es así como te quiero? Eres como un girasol de gran esplendor que he plantado en buena tierra. Te alzas fuerte y alta y en toda tu magnificencia.


Tal vez te fijes en la rosa y te parezca más bella. O quizás te parezca que tu fragancia es inferior. Es posible que te maraville el intenso color de las violetas y te preguntes qué pasó contigo, por qué eres simplemente amarilla. Al ver a los tulipanes, de apariencia perfecta y acabada, ¿te preguntas por qué no eres tan fina y delicada? Cuando ves los pétalos suaves y finos de las amapolas, ¿te preguntas por qué los tuyos no son más refinados? O te parecerá que las enredaderas llevan una vida mucho más sencilla —libre de dolor o conflictos— y que con todo son hermosas y crecen con gran rapidez.


¿Te preguntas por qué no te hice como a las buganvillas, los claveles o los narcisos? Sí, podría haberte creado como cualquiera de esas flores. Podría haberte dado otro color, forma o tamaño. Podría haberte dado una fragancia distinta, otra finalidad en la vida. Podría haberte dado todo eso. Pero verás, criatura Mía, no quise. Te quería tal como eres; eres bella a Mis ojos.


Cada uno de ustedes es único y de particular valor. No los veo como «las masas», miro a cada uno como un ser único y especial, como una flor única de Mi bello y glorioso jardín. Anhelo tomar esa flor en Mis manos, besarla y regarla con Mis lágrimas de compasión. Ansío estrecharla contra Mi pecho, darle calor y espantar a todo predador y cosa maléfica que quisiera dañarla o perjudicarla en modo alguno. Tal es Mi deseo. Así cuido de Mis flores. Así cuido de ti.

jueves, 17 de agosto de 2017

LA MELODÍA DE LA VIDA

LA MELODÍA DE LA VIDA


Lilian Potters


Hace poco leí algo que me ayudó a tener una perspectiva mejor de los sucesos que no fueron del todo positivos: «La vida es como un piano: las teclas blancas representan la felicidad y las teclas negras representan la tristeza. A medida que vayas por la vida, recuerda que también las teclas negras tocan música».


No podemos solo tomar lo bueno y rechazar lo malo, porque esas dos cosas son necesarias para tocar la melodía de la vida. Hace falta el sostenido y el bemol de las notas. Todo se reduce a: «Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados» (Romanos 8:28). Aunque algunas cosas podrían y deberían haberse hecho de otra forma, Él permitió todo lo que ocurrió en mi vida a fin de moldearme; o bien, así lo hará.


Las canciones de nuestra vida son una obra en curso y todavía están escribiéndose. Algún día volveremos a tocar y oír de principio a fin las melodías de nuestra vida; y apreciaremos todas las notas, incluso las de los momentos tristes.


Tomado de La Familia Internacional

miércoles, 16 de agosto de 2017

MOMENTOS DOLOROSOS

MOMENTOS DOLOROSOS


Lilia Potters


Un pasaje de las Escrituras que ayudó a que sanara mi corazón es el que dice que Jesús fue un varón de dolores y experimentado en quebranto. (Isaías 53:3). Darme cuenta de que Jesús sufrió todas las penas y dolores que yo he tenido, que Él colocó en una vasija cada lágrima que he derramado. (Salmo 56:8) y llevó la cuenta de todas las vueltas que di en la cama durante las noches en que no podía dormir, me ayudó a abrirle mi corazón y a recobrar el aliento cuando parecía que el dolor me iba a hacer sucumbir.


Le pedí que me ayudara a pasar esos momentos dolorosos; y lo hizo. Y aún lo hace. Jamás se aparta de mi lado. Y cuando me acerco a Él, Él se acerca a mí (Santiago 4:8) brindándome amor y comprensión. En esa lucha, nunca hay respuestas mágicas ni cambios drásticos en mis circunstancias; solo se trata de Su presencia que me ayuda en esos pesares, y la certeza de que Él me valora. Me alegra tanto que no tenga que ser lo suficientemente buena para Él y que me acepta tal como soy.

martes, 15 de agosto de 2017

¡Tú haz lo que puedas, y Dios hará lo demás!

¡Tú haz lo que puedas, y Dios hará lo demás!

     Dios espera que hagamos todo lo que podamos, ¡para luego hacer Él lo que no podamos nosotros! Cuando Jesús acudió a resucitar a Lázaro, dijo a la gente: "¡Quitad la piedra!" (Jn.11:39) De quererlo así, podría haber hecho que Lázaro atravesara la piedra caminando; ¿para qué, pues, quitarla? Sacar la piedra de la entrada era algo que la gente sí podía hacer. No podían resucitarlo, ¡pero sí podían quitar la piedra!
     ¡Dios no siempre hará por ti algo que tú mismo puedas hacer! Le dijo a Moisés: "¿Qué es eso que tienes en tu mano?" (Éxo.4:2) Por lo general, Él deja que tú hagas lo que puedas, y hace luego lo que no puedas. Jesús dijo: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá" (Mat.7:7,8). Si no te pones a buscar, nada encontrarás. Quizá haya nueve puertas cerradas y una sola abierta. ¿Qué debes hacer en ese caso? ¿Quedarte de brazos cruzados y decir: "Señor, revélame cuál es"? ¡Claro que no! Dios espera que acompañemos de acción nuestras oraciones, ¡que nos pongamos en movimiento y busquemos también un poco!
     Si haces todo lo posible por complacer y obedecer al Señor, Él hará prácticamente cualquier cosa por ti, ¡entre ellas las más asombrosas que puedas imaginarte! ¡Ayúdanos pues, Señor, a hacer nuestra parte y obedecer! Así sabremos que Tú harás lo demás.

lunes, 14 de agosto de 2017

APRENDER A SER TOLERANTES

APRENDER A SER TOLERANTES
La familia humana es sumamente diversa. Muchos conflictos surgen por la intolerancia de la visión que los demás tienen del mundo. Aprender a ser tolerante es uno de los pilares para crear un mundo mejor.—Robert Alan
 Respeta a tus semejantes, trátalos con imparcialidad, disiente de ellos con franqueza, disfruta de su amistad, explora sus ideas con una actitud abierta e invítalos a hacer lo mismo con las tuyas, trabaja con ellos para alcanzar metas comunes, ayúdalos y acepta su ayuda. Sin mentiras destructivas. Sin miedos absurdos. Sin caer en la debilidad que causa el enojo.—Bill Bradley (1943–    )
 La tolerancia no implica falta de compromiso con las propias creencias. Es más bien el rechazo de la opresión y la persecución de los demás.—John Kennedy (1917–1963)
 Cuando encuentras paz interior reúnes las condiciones para vivir en paz con los demás.—Peace Pilgrim (1908–1981)

viernes, 11 de agosto de 2017

Sana tu corazon

Lilia Potters


Un pasaje de las Escrituras que ayudó a que sanara mi corazón es el que dice que Jesús fue un varón de dolores y experimentado en quebranto. (Isaías 53:3). Darme cuenta de que Jesús sufrió todas las penas y dolores que yo he tenido, que Él colocó en una vasija cada lágrima que he derramado. (Salmo 56:8) y llevó la cuenta de todas las vueltas que di en la cama durante las noches en que no podía dormir, me ayudó a abrirle mi corazón y a recobrar el aliento cuando parecía que el dolor me iba a hacer sucumbir.


Le pedí que me ayudara a pasar esos momentos dolorosos; y lo hizo. Y aún lo hace. Jamás se aparta de mi lado. Y cuando me acerco a Él, Él se acerca a mí (Santiago 4:8) brindándome amor y comprensión. En esa lucha, nunca hay respuestas mágicas ni cambios drásticos en mis circunstancias; solo se trata de Su presencia que me ayuda en esos pesares, y la certeza de que Él me valora. Me alegra tanto que no tenga que ser lo suficientemente buena para Él y que me acepta tal como soy.


Tomado de La Familia Internacional

jueves, 10 de agosto de 2017

El Espíritu de Dios es como una emisora que transmite sin cesar. ¡Sólo debes aprender a sintonizarte!

El Espíritu de Dios es como una emisora que transmite sin cesar. ¡Sólo debes aprender a sintonizarte!

     Así como en este instante el aire está poblado de ondas radiales invisibles al ojo, también el Espíritu de Dios siempre está presente, esperando que hagas contacto con él. Y de manera muy similar a cualquier aparatito receptor a transistores, has sido diseñado por tu Creador para recibir determinadas señales. La potencia de Dios siempre está activa. El mensaje siempre está presente. ¡Pero a fin de recibirlo debes encenderte y entrar en Su frecuencia!
     ¡En comparación con la extraordinaria potencia y la complejidad operativa de la estación de transmisión, tú como operador o receptor no necesitas mayor poder y apenas un mínimo de capacidad! La oración es la mano de la fe que gira el interruptor y pone en marcha el poquito de potencia que tú tienes. ¡Luego la mano de la esperanza busca con ansiedad la frecuencia de la emisión de Dios, y de súbito Su gigantesca emisora irrumpe atronadoramente con un volumen y un poder tremendos! ¡Y el mensaje surge con limpidez y claridad!
     ¿Tienes tu receptor espiritual encendido y en una posición de captación permanente, sintonizado con Su frecuencia? ¡De ser así, estarás en buena comunicación espiritual con Él, recibiendo constantemente Sus ondas y escucharás sin cesar Su voz hablándote al corazón! 

