Salir a caminar, claro, pero
no creas que es un descanso
Dan Pallota, HBR, 27 de febrero, 2014
Cada mañana, hago una caminata de cinco kilómetros y medio
por mi vecindario sin importarme el clima que mi ciudad de Nueva Inglaterra me
ofrezca. Parto una manzana en dos y le doy la mitad a cada uno de los caballos
en la esquina de la calle Cross. Los sonidos de sus mordiscos y sorbos me hacen
partícipe de su felicidad.
Cuando era niño caminaba al colegio todos los días con John
Flaherty, Doug Casey y Rollie Graham. Al final del día, después de práctica de
debate, Bill Bailey, Paul Salamanca y yo volvíamos caminando a casa. No
parábamos de hablar ni un minuto, y podríamos haber seguido otra hora más cada
día para poder decir todo lo que hubiéramos querido.
Parte de la razón por la cual creé «Cáncer de mama, 3-días»,
una caminata benéfica, allá por 1998, fue para ofrecer a las mujeres con cáncer
de pecho y sus simpatizantes el lujo de tener tres días para conversar, fantasear
y reflexionar, sin tener que preocuparse de las contrariedades de cada día.
Pero nos equivocamos si pensamos que caminar no es más que
una actividad para calmar la mente, una fuente de ejercicio o un pasatiempo de
lujo. Cuando de trabajar se trata, una caminata puede aumentar claramente la
productividad. En un sentido muy práctico, caminar puede significar trabajo y
los trabajos se pueden realizar mientras caminamos.
El año pasado di la charla de clausura de la conferencia
2013 de TED. Esta charla se ha visto casi tres millones de veces y por ahora
está entre las primeras 100 más vistas de todas las charlas TED de todos los
tiempos. La ensayé de principio a fin durante caminatas que realicé en mañanas
heladas por espacio de dos meses: enero y febrero. Lejos de ser un placer, esas
caminatas no me ilusionaban, porque mis ensayos eran trabajosos. Mi
productividad a esa hora era tan densa que me extenuaba mentalmente. Si por el
contrario me hubiera quedado pegado al escritorio, ahí donde, según nos han enseñado
a la mayoría, se logra el trabajo verdaderamente serio, hubiera sido más fácil,
pero mucho menos productivo. Hubiera estado metido en internet cada cinco
minutos para revisar mis páginas favoritas. Hubiera ido a conseguir un vaso de
agua y unas galletitas. Hubiera revisado mis correos electrónicos. En cambio,
al caminar uno no puede distraerse con esas cosas: está uno solo y concentrado
en el trabajo.
Un estudio realizado por la sicóloga cognitiva Lorenza
Colzato de la universidad de Leiden descubrió que las personas que salen a
caminar o dan un paseo en bicicleta cuatro veces a la semana son capaces de
pensar más creativamente que las que llevan una vida sedentaria. La Revista
Británica de Medicina Deportiva descubrió que esos beneficios son independientes
del estado de ánimo. La luz del sol también estimula los niveles de serotonina,
que pueden mejorar la actitud.
Para mi estos hallazgos son totalmente ciertos. El primer
kilómetro de mi caminata es un barullo de voces que compiten en mi pensamiento
entre opiniones y listas de quehaceres. Pero después de dos o tres kilómetros,
sin importar lo bajoneado y sin ánimos que haya estado cuando empecé, las voces
se calman.
Henry David Thoreau pronunció aquellas célebres palabras:
«Pienso yo que en el momento que las piernas se me empiezan a mover, mis
pensamientos empiezan a fluir». El incremento de endorfina que proviene de
subir una cuesta hace que la producción de ideas sea casi predecible. Hay
claros momentos a lo largo de mis caminatas en los cuales las ideas me vienen a
la cabeza y es como si cayeran de un árbol mágico situado a la vera del camino.
El perfeccionamiento de muchas ideas o imágenes imprescindibles para mi charla
de clausura TED 2013 me vinieron en ese mismo punto.
En todo caso cuesta trabajo. Las ideas no vienen así no más
a no ser que me haya comprometido con el tema en cuestión. Si estuviera
escuchando U2 estrepitosamente, lo cual sería mucho más fácil, esas ideas
permanecerían soterradas o fuera de mi alcance.
El año pasado mi compañía, Advertising
for Humanity, se encontraba al borde de una fecha límite para entregar
un trabajo encargado por un cliente importante. Al cabo de meses de trabajo la
idea simplemente no cuajaba. Una mañana mientras caminaba se me alumbró la
mente. La nueva campaña ha sido un tremendo éxito. Nuestro equipo de creación
salió a caminar hace unos meses para abordar otra tarea de gran magnitud. La
caminata resulto ser mucho más eficaz que la pizarra para aclarar las ideas y
destilar el problema hasta dar con su esencia. El espacio que creamos entonces
nos llevó a dar con otra gran idea que resultó ser un éxito fenomenal.
Caminar es muy bueno para sostener conversaciones
profesionales de corazón a corazón. Cuando dirigía una empresa grande en Los
Angeles, frecuentemente salía a caminar con los empleados a lo largo del Sunset
Boulevard para poder conversar y aclarar asuntos. El biógrafo Walter Isaacson
señaló que la fórmula preferida de Steve Jobs para tener una conversación seria
era salir a dar una caminata. No es un recreo. Es un cambio de aires, pero es
trabajo. El movimiento hace que la conversación se torne menos rígida, más
autentica, que entrañe más responsabilidad y sea más pareja.
Así que cuando te urja hacer algo, aléjate de la computadora
y de la sala de conferencias y date un largo paseo. No es un lujo; es trabajo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario