“Busqué a Jehová, y Él me oyó” Salmo 34:4
Jane Welsh, la secretaria del ensayista escocés Thomas Carlyle (1795-1881), se casó con él y dedicó su vida tanto a su esposo como a la obra de éste. Él la amaba profundamente, pero estaba tan ocupado con su labor de escritor y orador que a menudo la descuidaba. Luego de algún tiempo de haber estado casados, ella enfermó y murió repentinamente.
En un nuevo libro de John Ortberg, leí que, después del funeral, Thomas fue solo a la habitación de Jane y leyó su diario. Encontró estas palabras que ella había escrito acerca de él: “Ayer él pasó una hora conmigo y fue como estar en el cielo. Le amo tanto”. Otro día, ella escribió: “He estado atenta todo el día esperando escuchar sus pasos en el vestíbulo, pero ahora es tarde. Imagino que no vendrá hoy”. Él lloró destrozado al darse cuenta de cómo él había descuidado y cuánto ella había deseado tan sólo hablar con él.
Al leer eso, no pude evitar pensar, Dios me ama muchísimo y espera que yo tenga comunión con Él. ¿Cuántos días me olvido yo de Él?
El Señor recibe nuestra adoración, nuestra oración y nuestra alabanza. Él nos ha dicho en Su Palabra que oremos en todo tiempo (1 Tesalonicenses 5:17). Así como lo hizo con la iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3, Cristo toca a la puerta de nuestro corazón y espera pacientemente (v. 20). Escucha atentamente a nuestro llamado, a nuestro clamor y a nuestra oración. ¿Cuántas veces espera Él en vano?
Habla con Dios; Él anhela saber de ti.
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