miércoles, 9 de agosto de 2017

FUERZAS PARA CADA DÍA

FUERZAS PARA CADA DÍA
J. R. Miller
La razón que Dios está en contra de la ansiedad por el futuro es que éste no está en nuestras manos. Él nos da la vida por días, días pequeños y uno por uno. Cada día trae sus deberes, sus necesidades, sus padecimientos y tentaciones, su dolor y tristezas.
Dios siempre nos proporciona las fuerzas suficientes para la jornada que nos da, con todo lo que pone en el día. Sin embargo, si insistimos en arrastrar todas las preocupaciones del mañana y las amontonamos encima de las de hoy, no tendremos la suficiente fuerza para llevar la carga. Dios no añadirá fuerzas solo para complacer nuestros caprichos de ansiedad y desconfianza.
Así pues, la enseñanza es que cada día es diferente y debemos ocuparnos estrictamente de lo que nos traiga. Charles Kingsley lo expresó así: «Cumple con tus deberes de hoy, combate la tentación hoy, y no te debilites ni te distraigas al mirar hacia lo que está delante y que no puedes ver, y que no entenderías aunque lo vieras».
En realidad el futuro no es asunto nuestro. Lo único que podemos hacer es prepararnos para el mismo cumpliendo con nuestras obligaciones de hoy.
Siempre podemos encargarnos de nuestra carga más pesada por un día, hasta que se ponga el sol. ¿Mañana? Es posible que no tengas un mañana; tal vez estés en el Cielo. Si estás aquí, Dios también estará aquí; y recibirás nuevas fuerzas, suficientes para el nuevo día. 

martes, 8 de agosto de 2017

¿CUÁL ES TU PATRIMONIO?

¿CUÁL ES TU PATRIMONIO?


No valores tu patrimonio según los bienes que posees, sino según aquellos haberes que no darías a cambio de dinero.—Anónimo


Un individuo no ha comenzado a vivir de verdad mientras no haya traspasado los estrechos confines de sus aspiraciones particulares para adentrarse en el vasto universo de los anhelos de toda la humanidad.—Martin Luther King, Jr.


La vida temporal carece de sentido si no se centra en la eternidad.—Nikolái Berdiáyev


El fin más grande que se puede dar a una vida es emplearla en algo que perdure después que esta haya concluido.—William James


Dado que la vida es corta, nos conviene moderar nuestros proyectos y preocupaciones. No nos sobrecarguemos de provisiones para tan breve viaje.—Anónimo

lunes, 7 de agosto de 2017

"¡El que retiene viene a pobreza, pero al que reparte le es añadido más!" (Pro.11:24)

"¡El que retiene viene a pobreza, pero al que reparte le es añadido más!" (Pro.11:24)

     Así es Dios: ¡le encanta dar más que tú, y nunca dejará que des más que Él! ¡Cuanto más des, más te devolverá! Pero si no quieres dar lo que se te ha dado, es probable que Dios te lo quite. ¡Si no das para Dios voluntariamente, cuando estás en condiciones de hacerlo, es posible que Dios te cobre y pierdas mucho más de lo que hubieses dado!
     Como ese caso que figura en la Biblia, del rico que obtuvo una cosecha enorme y tenía muchos bienes, y en vez de compartirlos con los demás, resolvió edificar graneros más grandes para acumular más para sí (Lucas 12). Su pecado no era la gran cosecha que Dios le había dado. El mayor problema era su egoísmo, la avaricia de su alma. Y todo lo que no quiso compartir con los demás, tampoco pudo llevárselo con Él. ¡Lo perdió todo! Así es como obra Dios; ése es el egoísmo y sus consecuencias. ¡Pero si estás dispuesto a dar, Dios te recompensará, te lo devolverá con creces y te bendecirá tanto que rebosarás de bienes! ¡Lo ha prometido! (Mal.3:10)
     ¿Tú qué haces? ¿Acumulas? ¿O repartes? "¡Con la misma medida con que medís, os volverán a medir!" (Luc.6:38)

