Una Fe Violenta
Por Judy Jacobs
Todos sabemos que somos llamados a vivir por fe, pero la fe sin acción no es suficiente.
Algunas veces nos encontramos con ciertas cosas en nuestra vida en las que simplemente mantenerse no será suficiente. A veces, tienes que hacer algo fuera de lo común: correr el riesgo, salir de tu zona de comodidad. ¡Algunas veces tienes que hacer algo! Mi definición de fe violenta es: "pura determinación, agresividad en el Espíritu, una actitud de perseverancia, y puras agallas". Es un espíritu de ir contra la norma, ir contra la marea, contra la opinión pública, contra la percepción y, algunas veces, hasta contra el sentido común.
Pero, ¿qué es la fe? La fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve (vea Hebreos 11:1). Fe es la confianza absoluta en que lo que yo quiero y lo que deseo como hijo de Dios ya es mío, y va a suceder. No tengo que pensar en ello ni preocuparme; sé lo que dice la Palabra, y estoy firme en la fe. Cuando parece que no queda nada donde estar firme, sigo firme. No puedo verlo con mis ojos, oírlo con mis oídos o tocarlo con mis manos, pero sé que Dios es fiel a su Palabra.
Fe es creer a pesar de tus circunstancias y lo que te rodea. Sin importar cómo pueden parecer tus circunstancias, tienes plena confianza en que sucederá lo que estás esperando. El enemigo te estudia de cerca con el fin de poder identificar tus debilidades y utilizarlas contra ti, pues él puede decir cuándo tienes una mirada de fe y cuándo la tienes de duda.
Puede que estés diciendo: "Bueno, no sé. Supongo que esto lo saqué de mi mamá. Ella tuvo esta enfermedad, y supongo que mi destino era tenerla en un momento u otro".
¡Esa basura tiene que parar! Tienes que estar plenamente persuadido de que lo que Dios ha dicho sobre la sanidad o sobre cualquier otra cosa con respecto a sus hijos, ¡Él la hará!
Las maldiciones generacionales fueron destruidas cuando Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, declaró: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu" (Gálatas 3:13-14).
Smith Wigglesworth, en un libro devocionario que escribió, dice: "La fe se niega activamente al poder del diablo", porque se niega a ceder a sus mentiras, se niega a aceptar sus palabras, se niega a ceder al temor y a la depresión, pero está firme activamente en lo que Dios ha dicho y lo que su Palabra ha dicho.
Dios quiere hacer lo impensable, lo innegable y lo increíble por medio de una persona que se atreva a creerle con una fe violenta. La Biblia dice que andamos por fe y no por vista. No podemos fijar nuestros ojos en lo natural, porque, en lo natural, la situación no parece buena.
En Números 13, los doce espías fueron enviados por Moisés a espiar la Tierra Prometida. Diez de ellos vieron en lo natural, pero hubo dos (Josué y Caleb) que "tenían un espíritu diferente": un espíritu violento. No hay duda de que ellos vieron en lo natural, pero miraron más allá de lo natural y vieron lo sobrenatural.
En Números 13, los doce espías fueron enviados por Moisés a espiar la Tierra Prometida. Diez de ellos vieron en lo natural, pero hubo dos (Josué y Caleb) que "tenían un espíritu diferente": un espíritu violento. No hay duda de que ellos vieron en lo natural, pero miraron más allá de lo natural y vieron lo sobrenatural.
La situación no parecía buena porque había gigantes allí, pero Josué y Caleb no lo consideraron como oposición. Ellos lo consideraron como una oportunidad de que Dios fuera quien Él dijo que era para los hijos de Israel. Ellos anunciaron a Moisés y al pueblo de Israel: "Subamos de inmediato, y tomemos posesión de ella; porque podemos derrotarlos".
Cuando te enfrentes con gigantes, no los niegues ni finjas que no están ahí. ¡No! No niegas el hecho, sino que crees la verdad. El hecho es que, en lo natural, hay gigantes. Es cierto que tienes un cáncer, pero lo cierto es que: "Por su llaga fuimos curados". Y entonces declara, como hizo Josué: "Puedo conquistarlo".
