miércoles, 2 de agosto de 2017

Pare ya de mentir

Pare ya de mentir

Por Alice Smith

Muchos vivimos en derrota por mentirnos continuamente. He aquí cómo podemos programar de nuevo la mente.
La gente se habla a sí misma en todo momento en que se halla despierto. ¿Le sorprende saber eso? ¿Acaso pensó que usted era la única persona que sostenía un soliloquio? La pregunta no es si usted habla consigo mismo, sino "¿qué se dice a sí mismo?". ¿Acaso se nutre usted de la verdad o el autoengaño?
Una íntima amiga mía sostiene un soliloquio prácticamente en todo momento y de forma audible. Hace unos años, cuando llevé un ministerio de oración a Egipto, esa misma amiga fue mi compañera de habitación durante esa estadía. Cada mañana, ella platicaba consigo misma, y se reía sola mientras se maquillaba. Un día le dije: "Tú no necesitas conversar conmigo, ¡si te la pasas muy bien tú solita!".
Los psicólogos indican que la persona promedio tiende a decirse de 40,000 a 50,000 cosas a sí misma diaria­mente. Un 70 por ciento o más de esas expresiones son cosas negativas. Sin embargo, los atletas profesionales considerados como excepcionales expresan que reducen su autoplática a unas 20,000 expresiones o menos, y menos del 50 por ciento de éstas son negativas.
Tanto el pensamiento positivo de concentración como el sostener un soliloquio resultan ser factores críticos de usted querer moverse de la persecución a la victoria. ¿Por qué? Porque "la fe es por el oír" (Romanos 10:17). Su sistema de creencias se crea basado en lo que usted piensa y lo que usted se dice a sí mismo, ¡y no tan sólo en lo que usted diga en voz alta!
Si un comercial de televisión y demás formas de anuncios repetitivos no fuesen eficaces en la venta de productos, nadie pagaría por transmitirlos. Pregúntese: "¿qué es lo que le anuncio y vendo continuamente a mi subconsciente (o ser interior) mediante mi soliloquio?".
El subconsciente no tiene poder alguno para ejercer juicio, sino que simplemente graba la información y las experiencias a medida que sucedan, toma como verdad lo que se dijo, y entonces lo cree. El abuso en específico es parte de una campaña de mercado que el diablo diseñó para venderle a usted el fracaso personal.
Es por eso que las palabras que salen de su boca (lo que les diga a otros), las meditaciones del alma (lo que usted mismo se diga) y las palabras de los demás (las dichas por alguien a quien escuchó), sean positivas o negativas, determinan muchísimo lo que usted piensa, lo que hace y en quién usted se convertirá finalmente. Lo que usted se diga siempre debe ser aceptable ante los ojos de Dios.
Usted nunca está desempleado; siempre tiene el trabajo de ser el guardián de su mente. Usted determina lo que se permitirá ver, oír y pensar. Es usted quien debe aprenderse la Palabra de Dios si intenta retar y captar cualquier pensamiento que sea contrario a la voluntad del Señor y llevarlo ante Él con verdad (ver 2 Corintios 10:4-5).
Personalmente, Dios lo hace ser res­ponsable del templo que le dio a cuidar. Por consiguiente, evite amistades y compañías negativas. Filtre las películas que vea, la música que escuche, las transferen­cias cibernéticas que vea, y las revistas y libros que lea.
Depende de su actitud
Bien dice el dicho: "Su actitud determina su altitud". Definitivamente, su actitud afecta su relación con Dios y los demás e igualmente afecta su salud —mental, emocional y física— y, de ser una negativa, lo llevaría a un soliloquio perjudicial.
Es posible que nada pueda afectarle adversamente su actitud de la misma forma que lo haría una herida causada por otra persona. La gente que está dolida u ofendida, suele luchar contra el hecho de perdonar a la persona que le causó el dolor, a sí mismo y hasta a Dios. El resultado de los pensamientos, los sentimientos a causa de la falta de perdón y la amargura, producen no tan sólo una actitud negativa, sino enfermedades y dolencias físicas.