jueves, 3 de agosto de 2017

Una Fe Violenta

Una Fe Violenta
Por Judy Jacobs

Todos sabemos que somos llamados a vivir por fe, pero la fe sin acción no es suficiente.
Algunas veces nos encontramos con ciertas cosas en nuestra vida en las que simplemente mantenerse no será suficiente. A veces, tienes que hacer algo fuera de lo común: correr el riesgo, salir de tu zona de comodidad. ¡Algunas veces tienes que hacer algo! Mi definición de fe violenta es: "pura determinación, agresividad en el Espíritu, una actitud de perseverancia, y puras agallas". Es un espíritu de ir contra la norma, ir contra la marea, contra la opinión pública, contra la percepción y, algunas veces, hasta contra el sentido común.
Pero, ¿qué es la fe? La fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve (vea Hebreos 11:1). Fe es la confianza absoluta en que lo que yo quiero y lo que deseo como hijo de Dios ya es mío, y va a suceder. No tengo que pensar en ello ni preocuparme; sé lo que dice la Palabra, y estoy firme en la fe. Cuando parece que no queda nada donde estar firme, sigo firme. No puedo verlo con mis ojos, oírlo con mis oídos o tocarlo con mis manos, pero sé que Dios es fiel a su Palabra.
Fe es creer a pesar de tus circunstancias y lo que te rodea. Sin importar cómo pueden parecer tus circunstancias, tienes plena confianza en que sucederá lo que estás esperando. El enemigo te estudia de cerca con el fin de poder identificar tus debilidades y utilizarlas contra ti, pues él puede decir cuándo tienes una mirada de fe y cuándo la tienes de duda.
Puede que estés diciendo: "Bueno, no sé. Supongo que esto lo saqué de mi mamá. Ella tuvo esta enfermedad, y supongo que mi destino era tenerla en un momento u otro".
¡Esa basura tiene que parar! Tienes que estar plenamente persuadido de que lo que Dios ha dicho sobre la sanidad o sobre cualquier otra cosa con respecto a sus hijos, ¡Él la hará!
Las maldiciones generacionales fueron destruidas cuando Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, declaró: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu" (Gálatas 3:13-14).
Smith Wigglesworth, en un libro devocionario que escribió, dice: "La fe se niega activamente al poder del diablo", porque se niega a ceder a sus mentiras, se niega a aceptar sus palabras, se niega a ceder al temor y a la depresión, pero está firme activamente en lo que Dios ha dicho y lo que su Palabra ha dicho.
Dios quiere hacer lo impensable, lo innegable y lo increíble por medio de una persona que se atreva a creerle con una fe violenta. La Biblia dice que andamos por fe y no por vista. No podemos fijar nuestros ojos en lo natural, porque, en lo natural, la situación no parece buena.
En Números 13, los doce espías fueron enviados por Moisés a espiar la Tierra Prometida. Diez de ellos vieron en lo natural, pero hubo dos (Josué y Caleb) que "tenían un espíritu diferente": un espíritu violento. No hay duda de que ellos vieron en lo natural, pero miraron más allá de lo natural y vieron lo sobrenatural.
La situación no parecía buena porque había gigantes allí, pero Josué y Caleb no lo consideraron como oposición. Ellos lo consideraron como una oportunidad de que Dios fuera quien Él dijo que era para los hijos de Israel. Ellos anunciaron a Moisés y al pueblo de Israel: "Subamos de inmediato, y tomemos posesión de ella; porque podemos derrotarlos".
Cuando te enfrentes con gigantes, no los niegues ni finjas que no están ahí. ¡No! No niegas el hecho, sino que crees la verdad. El hecho es que, en lo natural, hay gigantes. Es cierto que tienes un cáncer, pero lo cierto es que: "Por su llaga fuimos curados". Y entonces declara, como hizo Josué: "Puedo conquistarlo".
Siempre habrá gigantes, y la mala noticia es que los gigantes son cada vez más grandes. Siempre habrá una oposición a tu misión. Si no me crees, entonces simplemente intenta bajar de peso y abrirán una pastelería muy cerca de tu casa. Si estás orando por la salvación de tu esposo, él se rebelará aún más. Si oras por la salvación de tus hijos, ellos se irán y harán algo que te avergüence. Siempre habrá una oposición a la misión que Dios te ha encomendado. Por eso, no puedes caminar en lo natural, sino en lo sobrenatural. "El justo por la fe vivirá" (Hebreos 10:38). Dios nos ha dado propósito, destino y promesas, y Él guarda sus promesas y las cumple. Cuando te encuentres con esos gigantes, tienes que tener un espíritu como el de David, que dice: "Tú vienes a mí con lanza, con espada y con escudo, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor". David se encontró con su Goliat, y el gigante se encontró con su muerte.
¡SACA LA BASURA!
Dios me recordó algo que me ocurrió en mi viaje para ejercitar una fe violenta y apren der obediencia. Recuerdo muy bien estar enferma de bronquitis, lo cual, según mi médico, se había convertido en neumonía. Mientras estaba sentada en la oficina de mi médico coreano, lleno del Espíritu, él me dijo en su inglés chapurreado: "Hermana Jacobs, muy enferma. Usted al hospital. Necesita goteo. Se queda en el hospital, no sé, quizá cuatro, cinco días o una semana".