Siempre habrá gigantes, y la mala noticia es que los gigantes son cada vez más grandes. Siempre habrá una oposición a tu misión. Si no me crees, entonces simplemente intenta bajar de peso y abrirán una pastelería muy cerca de tu casa. Si estás orando por la salvación de tu esposo, él se rebelará aún más. Si oras por la salvación de tus hijos, ellos se irán y harán algo que te avergüence. Siempre habrá una oposición a la misión que Dios te ha encomendado. Por eso, no puedes caminar en lo natural, sino en lo sobrenatural. "El justo por la fe vivirá" (Hebreos 10:38). Dios nos ha dado propósito, destino y promesas, y Él guarda sus promesas y las cumple. Cuando te encuentres con esos gigantes, tienes que tener un espíritu como el de David, que dice: "Tú vienes a mí con lanza, con espada y con escudo, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor". David se encontró con su Goliat, y el gigante se encontró con su muerte.
¡SACA LA BASURA!
Dios me recordó algo que me ocurrió en mi viaje para ejercitar una fe violenta y apren der obediencia. Recuerdo muy bien estar enferma de bronquitis, lo cual, según mi médico, se había convertido en neumonía. Mientras estaba sentada en la oficina de mi médico coreano, lleno del Espíritu, él me dijo en su inglés chapurreado: "Hermana Jacobs, muy enferma. Usted al hospital. Necesita goteo. Se queda en el hospital, no sé, quizá cuatro, cinco días o una semana".
En aquel punto en mi caminar con el Señor, yo era inflexible en mi determinación de pasar al nivel siguiente de fe. Sabía que si quería ver a los enfermos sanados y liberados, yo personalmente tendría que caminar en sanidad y liberación. Así que le dije: "No, doctor, usted no comprende. Dios va a sanar mi cuerpo. No puedo ir al hospital. Debo confiar en Dios".
Llegué a mi casa después de estar en la oficina del médico más firme en que algo estaba a punto de ocurrir con mi nivel de fe. Te digo que yo no me estaba divirtiendo mucho al aprender esta lección, pero quería a Dios y todo lo que Él tuviera para mí, y no estaba dispuesta a ceder.
Allí estaba yo en mi cama, aislada de mi esposo y mis hijas. Me encontraba tan débil que apenas podía levantarme de la cama para ir al baño yo sola. Allí estaba, creyendo en un milagro, esperando que un ser angelical entrara en aquel cuarto en cualquier momento e impusiera sus manos sobre mí. Entonces sencillamente me levantaría, y todo habría terminado. ¡Pero no fue eso lo que ocurrió!
Estaba muy abatida cuando oí claramente el mandato del Señor: "Levántate de esta cama, baja las escaleras ¡y ordena a esta basura que salga de tu casa y de tu cuerpo!".
Yo conocía la voz del Señor, y por eso le dije a Dios: "Muy bien, Dios, pero voy a llamar a mi esposo y decirle que lo haga. Después de todo, él es el sacerdote y el profeta en nuestra casa".
Yo había decidido que en realidad no tenía ganas de levantarme y bajar las escaleras, tras haber estado en cama por tres semanas. Por eso, en mi mente, prefería que Jamie subiera y se pusiera de acuerdo conmigo en oración con respecto a lo que acababa de oírle decir al Espíritu Santo que hiciera. Justo cuando estiré el brazo para tomar el "walkie-talkie", oí la voz del Señor en mi espíritu decir con más vigor aún: "¡Detente! ¡Te dije a ti que lo hicieras!".
Yo había decidido que en realidad no tenía ganas de levantarme y bajar las escaleras, tras haber estado en cama por tres semanas. Por eso, en mi mente, prefería que Jamie subiera y se pusiera de acuerdo conmigo en oración con respecto a lo que acababa de oírle decir al Espíritu Santo que hiciera. Justo cuando estiré el brazo para tomar el "walkie-talkie", oí la voz del Señor en mi espíritu decir con más vigor aún: "¡Detente! ¡Te dije a ti que lo hicieras!".
Me levanté de la cama en la que había estado por tres semanas y, debo admitirlo, mi aspecto no era muy hermoso. Me puse la bata y las zapatillas de andar por la casa, y comencé a bajar los escalones. Había llegado a la mitad cuando comprendí lo que en realidad estaba sucediendo, y me enojé mucho contra el enemigo. Mi esposo me echó una larga mirada y reconoció el fuego que había en mis ojos y el humo que parecía que me salía por los oídos. Él ya había estado allí el tiempo suficiente para saber que, en la esfera espiritual, eso significaba problemas para el reino de las tinieblas.