Tal vez una de las razones por las cuales su actitud pueda causar enfermedades, dolencias y otras formas de tormentos es que determina también el nivel de su estrés. Algunas personas "acumulan" su estrés y lo llevan en silencio, mientras que otras lo "gritan" y ventilan a los cuatro vientos.
En ambos casos, el estrés es un asesino que se acelera e intensifica cuando nuestro enfoque está por todos lados menos donde debe estar. Proverbios 3:5-8 dice: "Fíate de Jehová de todo corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará todas tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión. Teme a Jehová, y apártate del mal, porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos".
No presuma que lo sabe todo. ¡Corra hacia Dios! ¡Aléjese del mal! Su cuerpo se verá resplandeciente por contar con una buena salud, ¡y sus huesos estarán llenos de vida! Si usted decide vivir observando el vaso medio vacío, en vez de medio lleno, estará condenado a la desilusión. En la vida, usted halla lo que busca, no lo que ve. Si su perspectiva de la vida, incluyendo su pasado, es triste, entonces usted permanecerá triste. Todo tiene que ver con la perspectiva que tenga usted.
Si usted le añade una mala actitud a un pasado que no ha sido sanado, las presiones comunes del diario vivir y el continuo aluvión de soliloquios negativos, usted puede llegar a la desesperación. Y nunca olvide que los espíritus demoníacos trabajan horas extras, para asegurarse de que usted tome esa senda.
La persona con heridas emocionales suele albergar una serie de sentimientos que oscilan desde la decepción y el enojo hasta el odio y la ira contra quienes la hayan herido. La sanación comienza cuando la persona renuncia a esos sentimientos y aprende a diferenciar entre el actor y el acto, al odiar lo que se hizo sin odiar a quien lo hizo.
Esto es una respuesta bíblica, pues la Biblia dice que no debemos dejar que el sol se ponga sobre nuestra ira, porque cuando permitimos que la ira hierva a fuego lento durante la noche, le damos paso al enemigo.
El problema más complicado y difícil con el que las víctimas lidian es contra los sentimientos concernientes a sí mismas y, de hecho, no suelen tener fundamentos. Si continúa respondiéndoles a los altibajos de la vida según sus experiencias del pasado en vez de permitirle al Espíritu Santo dirigir sus respuestas, usted sólo logrará reforzar cualquiera de las fortalezas interiores que tenga.
Desacredite las mentiras
¿Qué es lo que causa el hecho de que sucumbamos al autorechazo? ¿Será por lo que los demás nos han hecho? ¿Acaso será por lo que hayamos escogido creer sobre nosotros mismos?
Debemos aclarar una verdad esencial: Dios nos ama tal cual somos. Él nos ama cuando hacemos bien y hacemos mal. Nuestros pecados no afectan el amor que Dios siente por nosotros. Dios nos ama incondicionalmente. Es posible que aflijamos el corazón de Dios, pero nunca se nos escapará su amor.
La Biblia nos dice que "Dios es amor" (1 Juan 4:8). La esencia de Dios es el amor. Es por eso que aun cuando estábamos destinados a pecar, Dios nos mostró su amor, al enviar a su Hijo a morir por nosotros (ver Romanos 5:8). El Señor nos amó cuando fuimos sus enemigos, y no hay nada que nos pueda separar de su amor por toda la eternidad.
Por consiguiente, el autores­peto y la autoaceptación deberían basarse en el gran amor de Dios, no en nuestras obras. Nuestra autoestima (el valor que nos damos) debería basarse en el hecho de que Dios nos creó para su propósito. El Señor nos programó a cada uno de nosotros con un potencial para el reino, una asignación de por vida que sólo nosotros podemos realizar.