En aquel punto en mi caminar con el Señor, yo era inflexible en mi determinación de pasar al nivel siguiente de fe. Sabía que si quería ver a los enfermos sanados y liberados, yo personalmente tendría que caminar en sanidad y liberación. Así que le dije: "No, doctor, usted no comprende. Dios va a sanar mi cuerpo. No puedo ir al hospital. Debo confiar en Dios".
Llegué a mi casa después de estar en la oficina del médico más firme en que algo estaba a punto de ocurrir con mi nivel de fe. Te digo que yo no me estaba divirtiendo mucho al aprender esta lección, pero quería a Dios y todo lo que Él tuviera para mí, y no estaba dispuesta a ceder.
Allí estaba yo en mi cama, aislada de mi esposo y mis hijas. Me encontraba tan débil que apenas podía levantarme de la cama para ir al baño yo sola. Allí estaba, creyendo en un milagro, esperando que un ser angelical entrara en aquel cuarto en cualquier momento e impusiera sus manos sobre mí. Entonces sencillamente me levantaría, y todo habría terminado. ¡Pero no fue eso lo que ocurrió!
Estaba muy abatida cuando oí claramente el mandato del Señor: "Levántate de esta cama, baja las escaleras ¡y ordena a esta basura que salga de tu casa y de tu cuerpo!".
Yo conocía la voz del Señor, y por eso le dije a Dios: "Muy bien, Dios, pero voy a llamar a mi esposo y decirle que lo haga. Después de todo, él es el sacerdote y el profeta en nuestra casa".
Yo había decidido que en realidad no tenía ganas de levantarme y bajar las escaleras, tras haber estado en cama por tres semanas. Por eso, en mi mente, prefería que Jamie subiera y se pusiera de acuerdo conmigo en oración con respecto a lo que acababa de oírle decir al Espíritu Santo que hiciera. Justo cuando estiré el brazo para tomar el "walkie-talkie", oí la voz del Señor en mi espíritu decir con más vigor aún: "¡Detente! ¡Te dije a ti que lo hicieras!".
Me levanté de la cama en la que había estado por tres semanas y, debo admitirlo, mi aspecto no era muy hermoso. Me puse la bata y las zapatillas de andar por la casa, y comencé a bajar los escalones. Había llegado a la mitad cuando comprendí lo que en realidad estaba sucediendo, y me enojé mucho contra el enemigo. Mi esposo me echó una larga mirada y reconoció el fuego que había en mis ojos y el humo que parecía que me salía por los oídos. Él ya había estado allí el tiempo suficiente para saber que, en la esfera espiritual, eso significaba problemas para el reino de las tinieblas.
Fui caminando hasta la puerta de nuestra casa y la abrí. Era pleno invierno, pero a mí no me importaba. Salí a la terraza vestida con mi pijama de 101 Dálmatas y mi cabello de punta en diferentes direcciones, debido a que había estado en cama por tres semanas, pero no me importó. Yo tenía una palabra del Señor, y necesitaba un milagro.
Elevé mi voz todo lo que pude y dije: "En el nombre de Jesús, bronquitis, neumonía y todo lo relacionado con ello, salgan de mi cuerpo. Y no sólo eso, sino todo germen que esté presente en esta casa también tiene que salir. No pueden quedarse, y no se quedarán. En la autoridad de la Palabra de Dios y mediante el nombre de Jesús, ¡se irán ahora mismo! Este cuerpo es el templo del Señor, y esta casa está dedicada a Dios y le pertenece a Él. En este instante, voy a llenar este lugar de alabanza y adoración, y no tienen otra elección sino irse de aquí".
De repente, miré a la calle y allí estaban mis vecinos paseando a su perro. Ellos se quedaron mirándome y comenzaron a caminar con más rapidez. Supongo que pensarían que yo le estaba gritando a mi esposo. No me importaba lo que ellos pensaran o lo que cualquier otra persona pensara; yo tenía una palabra del Señor, y necesitaba un milagro. Sabía que una palabra de Dios podía cambiarlo todo.
Lo que he aprendido, y sigo aprendien do, es que no puedo preocuparme por lo que la gente diga o piense de mí. Tengo que ser obediente al Señor y hacer lo que Él me diga que haga. Lo mismo debes hacer tú. No importa lo tonto o loco que parezca, debes escuchar la voz de Dios y hacer cualquier cosa que Él te diga que hagas. Sencillamente hazlo, porque al otro lado de tu obediencia y tu fe violenta hay una victoria y un milagro que te esperan.
De inmediato, sentí una brisa increíble recorrer mi cuerpo. Fue como si alguien hubiera puesto una mascarilla de oxígeno sobre mi cara y yo respirase un aire fresco y vivo. Mi voz regresó junto con una fuerza renovada que entró en mi ser. Llegará un momento en tu vida, si es que aún no ha llegado, en el que Dios te lle vará a un lugar donde no haya nadie más a tu alrededor, excepto Él. Dios quiere que te muevas con una fe violenta. En tu viaje de fe violenta, Dios te pondrá en situaciones y escenarios en los que se te presente una pequeña ventana de oportunidad para ver si vas a responder con obediencia y fe. Tu elección será obedecer o dejar pasar esa oportunidad. Yo estoy plenamente convencida de que Dios siempre tendrá un pueblo que escuchará y obedecerá la primera vez, pero Él siempre nos dará la oportunidad de demostrar nuestra fe, nuestro amor y nuestra lealtad primeramente a Él.