Fui caminando hasta la puerta de nuestra casa y la abrí. Era pleno invierno, pero a mí no me importaba. Salí a la terraza vestida con mi pijama de 101 Dálmatas y mi cabello de punta en diferentes direcciones, debido a que había estado en cama por tres semanas, pero no me importó. Yo tenía una palabra del Señor, y necesitaba un milagro.
Elevé mi voz todo lo que pude y dije: "En el nombre de Jesús, bronquitis, neumonía y todo lo relacionado con ello, salgan de mi cuerpo. Y no sólo eso, sino todo germen que esté presente en esta casa también tiene que salir. No pueden quedarse, y no se quedarán. En la autoridad de la Palabra de Dios y mediante el nombre de Jesús, ¡se irán ahora mismo! Este cuerpo es el templo del Señor, y esta casa está dedicada a Dios y le pertenece a Él. En este instante, voy a llenar este lugar de alabanza y adoración, y no tienen otra elección sino irse de aquí".
De repente, miré a la calle y allí estaban mis vecinos paseando a su perro. Ellos se quedaron mirándome y comenzaron a caminar con más rapidez. Supongo que pensarían que yo le estaba gritando a mi esposo. No me importaba lo que ellos pensaran o lo que cualquier otra persona pensara; yo tenía una palabra del Señor, y necesitaba un milagro. Sabía que una palabra de Dios podía cambiarlo todo.
Lo que he aprendido, y sigo aprendien do, es que no puedo preocuparme por lo que la gente diga o piense de mí. Tengo que ser obediente al Señor y hacer lo que Él me diga que haga. Lo mismo debes hacer tú. No importa lo tonto o loco que parezca, debes escuchar la voz de Dios y hacer cualquier cosa que Él te diga que hagas. Sencillamente hazlo, porque al otro lado de tu obediencia y tu fe violenta hay una victoria y un milagro que te esperan.
De inmediato, sentí una brisa increíble recorrer mi cuerpo. Fue como si alguien hubiera puesto una mascarilla de oxígeno sobre mi cara y yo respirase un aire fresco y vivo. Mi voz regresó junto con una fuerza renovada que entró en mi ser. Llegará un momento en tu vida, si es que aún no ha llegado, en el que Dios te lle vará a un lugar donde no haya nadie más a tu alrededor, excepto Él. Dios quiere que te muevas con una fe violenta. En tu viaje de fe violenta, Dios te pondrá en situaciones y escenarios en los que se te presente una pequeña ventana de oportunidad para ver si vas a responder con obediencia y fe. Tu elección será obedecer o dejar pasar esa oportunidad. Yo estoy plenamente convencida de que Dios siempre tendrá un pueblo que escuchará y obedecerá la primera vez, pero Él siempre nos dará la oportunidad de demostrar nuestra fe, nuestro amor y nuestra lealtad primeramente a Él.
EL PRECIO DE LA FE VIOLENTA
Toda persona que haya ejercitado alguna vez la fe violenta, ha pagado un precio para lograr ese nivel de fe. Cuando Abraham estaba en la cumbre del monte con su hijo, la promesa de Dios, atado y con una daga en su mano sobre la cabeza de su hijo, preparándose para ofrecerlo como sacrificio a Dios en obediencia total, se necesitó fe para saber que Dios proporcionaría otro sacrificio. Cuando Ester entró en la cámara del rey sin permiso y dijo: "Si muero, que muera", todo por causa de su pueblo, se necesitó fortaleza y fe para saber que ella saldría victoriosa. Cuando Elías mató a los profetas de Jezabel en el monte Carmelo después de que Dios enviara fuego, se necesitó fe para saber que Dios estaba de su lado. Pedro agarró la mano del hombre cojo y dijo: "No tengo plata ni oro... pero en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda" (Hechos 3:6). Se necesitó una fe violenta para levantar a aquel hombre sin saber lo que ocurriría después.
Me resulta gracioso oír el modo en que la gente describe mi ministerio cuando ministro al Señor. Dicen cosas como: "Eres una cantante guerrera" o "eres el arma secreta de Dios". Agradezco el espíritu con el cual se dice la mayoría de esas cosas y, sí, soy indígena nativa de EE.UU. y estoy muy orgullosa de mi herencia. Quizá eso podría explicar el porqué ellos piensan que se trata de guerrear, pero eso no tiene nada que ver con mi herencia. Tiene que ver con mi fe, mi caminar, mi historia, mi testimonio y el modo en que mi familia me crió para que buscara las cosas de Dios con pasión, con fuego y con una valentía implacable.
