miércoles, 15 de noviembre de 2017

“Mi palabra… no volverá a Mí vacía” Isaías 55:11

“Mi palabra… no volverá a Mí vacía” Isaías 55:11
Cuando era niño, nuestra familia ocasionalmente viajaba por todo el estado de Nevada. Nos encantaban las tormentas eléctricas en el desierto. Junto con los relámpagos y los golpes de los rayos, interminables aguaceros cubrían la arena caliente hasta donde llegaban nuestros ojos. El agua fría refrescaba la tierra -y a nosotros.
El agua produce cambios maravillosos en las regiones áridas. Por ejemplo, el cactus alfiletero está en estado totalmente latente durante la estación seca, pero, después de las primeras lluvias de verano, florece en un estallido, mostrando delicados pétalos rosados, dorados y blancos.
De manera similar, después de una tormenta, parecía que el suelo seco en Tierra Santa hacía brotar la vegetación de la noche a la mañana. Isaías usaba la renovación de la lluvia para ilustrar la refrescante Palabra de Dios: “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será Mi palabra que sale de Mi boca; no volverá a Mí vacía, sino que hará lo que Yo quiero, y será prosperada en aquello para lo que la envié” (Isaías 55:10-11).
Las Escrituras producen vitalidad espiritual. Esa es la razón por la que no regresan vacías. Dondequiera que encuentran un corazón abierto, traen refrigerio, alimento y nueva vida.
La Biblia es para un alma sedienta lo que el agua es para un suelo yermo.

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