EL PRECIO DE LA FE VIOLENTA
Toda persona que haya ejercitado alguna vez la fe violenta, ha pagado un precio para lograr ese nivel de fe. Cuando Abraham estaba en la cumbre del monte con su hijo, la promesa de Dios, atado y con una daga en su mano sobre la cabeza de su hijo, preparándose para ofrecerlo como sacrificio a Dios en obediencia total, se necesitó fe para saber que Dios proporcionaría otro sacrificio. Cuando Ester entró en la cámara del rey sin permiso y dijo: "Si muero, que muera", todo por causa de su pueblo, se necesitó fortaleza y fe para saber que ella saldría victoriosa. Cuando Elías mató a los profetas de Jezabel en el monte Carmelo después de que Dios enviara fuego, se necesitó fe para saber que Dios estaba de su lado. Pedro agarró la mano del hombre cojo y dijo: "No tengo plata ni oro... pero en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda" (Hechos 3:6). Se necesitó una fe violenta para levantar a aquel hombre sin saber lo que ocurriría después.
Me resulta gracioso oír el modo en que la gente describe mi ministerio cuando ministro al Señor. Dicen cosas como: "Eres una cantante guerrera" o "eres el arma secreta de Dios". Agradezco el espíritu con el cual se dice la mayoría de esas cosas y, sí, soy indígena nativa de EE.UU. y estoy muy orgullosa de mi herencia. Quizá eso podría explicar el porqué ellos piensan que se trata de guerrear, pero eso no tiene nada que ver con mi herencia. Tiene que ver con mi fe, mi caminar, mi historia, mi testimonio y el modo en que mi familia me crió para que buscara las cosas de Dios con pasión, con fuego y con una valentía implacable.
He descubierto que la fe violenta es una de las armas secretas de la unción en la que fluyo y también de la oración contestada. La fe violenta es permitir a Dios obrar por medio de ti de maneras en que normalmente no actuarías; es olvidar quién eres, a quién conoces, qué haces o lo poco que tienes. Lo único que sabes es que necesitas respuestas, y nada mueve el corazón del Padre como la fe. La fe violenta te llevará al punto en que no quede ya más egocentrismo. Cuando estás bastante desesperado, harás cualquier cosa para ver a Dios moverse, sobre todo si tienes una palabra de Dios, porque una palabra de Dios puede cambiarlo todo. Si recibes una palabra para que hagas algo, pídele al Espíritu Santo que revele verdad, claridad y seguridad de que viene realmente de Dios. Créeme que Él lo hará.
ARREBATA TUS POSESIONES
La fe violenta te llevará a un área que ni siquiera tu familia, ni la gente a tu alrededor, será capaz de comprender. Pero no importa, siempre que obtengas tu milagro. Eres hijo de Dios, y no tienes por qué tolerar todas las cosas que el diablo está intentando hacer en tu vida. Dios te ha dado el poder y la autoridad de arrebatar lo que te pertenece por derecho.
Tenemos que librarnos del temor, entrar en la fe y comprender: "Espera un momento; estos son mis hijos". La intención no era que tus hijos estuvieran en las drogas o el alcohol. Dile al diablo: "Este es mi matrimonio, mi cuerpo, mis finanzas, mis sueños. Devuélveme mis cosas, porque me pertenecen a mí y a Dios. No tienes derecho a ellas". Después, ¡comienza a darle gracias a Dios por la victoria ya ganada!
Un día de primavera, en el cuarto de mi hija, descubrí que había un avispero justo entre el exterior de su ventana y el cristal. Fácilmente, podría haber dicho: "Espero que ninguna de esas avispas se escape a través de la ventana y llegue a mi bebé" o "Haré que Jamie le eche un vistazo a esto cuando regrese a casa para ver lo que piensa". Por el contrario, llamé a mi esposo y le informé acerca de los intrusos. No estábamos dispuestos a jugar al escondite. Él aniquiló por completo el avispero.
Eso es exactamente lo que tiene que ocurrir en muchos hogares en EE.UU. y todo el mundo. El diablo ha entrado y se ha situado convenientemente donde siente que nadie lo verá.
La Palabra dice que él se disfraza como "ángel de luz" (2 Corintios 11:14), pero la Palabra también dice: "No ignoramos sus maquinaciones" (2 Corintios 2:11). Tú no querrás jugar con él, sino sacarlo a la luz y violentamente destruir su complot, su plan., sus maquinaciones. Después lo limpias todo con la Palabra y determina que tu hogar será un refugio para tus valiosas posesiones.
Cuando te vuelves radical en tu fe, todo cambia. La oración, la alabanza y la adoración serán una parte de tu caminar diario, y habrá una determinación que nada ni nadie podrá sacudir. Créele a Dios para lo imposible, y prepárate para aprender a caminar en el poder de la fe violenta.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Pare ya de mentir