He descubierto que la fe violenta es una de las armas secretas de la unción en la que fluyo y también de la oración contestada. La fe violenta es permitir a Dios obrar por medio de ti de maneras en que normalmente no actuarías; es olvidar quién eres, a quién conoces, qué haces o lo poco que tienes. Lo único que sabes es que necesitas respuestas, y nada mueve el corazón del Padre como la fe. La fe violenta te llevará al punto en que no quede ya más egocentrismo. Cuando estás bastante desesperado, harás cualquier cosa para ver a Dios moverse, sobre todo si tienes una palabra de Dios, porque una palabra de Dios puede cambiarlo todo. Si recibes una palabra para que hagas algo, pídele al Espíritu Santo que revele verdad, claridad y seguridad de que viene realmente de Dios. Créeme que Él lo hará.
ARREBATA TUS POSESIONES
La fe violenta te llevará a un área que ni siquiera tu familia, ni la gente a tu alrededor, será capaz de comprender. Pero no importa, siempre que obtengas tu milagro. Eres hijo de Dios, y no tienes por qué tolerar todas las cosas que el diablo está intentando hacer en tu vida. Dios te ha dado el poder y la autoridad de arrebatar lo que te pertenece por derecho.
Tenemos que librarnos del temor, entrar en la fe y comprender: "Espera un momento; estos son mis hijos". La intención no era que tus hijos estuvieran en las drogas o el alcohol. Dile al diablo: "Este es mi matrimonio, mi cuerpo, mis finanzas, mis sueños. Devuélveme mis cosas, porque me pertenecen a mí y a Dios. No tienes derecho a ellas". Después, ¡comienza a darle gracias a Dios por la victoria ya ganada!
Un día de primavera, en el cuarto de mi hija, descubrí que había un avispero justo entre el exterior de su ventana y el cristal. Fácilmente, podría haber dicho: "Espero que ninguna de esas avispas se escape a través de la ventana y llegue a mi bebé" o "Haré que Jamie le eche un vistazo a esto cuando regrese a casa para ver lo que piensa". Por el contrario, llamé a mi esposo y le informé acerca de los intrusos. No estábamos dispuestos a jugar al escondite. Él aniquiló por completo el avispero.
Eso es exactamente lo que tiene que ocurrir en muchos hogares en EE.UU. y todo el mundo. El diablo ha entrado y se ha situado convenientemente donde siente que nadie lo verá.
Tenemos que librarnos del temor, entrar en la fe y comprender: "Espera un momento; estos son mis hijos". La intención no era que tus hijos estuvieran en las drogas o el alcohol. Dile al diablo: "Este es mi matrimonio, mi cuerpo, mis finanzas, mis sueños. Devuélveme mis cosas, porque me pertenecen a mí y a Dios. No tienes derecho a ellas". Después, ¡comienza a darle gracias a Dios por la victoria ya ganada!
Un día de primavera, en el cuarto de mi hija, descubrí que había un avispero justo entre el exterior de su ventana y el cristal. Fácilmente, podría haber dicho: "Espero que ninguna de esas avispas se escape a través de la ventana y llegue a mi bebé" o "Haré que Jamie le eche un vistazo a esto cuando regrese a casa para ver lo que piensa". Por el contrario, llamé a mi esposo y le informé acerca de los intrusos. No estábamos dispuestos a jugar al escondite. Él aniquiló por completo el avispero.
Eso es exactamente lo que tiene que ocurrir en muchos hogares en EE.UU. y todo el mundo. El diablo ha entrado y se ha situado convenientemente donde siente que nadie lo verá.
La Palabra dice que él se disfraza como "ángel de luz" (2 Corintios 11:14), pero la Palabra también dice: "No ignoramos sus maquinaciones" (2 Corintios 2:11). Tú no querrás jugar con él, sino sacarlo a la luz y violentamente destruir su complot, su plan., sus maquinaciones. Después lo limpias todo con la Palabra y determina que tu hogar será un refugio para tus valiosas posesiones.
Cuando te vuelves radical en tu fe, todo cambia. La oración, la alabanza y la adoración serán una parte de tu caminar diario, y habrá una determinación que nada ni nadie podrá sacudir. Créele a Dios para lo imposible, y prepárate para aprender a caminar en el poder de la fe violenta.
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