Gracias, Señor, por las lágrimas. Ayudan a
lavar los ojos y el corazón, limpian la mente y aclaran el pensamiento.
Los griegos le llamaban catarsis, y quería decir purga o purificación. Según ellos la tristeza era purificadora y edificante, y hacía surgir las motivaciones y valores auténticos. Gracias a Dios que ni Él ni Su servicio son todo tristeza y tragedia; sin embargo, Él nos hace pasar por algunas pruebas, sufrimientos y dificultades para hacer surgir en nosotros la dulzura y nuestras mejores cualidades.
Tal como si una mano gigantesca estrujara un panal, haciendo brotar la miel. Como cuando Moisés dio un varazo a la roca: ¡la roca fue golpeada, pero empezó a manar el agua! (Éxo.17:6) ¡Como una hermosa flor que es aplastada y despedazada, pero surge de ella la fragancia! Como el dulce sonido que brota de la garganta del pájaro, que casi parece surgir a través del dolor, y sin embargo lo hace en forma de canción. Aprendemos mucho a través del dolor, y algunas de las enseñanzas más valiosas que recibimos del Señor surgen de sombrías experiencias.
"Él me da gozo en vez de pena. Me da amor que echa el temor, ¡la gloria donde había ceniza, y en vez de mis sombras, sol!" "¡Oh, gozo que me buscas en la pena, no puedo cerrarte el corazón; el arco iris tras la lluvia veo, y sé que en la mañana ya no habrá dolor."
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