viernes, 25 de agosto de 2017

Tomar decisiones que honren a Dios: Averiguar la voluntad divina

Tomar decisiones que honren a Dios: Averiguar la voluntad divina

Peter Amsterdam

No hemos cesado de orar por ustedes, pidiendo que sean llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual, para que anden como es digno del Señor, haciendo en todo, lo que le agrada, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios.  Colosenses 1:9-10[1]
Uno de los rasgos de la humanidad, como seres creados a imagen de Dios, es el libre albedrío, que incluye la capacidad de tomar decisiones y el responsabilizarnos de las consecuencias de las mismas. Aprender a tomar decisiones que glorifiquen a Dios y que cumplan Su voluntad en nuestra vida puede resultar muy difícil a veces; el proceso de descubrir Su voluntad y esperar a que nos comunique soluciones y guía pone a prueba nuestra fe y la hace crecer.
La decisión más importante de nuestra vida es la de recibir a Jesús como Salvador y aceptar la salvación que Él nos regala, pues determina nuestra relación eterna con Dios y Su reino. Se trata de una decisión fundamental que define nuestro presente y nuestro futuro, además de redefinir nuestro pasado al anular los cargos contra nosotros, que nos eran adversos, «clavándolo[s] en la cruz»[2].
La decisión de aceptar a Cristo como Salvador solo la podemos tomar nosotros; invitar a Jesús a entrar en nuestro corazón y participar en nuestra vida es una decisión voluntaria. Sin embargo, con la salvación no se acaba todo: después que entregamos nuestra vida al Señor, nos enfrentamos a diario a numerosas decisiones sobre cómo alimentar nuestra fe por medio del estudio de Su Palabra y vivir según Sus mandamientos y guía.
Para los cristianos, tomar decisiones debe ser un proceso relacional en el que intervenga Dios; para ello le presentamos todas nuestras ansiedades, sabiendo que Él cuida de nosotros[3]. Nos ha dicho que nos acerquemos a Él y «razonemos»[4], con lo que expresa Su deseo de conversar con nosotros. Quiere estar presente y participar en la conversación cuando tomamos decisiones, y ha prometido que Su Espíritu en nosotros nos guiará a toda la verdad[5].
Como cristianos, a lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a decisiones trascendentales que influyen en nuestro futuro: está la elección de una profesión, de la persona con quien nos casaremos, de la forma de criar a nuestros hijos, del país en que viviremos, y las decisiones sobre nuestro grado de compromiso con nuestra fe y de participación en la obra de Dios. Uno de los pasos más importantes para averiguar la voluntad divina y tomar decisiones acertadas consiste en tener presente a Dios y encomendarle nuestros caminos. «Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él hará derechas tus veredas. Encomienda al Señor tu camino, confía en Él, que Él actuará»[6].
Para aprender a tomar decisiones que honren a Dios y estén en consonancia con Su voluntad y mandamientos suele ser necesario pasar por períodos de reflexión, de oración ferviente y de pruebas. A veces cuesta determinar cuál es la voluntad de Dios en cierta situación o qué decisión conducirá a los mejores resultados. En esos casos, es posible que deseemos que un rayo ilumine el cielo, o que alguna fuerza nos tire al suelo, como le ocurrió al apóstol Pablo, a fin de disponer de una señal precisa, infalible. Sin embargo, muy a menudo la voz de Dios es tan suave que si no nos tranquilizamos, abrimos nuestra mente y prestamos oído, puede pasar inadvertida.
El Señor le ordenó: «Sal y preséntate ante Mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí». Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo.  1 Reyes 19:11-12[7]
¿En qué consiste nuestra función en el proceso de toma de decisiones? ¿Cómo podemos hacer todo lo posible por tomar decisiones acertadas, acallar nuestro espíritu para oír la voz de Dios y determinar la mejor opción en decisiones que de algún modo vayan a alterar el curso de nuestra vida? La Palabra de Dios nos dice: «Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada»[8].