Es posible que usted proteste y diga: "¿Y qué de la debilidad que siento? ¿Y qué de mis defectos? ¿Qué tal de mis logros, mi educación o cómo luzco?". Desde luego que algunas de estas cosas son responsabilidad suya. Algunas las podemos y deberíamos cambiar, pues el que mejoremos es siempre algo de orden.
Las cosas que no podemos cambiar, simplemente las aceptamos conforme se las entreguemos a Dios. Pablo escribió: "Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento" (1 Timoteo 6:6).
Ser fuerte no es la meta final; pero ser de Dios sí lo es. Cuando le pertenecemos al Señor, y dependemos de Él en obediencia, Él demostrará su fuerza a través de nuestra debilidad. "Lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte" (1Corintios 1:27), y de esa manera Él recibe la mayor gloria.
La pregunta que hay que hacerse no es sobre su habilidad o inhabilidad, sino de sudisponibilidad. Es posible que conforme buscaba entender y ver si tenía sentido el dolor que padeció y las traiciones que sufrió, usted juzgaba a Dios al igual que lo hacía con quienes lo hirieron a usted. Si ese es el caso, oro para que esa verdad seque la tierra que hay en su corazón y cause que se arrepien­ta de haber cuestionado la integridad del Padre celestial.
Tal vez usted se habrá preguntado como yo lo siguiente: "¿Por qué Dios no previno las situaciones dolorosas que he experimentado? ¿Dónde estaba Él cuando ocurrieron? ¿Cómo es que estuvo a mi lado y permitió lo que me hicieron?".
Aunque esas preguntas son perfectamente razonables, nunca sabremos sus repuestas en esta vida. Sin embargo, hay ciertas cosas que pueden ser ciertas: Dios se afligió cuando usted se afligió. Él sufrió cuando usted sufrió. Él estaba dolido cuando usted estaba dolido.
No obstante, Dios se restringe a la ley de su propia naturaleza, Él no nos creó como robots, sino como agentes morales con capacidad para tomar decisiones. Dios permite de forma misteriosa que el pecado siga su curso hasta que estemos convencidos de que el ser humano es totalmente incapaz de recibir justicia sin Cristo.
Hace más de dos mil años, Jesús le quitó el poder a Satanás en el Calvario, y lo desarmarlo por completo. Eso sí, el diablo podrá herirlo sólo si usted escoge aceptar temer y no creer que eso que hizo Jesús es verdad.
Tome en cuenta que los recuerdos no dejan de existir. Simplemente, dejan de provocar dolor. Y, mejor aún, adquieren un nuevo potencial. ¡Eso es algo muy natural para quienes hayan sufrido y se convierten en consejeros y ministros para los demás! Dios hará uso de lo que una vez fueron sus áreas de gran debilidad para la gloria de Él.
Parte de la verdad es que usted no es una víctima ni un mero sobreviviente, pues Cristo lo ha hecho superar. Si ha vivido la vida como víctima y no en victoria, entonces ha creído en mentiras. Es posible que sean mentiras sobre usted, los demás o el diablo. No obstante, las mentiras que más nos debilitan son las que existen sobre Dios y su amor. Pídale al Señor que le revele esas mentiras para que las anote. Luego, programe de nuevo su mente con la verdad, para que contrarreste cada una de las mentiras. He aquí algunas actividades en las que puede involucrarse:
· Leer la Palabra.
· Reemplazar los pensamientos negativos por las Escrituras que desacreditan las mentiras que usted cree sobre Dios, usted y los demás.
· Realizar soliloquios más sanos.
· Hacer amistad con personas que son emocionalmente saludables.
· Alejarse del 90 por ciento de la población que no desea ser feliz y unirse al 10 por ciento que sí lo desea.
Aprovechar cada oportunidad que Dios le da para usar su experiencia y ayudar a los demás.
Finalmente, respétese y recíbase como un regalo de Dios con un propósito divino. Jesús lo ha redimido por completo, y eso incluye los abusos que usted ha padecido. Sobrepóngase al pasado, y permita que los demás vean la gloria de Dios a través de usted.


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