VIVIR AGRADECIDOS
Jeff
Schreve
1)
Vivir agradecidos permite que Dios sepa que tenemos confianza en Él, por muy
graves que sean los problemas o lo terrible que sea la situación. El
agradecimiento es el otro lado de la fe.
2)
Vivir agradecidos nos cambia el semblante y actitud. En lugar de estar
desanimados, difundiendo pesimismo y desesperación a dondequiera que vamos
empecemos a difundir el gozo del Señor. Los mejores testigos de Cristo son los
que enfrentan los padecimientos de la vida con una canción de agradecimiento en
los labios.
3)
Vivir agradecidos nos abre la puerta para que Dios obre. Dios detesta que nos
quejemos y refunfuñemos… pero le encanta que alabemos y demos gracias. A medida
que empezamos a vivir agradecidos con Dios, Él empieza a obrar, aunque sea por
medio de los padecimientos más intensos y las pruebas de fe. Pablo y Silas
fueron golpeados y encarcelados… y cantaron un himno de alabanza al Señor. Y
cuando terminaron de cantar, el Señor sacudió la cárcel y se abrieron las puertas
de la prisión. […] Dios hace milagros cuando optamos por darle gracias y
alabarlo, aunque estemos en el pozo más profundo y oscuro.
Permíteme
que te exhorte como lo hago conmigo mismo. Oblígate a dar gracias por todo.
Dale gracias a Dios por las montañas… y dale gracias por los valles. Él merece
todo tu agradecimiento y alabanzas.
"PAN DE VIDA PARA EL MUNDO" Es un ministerio Cristiano dirigido a cualquier persona que quiera conocer mas acerca de la PALABRA DE DIOS. Este alimento espiritual diario, es enviado a través de este Ministerio a cientos de personas alrededor del mundo, los temas que se tocan son de carácter positivo y de mucha utilidad para enfrentar los problemas con una perspectiva espiritual diferente. Nos gustaría oír tus comentarios sobre nuestra pagina.
martes, 30 de junio de 2015
lunes, 29 de junio de 2015
El amor
ACERCA DEL AMOR
Un famoso catedrático se encontró frente a un grupo de jóvenes que
estaban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el
romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es
preferible acabar con la relación cuando el enamoramiento se apaga en
lugar de entrar en la hueca monotonía del matrimonio.
El profesor les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente:
Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las
escaleras para prepararle el desayuno y sufrió un infarto, cayó. Mi
padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la
camioneta. A toda velocidad la condujo hasta el hospital. Cuando llegó,
por desgracia, ya había fallecido.
Durante el sepelio, mi padre no habló; su mirada estaba perdida. Casi no
lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él.
En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. Mi
padre escuchaba con atención, de pronto pidió que lo lleváramos al
cementerio.
—Papá —respondimos—, son las 11 de la noche. No podemos ir al cementerio
ahora.
Con una mirada vidriosa dijo:
—No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de
perder a la que fue su esposa por 55 años.
Se produjo un momento de respetuoso silencio, no discutimos más. Fuimos
al cementerio, pedimos permiso al velador, con una linterna llegamos a
la lápida. Mi padre la acarició y lloró; nos dijo a sus hijos que
veíamos la escena conmovidos:
—Fueron 55 años… ¿saben?, nadie puede hablar del amor verdadero si no
tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así.
Hizo una pausa y se limpió la cara.
—Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis. Cambié de empleo,
—continuó— hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de
ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus
carreras, lloramos uno al lado del otro la pérdida de seres queridos,
rezamos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos
en el dolor, nos abrazamos en los momentos de alegría y de angustia, y
perdonamos nuestros errores… Hijos, ahora se ha ido y estoy contento,
¿saben por qué?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía
y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré
yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto, que no me
hubiera gustado que sufriera…
Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro
empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló:
—Todo está bien, podemos irnos a casa; ha sido un buen día.
Esa noche entendí lo que es el verdadero amor; dista mucho del
romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, ni con el
sexo, más bien es velar con esmero y constancia por la persona con la
cual uno se ha comprometido, independientemente de si sentimos emociones
fuertes por ella o no. Es sobrellevar las cargas el uno del otro, es
perdonar y pedir perdón, es sufrir con el que sufre, es sacrificarse sin
esperar nada a cambio, es buscar la felicidad del otro, es amar a pesar
de todo.
Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no
pudieron debatirle; ese tipo de amor era algo que no conocían.
Un famoso catedrático se encontró frente a un grupo de jóvenes que
estaban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el
romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es
preferible acabar con la relación cuando el enamoramiento se apaga en
lugar de entrar en la hueca monotonía del matrimonio.
El profesor les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente:
Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las
escaleras para prepararle el desayuno y sufrió un infarto, cayó. Mi
padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la
camioneta. A toda velocidad la condujo hasta el hospital. Cuando llegó,
por desgracia, ya había fallecido.
Durante el sepelio, mi padre no habló; su mirada estaba perdida. Casi no
lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él.
En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. Mi
padre escuchaba con atención, de pronto pidió que lo lleváramos al
cementerio.
—Papá —respondimos—, son las 11 de la noche. No podemos ir al cementerio
ahora.
Con una mirada vidriosa dijo:
—No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de
perder a la que fue su esposa por 55 años.
Se produjo un momento de respetuoso silencio, no discutimos más. Fuimos
al cementerio, pedimos permiso al velador, con una linterna llegamos a
la lápida. Mi padre la acarició y lloró; nos dijo a sus hijos que
veíamos la escena conmovidos:
—Fueron 55 años… ¿saben?, nadie puede hablar del amor verdadero si no
tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así.
Hizo una pausa y se limpió la cara.
—Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis. Cambié de empleo,
—continuó— hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de
ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus
carreras, lloramos uno al lado del otro la pérdida de seres queridos,
rezamos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos
en el dolor, nos abrazamos en los momentos de alegría y de angustia, y
perdonamos nuestros errores… Hijos, ahora se ha ido y estoy contento,
¿saben por qué?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía
y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré
yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto, que no me
hubiera gustado que sufriera…
Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro
empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló:
—Todo está bien, podemos irnos a casa; ha sido un buen día.
Esa noche entendí lo que es el verdadero amor; dista mucho del
romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, ni con el
sexo, más bien es velar con esmero y constancia por la persona con la
cual uno se ha comprometido, independientemente de si sentimos emociones
fuertes por ella o no. Es sobrellevar las cargas el uno del otro, es
perdonar y pedir perdón, es sufrir con el que sufre, es sacrificarse sin
esperar nada a cambio, es buscar la felicidad del otro, es amar a pesar
de todo.
Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no
pudieron debatirle; ese tipo de amor era algo que no conocían.
viernes, 26 de junio de 2015
Alabar a Dios
CULTIVAR EL HÁBITO DE ALABAR A DIOS
Cuando alabamos a Dios incluso por las dificultades que padecemos descubrimos el gozo divino, el cual nos proporciona fuerzas para sobreponernos a la adversidad. La alabanza nos infunde alegría, y ésta nos comunica fuerzas. Al alabar al Señor nos olvidamos de nosotros mismos y de nuestros problemas y preocupaciones. El hecho de no pensar en nosotros, sino más bien en Él y en Su bondad, nos trae alegría. Embargados de ese gozo soltamos el lastre de nuestras aflicciones, preocupaciones, dudas o aprensiones.
Recógete en un rincón tranquilo. En realidad no tiene importancia dónde realices el ejercicio; lo importante es poder contar con 10 ó 15 minutos de paz y tranquilidad.
Haz un repaso mental de todas las cosas que te disgustaron hoy, de todos los problemas, tanto grandes como pequeños. Al recordar cada uno, dirige tus pensamientos hacia Jesús y dale las gracias por ayudarte a hacer frente a ese problema y superarlo, y por el hecho de que no fue nada peor.
Piensa en cosas y hechos concretos. Expresa tu gratitud por cada una de esas dificultades, una por una. Por ejemplo: «Gracias, Jesús, que ese malentendido se arregló para la hora de almuerzo y que ahora entiendo mejor las expectativas de mi jefe». O: «Te agradezco que la abuela no haya perdido el buen humor a pesar de su enfermedad y que tenga un médico competente. Gracias por cuidar de ella en estos momentos», y así sucesivamente.
No tardarás en sentirte mejor. Ya verás. Ahora tómate unos minutos para agradecerle todo lo bueno que te sucedió hoy. Repasa el día cronológicamente. Te asombrarás al ver cuántas cosas lindas ocurrieron.
