Crecí en un hogar lleno de placas colgadas en las paredes. Una de ellas contenía una cita del poeta Claude Mermet que se destaca en mi mente: «Los amigos son como los melones; permíteme decirte por qué: Para encontrar uno bueno, ¡primero hay que probar cien!».
La mayoría de nosotros puede identificarse con eso. Es difícil encontrar buenos amigos. Me pregunto si Dios alguna vez se siente así con respecto a nosotros. De todas las personas en el Antiguo Testamento, sólo a uno se le llamó alguna vez Su amigo. En Isaías 41:8, Dios dice que eligió a Jacob, quien era un descendiente de «Abraham, Mi amigo». ¡Un club bastante exclusivo! Así que puedes imaginarte lo sorprendente que fue para los discípulos escuchar decir a Jesús, «ya no os llamaré siervos, …pero os he llamado amigos» (Juan 15:15).
Mejor aún, también nos los dice a nosotros. Así que, ¿cómo es la amistad con Jesús? Comienza con un compromiso. Él dijo: «Vosotros sois Mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando» (v. 14). Luego añadió la dinámica de la comunicación. Prometió decirnos todo lo que el Padre le ha dicho (v. 15). ¿Estás escuchando? Y, como Sus amigos, comenzamos a llevar fruto (v. 16), compartiendo características en común con Él al reflejar Su gloria en nuestras actitudes y acciones (2 Corintios 3:18).
¡Jesús te da la bienvenida a recibir el privilegio de la amistad con Él! ¿Eres Su amigo?
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