Lilia Potters
Un pasaje de las Escrituras que ayudó a que sanara mi corazón es el que dice que Jesús fue un varón de dolores y experimentado en quebranto. (Isaías 53:3). Darme cuenta de que Jesús sufrió todas las penas y dolores que yo he tenido, que Él colocó en una vasija cada lágrima que he derramado. (Salmo 56:8) y llevó la cuenta de todas las vueltas que di en la cama durante las noches en que no podía dormir, me ayudó a abrirle mi corazón y a recobrar el aliento cuando parecía que el dolor me iba a hacer sucumbir.
Le pedí que me ayudara a pasar esos momentos dolorosos; y lo hizo. Y aún lo hace. Jamás se aparta de mi lado. Y cuando me acerco a Él, Él se acerca a mí (Santiago 4:8) brindándome amor y comprensión. En esa lucha, nunca hay respuestas mágicas ni cambios drásticos en mis circunstancias; solo se trata de Su presencia que me ayuda en esos pesares, y la certeza de que Él me valora. Me alegra tanto que no tenga que ser lo suficientemente buena para Él y que me acepta tal como soy.
Tomado de La Familia Internacional
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