miércoles, 20 de agosto de 2014

Las pruebas equivalen a bien

Las pruebas equivalen a bien
María Fontaine
Como «muchas son las aflicciones del justo» (Salmos 34:19), ciertamente es un consuelo saber que «a los que aman al Señor, todas estas cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados» (Romanos 8:28). Es más, es imprescindible que convirtamos esta promesa en un elemento fundamental de nuestra vida, para poder salir victoriosos de las numerosas pruebas, dificultades, batallas y tentaciones que enfrentamos.
Si no pasamos todo lo que nos ocurre por el filtro de Romanos 8:28, si no vemos siempre nuestras decepciones, penas, pruebas, enfermedades, oposición, batallas y todo lo demás con el enfoque de esta promesa, lamentablemente nos perderemos muchas enseñanzas importantísimas que Dios quiere transmitirnos. Además nos privaremos de la paz que sentimos cuando confiamos totalmente en esa preciosa promesa y principio.
Si aprendemos esta sencilla ecuación: «pruebas = bien», nuestra vida se enriquece, aprendemos más, tenemos más paz interior, y reconocemos más fácilmente la mano del Señor en los acontecimientos de nuestra vida. Es totalmente diferente —como de la noche al día— contemplar una riada de problemas, batallas, pruebas y tribulaciones esperando que suceda lo peor, o contemplarla con la ilusión y expectativa de descubrir todo el bien que sabemos que el Señor hará que nos traiga. 

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