Él nos creó a Su imagen, somos seres racionales capaces de tomar decisiones voluntarias y de optar por poner a Dios en el centro de nuestra vida. Esa es una forma de amar a Dios con toda nuestra mente: tomar reflexivamente la decisión de amarlo, de permitir que ocupe un lugar central en nuestra vida y nuestros deseos, y de procurar glorificarlo en todas nuestras decisiones y acciones. Si amamos a Dios de esa manera, racionalmente, con una mente resuelta y con el compromiso interior de seguirlo a donde sea que nos lleve, estamos en condiciones de verificar la voluntad de Dios, tal como Pablo explica en Romanos: «Transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto»[9].
Ese versículo indica que a menudo puede ser necesario probar algo para determinar por medio de la experiencia si es la voluntad de Dios. Es posible que la decisión que tengamos delante no esté lo suficientemente clara como para saber con absoluta certeza cuál es el mejor camino. Quizá tenemos que decidir si vamos a invertir en un negocio, o iniciar una nueva modalidad de evangelización, o poner a nuestros hijos en tal colegio, o mudarnos a un nuevo barrio. Hemos acudido al Señor para que nos dé sabiduría y orientación. Hemos evaluado las ventajas y desventajas. Hemos hecho un análisis minucioso de la situación. Hemos pedido asesoramiento a personas que están en condiciones de darnos buenos consejos. Sin embargo, es posible que aun así no estemos cien por cien seguros de la decisión, pese a que se está acabando el plazo para tomarla. En situaciones como esa, es posible que sientas que Dios te está empujando a dar un paso y tomar una decisión preliminar, al tiempo que te dejas un espacio para la etapa de verificación y te reservas el derecho de alterar el rumbo si la dirección propuesta no resulta ser la voluntad de Dios en tu caso.
Después de dar ese paso de tomar una decisión preliminar, a menudo sucederá que el Señor la confirmará, o bien surgirán nuevos factores que arrojarán luz sobre la situación. En cada nueva encrucijada en que te encuentres en la ruta hacia la decisión final, es posible que tengas que volver a examinar las circunstancias y orar de nuevo antes de dar el siguiente paso. Es posible que tengas que ajustar el rumbo que te has trazado cuando veas que las coordenadas de tu decisión original, a pesar de hallarse en términos generales en la dirección correcta, deben afinarse para apuntar directamente a tu destino final. Tomar decisiones es a menudo un proceso en el que intervienen muchas decisiones, no solo una; y cada decisión sienta las bases para las siguientes.
La mayoría preferiríamos que Dios nos diera instrucciones que no dejaran lugar a dudas. Sin embargo, parece que Él a menudo quiere que hagamos el trabajo de buscar de todo corazón Su voluntad, investigar, analizar, evaluar y aprovechar todos los medios que estén a nuestro alcance para tomar decisiones prudentes que lo honren. Parece ser que Él rara vez hace por nosotros lo que somos capaces de hacer por nosotros mismos. Yo he comprobado que las mejores decisiones que tomo suelen ser las que tomo en conjunción con Él, cuando hago la tarea preparatoria de analizar las posibilidades y opciones, de sopesar las ventajas y desventajas de cada una, al tiempo que busco Su guía y Su opinión orando y escuchándolo.
Tomar decisiones que honren y glorifiquen a Dios es una forma de demostrarle que lo amamos con todo nuestro corazón, alma y mente. Aunque a la mayoría nos cuesta asumir la seria responsabilidad de tomar decisiones que se ajusten a Su voluntad, estas constituyen una oportunidad de glorificarlo. Si le reservamos un lugar central en nuestra vida, lo reconocemos en todos nuestros caminos y nos encomendamos a Él, podemos tener la confianza de que nos guiará y nos ayudará a discernir cuál es Su voluntad y a tomar decisiones prudentes.

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