Pare ya de mentir

Por Alice Smith

Muchos vivimos en derrota por mentirnos continuamente. He aquí cómo podemos programar de nuevo la mente.
La gente se habla a sí misma en todo momento en que se halla despierto. ¿Le sorprende saber eso? ¿Acaso pensó que usted era la única persona que sostenía un soliloquio? La pregunta no es si usted habla consigo mismo, sino "¿qué se dice a sí mismo?". ¿Acaso se nutre usted de la verdad o el autoengaño?
Una íntima amiga mía sostiene un soliloquio prácticamente en todo momento y de forma audible. Hace unos años, cuando llevé un ministerio de oración a Egipto, esa misma amiga fue mi compañera de habitación durante esa estadía. Cada mañana, ella platicaba consigo misma, y se reía sola mientras se maquillaba. Un día le dije: "Tú no necesitas conversar conmigo, ¡si te la pasas muy bien tú solita!".
Los psicólogos indican que la persona promedio tiende a decirse de 40,000 a 50,000 cosas a sí misma diaria­mente. Un 70 por ciento o más de esas expresiones son cosas negativas. Sin embargo, los atletas profesionales considerados como excepcionales expresan que reducen su autoplática a unas 20,000 expresiones o menos, y menos del 50 por ciento de éstas son negativas.
Tanto el pensamiento positivo de concentración como el sostener un soliloquio resultan ser factores críticos de usted querer moverse de la persecución a la victoria. ¿Por qué? Porque "la fe es por el oír" (Romanos 10:17). Su sistema de creencias se crea basado en lo que usted piensa y lo que usted se dice a sí mismo, ¡y no tan sólo en lo que usted diga en voz alta!
Si un comercial de televisión y demás formas de anuncios repetitivos no fuesen eficaces en la venta de productos, nadie pagaría por transmitirlos. Pregúntese: "¿qué es lo que le anuncio y vendo continuamente a mi subconsciente (o ser interior) mediante mi soliloquio?".
El subconsciente no tiene poder alguno para ejercer juicio, sino que simplemente graba la información y las experiencias a medida que sucedan, toma como verdad lo que se dijo, y entonces lo cree. El abuso en específico es parte de una campaña de mercado que el diablo diseñó para venderle a usted el fracaso personal.
Es por eso que las palabras que salen de su boca (lo que les diga a otros), las meditaciones del alma (lo que usted mismo se diga) y las palabras de los demás (las dichas por alguien a quien escuchó), sean positivas o negativas, determinan muchísimo lo que usted piensa, lo que hace y en quién usted se convertirá finalmente. Lo que usted se diga siempre debe ser aceptable ante los ojos de Dios.
Usted nunca está desempleado; siempre tiene el trabajo de ser el guardián de su mente. Usted determina lo que se permitirá ver, oír y pensar. Es usted quien debe aprenderse la Palabra de Dios si intenta retar y captar cualquier pensamiento que sea contrario a la voluntad del Señor y llevarlo ante Él con verdad (ver 2 Corintios 10:4-5).
Personalmente, Dios lo hace ser res­ponsable del templo que le dio a cuidar. Por consiguiente, evite amistades y compañías negativas. Filtre las películas que vea, la música que escuche, las transferen­cias cibernéticas que vea, y las revistas y libros que lea.
Depende de su actitud
Bien dice el dicho: "Su actitud determina su altitud". Definitivamente, su actitud afecta su relación con Dios y los demás e igualmente afecta su salud —mental, emocional y física— y, de ser una negativa, lo llevaría a un soliloquio perjudicial.
Es posible que nada pueda afectarle adversamente su actitud de la misma forma que lo haría una herida causada por otra persona. La gente que está dolida u ofendida, suele luchar contra el hecho de perdonar a la persona que le causó el dolor, a sí mismo y hasta a Dios. El resultado de los pensamientos, los sentimientos a causa de la falta de perdón y la amargura, producen no tan sólo una actitud negativa, sino enfermedades y dolencias físicas.
Tal vez una de las razones por las cuales su actitud pueda causar enfermedades, dolencias y otras formas de tormentos es que determina también el nivel de su estrés. Algunas personas "acumulan" su estrés y lo llevan en silencio, mientras que otras lo "gritan" y ventilan a los cuatro vientos.
En ambos casos, el estrés es un asesino que se acelera e intensifica cuando nuestro enfoque está por todos lados menos donde debe estar. Proverbios 3:5-8 dice: "Fíate de Jehová de todo corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará todas tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión. Teme a Jehová, y apártate del mal, porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos".
No presuma que lo sabe todo. ¡Corra hacia Dios! ¡Aléjese del mal! Su cuerpo se verá resplandeciente por contar con una buena salud, ¡y sus huesos estarán llenos de vida! Si usted decide vivir observando el vaso medio vacío, en vez de medio lleno, estará condenado a la desilusión. En la vida, usted halla lo que busca, no lo que ve. Si su perspectiva de la vida, incluyendo su pasado, es triste, entonces usted permanecerá triste. Todo tiene que ver con la perspectiva que tenga usted.
Si usted le añade una mala actitud a un pasado que no ha sido sanado, las presiones comunes del diario vivir y el continuo aluvión de soliloquios negativos, usted puede llegar a la desesperación. Y nunca olvide que los espíritus demoníacos trabajan horas extras, para asegurarse de que usted tome esa senda.
La persona con heridas emocionales suele albergar una serie de sentimientos que oscilan desde la decepción y el enojo hasta el odio y la ira contra quienes la hayan herido. La sanación comienza cuando la persona renuncia a esos sentimientos y aprende a diferenciar entre el actor y el acto, al odiar lo que se hizo sin odiar a quien lo hizo.
Esto es una respuesta bíblica, pues la Biblia dice que no debemos dejar que el sol se ponga sobre nuestra ira, porque cuando permitimos que la ira hierva a fuego lento durante la noche, le damos paso al enemigo.
El problema más complicado y difícil con el que las víctimas lidian es contra los sentimientos concernientes a sí mismas y, de hecho, no suelen tener fundamentos. Si continúa respondiéndoles a los altibajos de la vida según sus experiencias del pasado en vez de permitirle al Espíritu Santo dirigir sus respuestas, usted sólo logrará reforzar cualquiera de las fortalezas interiores que tenga.
Desacredite las mentiras
¿Qué es lo que causa el hecho de que sucumbamos al autorechazo? ¿Será por lo que los demás nos han hecho? ¿Acaso será por lo que hayamos escogido creer sobre nosotros mismos?
Debemos aclarar una verdad esencial: Dios nos ama tal cual somos. Él nos ama cuando hacemos bien y hacemos mal. Nuestros pecados no afectan el amor que Dios siente por nosotros. Dios nos ama incondicionalmente. Es posible que aflijamos el corazón de Dios, pero nunca se nos escapará su amor.
La Biblia nos dice que "Dios es amor" (1 Juan 4:8). La esencia de Dios es el amor. Es por eso que aun cuando estábamos destinados a pecar, Dios nos mostró su amor, al enviar a su Hijo a morir por nosotros (ver Romanos 5:8). El Señor nos amó cuando fuimos sus enemigos, y no hay nada que nos pueda separar de su amor por toda la eternidad.
Por consiguiente, el autores­peto y la autoaceptación deberían basarse en el gran amor de Dios, no en nuestras obras. Nuestra autoestima (el valor que nos damos) debería basarse en el hecho de que Dios nos creó para su propósito. El Señor nos programó a cada uno de nosotros con un potencial para el reino, una asignación de por vida que sólo nosotros podemos realizar.
Es posible que usted proteste y diga: "¿Y qué de la debilidad que siento? ¿Y qué de mis defectos? ¿Qué tal de mis logros, mi educación o cómo luzco?". Desde luego que algunas de estas cosas son responsabilidad suya. Algunas las podemos y deberíamos cambiar, pues el que mejoremos es siempre algo de orden.
Las cosas que no podemos cambiar, simplemente las aceptamos conforme se las entreguemos a Dios. Pablo escribió: "Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento" (1 Timoteo 6:6).
Ser fuerte no es la meta final; pero ser de Dios sí lo es. Cuando le pertenecemos al Señor, y dependemos de Él en obediencia, Él demostrará su fuerza a través de nuestra debilidad. "Lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte" (1Corintios 1:27), y de esa manera Él recibe la mayor gloria.
La pregunta que hay que hacerse no es sobre su habilidad o inhabilidad, sino de sudisponibilidad. Es posible que conforme buscaba entender y ver si tenía sentido el dolor que padeció y las traiciones que sufrió, usted juzgaba a Dios al igual que lo hacía con quienes lo hirieron a usted. Si ese es el caso, oro para que esa verdad seque la tierra que hay en su corazón y cause que se arrepien­ta de haber cuestionado la integridad del Padre celestial.
Tal vez usted se habrá preguntado como yo lo siguiente: "¿Por qué Dios no previno las situaciones dolorosas que he experimentado? ¿Dónde estaba Él cuando ocurrieron? ¿Cómo es que estuvo a mi lado y permitió lo que me hicieron?".
Aunque esas preguntas son perfectamente razonables, nunca sabremos sus repuestas en esta vida. Sin embargo, hay ciertas cosas que pueden ser ciertas: Dios se afligió cuando usted se afligió. Él sufrió cuando usted sufrió. Él estaba dolido cuando usted estaba dolido.
No obstante, Dios se restringe a la ley de su propia naturaleza, Él no nos creó como robots, sino como agentes morales con capacidad para tomar decisiones. Dios permite de forma misteriosa que el pecado siga su curso hasta que estemos convencidos de que el ser humano es totalmente incapaz de recibir justicia sin Cristo.
Hace más de dos mil años, Jesús le quitó el poder a Satanás en el Calvario, y lo desarmarlo por completo. Eso sí, el diablo podrá herirlo sólo si usted escoge aceptar temer y no creer que eso que hizo Jesús es verdad.
Tome en cuenta que los recuerdos no dejan de existir. Simplemente, dejan de provocar dolor. Y, mejor aún, adquieren un nuevo potencial. ¡Eso es algo muy natural para quienes hayan sufrido y se convierten en consejeros y ministros para los demás! Dios hará uso de lo que una vez fueron sus áreas de gran debilidad para la gloria de Él.
Parte de la verdad es que usted no es una víctima ni un mero sobreviviente, pues Cristo lo ha hecho superar. Si ha vivido la vida como víctima y no en victoria, entonces ha creído en mentiras. Es posible que sean mentiras sobre usted, los demás o el diablo. No obstante, las mentiras que más nos debilitan son las que existen sobre Dios y su amor. Pídale al Señor que le revele esas mentiras para que las anote. Luego, programe de nuevo su mente con la verdad, para que contrarreste cada una de las mentiras. He aquí algunas actividades en las que puede involucrarse:
· Leer la Palabra.
· Reemplazar los pensamientos negativos por las Escrituras que desacreditan las mentiras que usted cree sobre Dios, usted y los demás.
· Realizar soliloquios más sanos.
· Hacer amistad con personas que son emocionalmente saludables.
· Alejarse del 90 por ciento de la población que no desea ser feliz y unirse al 10 por ciento que sí lo desea.
Aprovechar cada oportunidad que Dios le da para usar su experiencia y ayudar a los demás.
Finalmente, respétese y recíbase como un regalo de Dios con un propósito divino. Jesús lo ha redimido por completo, y eso incluye los abusos que usted ha padecido. Sobrepóngase al pasado, y permita que los demás vean la gloria de Dios a través de usted.