Este es un ejercicio estupendo para realizar a diario, no solo cuando la jornada sea particularmente difícil. Cultiva el hábito de alabar a Dios por todo lo que te sucede: lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, lo alegre y lo triste. Así tendrás paz y contentamiento.
Cuando alabamos a Dios incluso por las dificultades que padecemos descubrimos el gozo divino, el cual nos proporciona fuerzas para sobreponernos a la adversidad. La alabanza nos infunde alegría, y ésta nos comunica fuerzas. Al alabar al Señor nos olvidamos de nosotros mismos y de nuestros problemas y preocupaciones. El hecho de no pensar en nosotros, sino más bien en Él y en Su bondad, nos trae alegría. Embargados de ese gozo soltamos el lastre de nuestras aflicciones, preocupaciones, dudas o aprensiones.
Recógete en un rincón tranquilo. En realidad no tiene importancia dónde realices el ejercicio; lo importante es poder contar con 10 ó 15 minutos de paz y tranquilidad.
Haz un repaso mental de todas las cosas que te disgustaron hoy, de todos los problemas, tanto grandes como pequeños. Al recordar cada uno, dirige tus pensamientos hacia Jesús y dale las gracias por ayudarte a hacer frente a ese problema y superarlo, y por el hecho de que no fue nada peor.
Piensa en cosas y hechos concretos. Expresa tu gratitud por cada una de esas dificultades, una por una. Por ejemplo: «Gracias, Jesús, que ese malentendido se arregló para la hora de almuerzo y que ahora entiendo mejor las expectativas de mi jefe». O: «Te agradezco que la abuela no haya perdido el buen humor a pesar de su enfermedad y que tenga un médico competente. Gracias por cuidar de ella en estos momentos», y así sucesivamente.
No tardarás en sentirte mejor. Ya verás. Ahora tómate unos minutos para agradecerle todo lo bueno que te sucedió hoy. Repasa el día cronológicamente. Te asombrarás al ver cuántas cosas lindas ocurrieron.
Este es un ejercicio estupendo para realizar a diario, no solo cuando la jornada sea particularmente difícil. Cultiva el hábito de alabar a Dios por todo lo que te sucede: lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, lo alegre y lo triste. Así tendrás paz y contentamiento.
jueves, 25 de junio de 2015
El gozo de Dios
EL GOZO DE DIOS
El gozo que Dios nos ofrece ser felices aunque nuestra situación terrenal no sea perfecta, porque se trata de un gozo trascendente. Dios promete resolverlo todo en el futuro y nos proporciona fuerzas en el presente.
Quiere hacernos felices aunque todavía no gocemos de una situación ideal y las circunstancias físicas no nos sean propicias. La dicha que Él nos ofrece nos permite estar alegres y tener una actitud de alabanza y despreocupación aunque nuestra vida esté llena de afanes. Proviene del más alto cielo y está muy por encima de todo ahogo terrenal. Jesús es el puente, la puerta de acceso a ese mundo de felicidad.
Dios nos ama aunque nos portemos mal, lleguemos tarde, nos rezaguemos, pequemos, seamos poco amorosos o decepcionemos a alguien. Él nunca deja de amarnos y, lo que es más importante, nunca deja de creer que la victoria está a la vuelta de la esquina, porque así es. La confianza que Él tiene en cada uno de nosotros nos permite vivir dichosos aun cuando todo se vea bastante negro, porque estamos convencidos de que lo mejor está por venir.
Para contar con ese gozo, es imprescindible ver el presente en el contexto de la eternidad, y no permitir que detallitos por aquí y por allá influyan tanto en nuestra felicidad y sosiego. Los problemas que ahora nos agobian se empequeñecen al compararlos con la eternidad de bienestar con Jesús que nos aguarda. Miremos, pues, hacia el futuro con fe; así nuestro presente también será mucho mejor.
El gozo que Dios nos ofrece ser felices aunque nuestra situación terrenal no sea perfecta, porque se trata de un gozo trascendente. Dios promete resolverlo todo en el futuro y nos proporciona fuerzas en el presente.
Quiere hacernos felices aunque todavía no gocemos de una situación ideal y las circunstancias físicas no nos sean propicias. La dicha que Él nos ofrece nos permite estar alegres y tener una actitud de alabanza y despreocupación aunque nuestra vida esté llena de afanes. Proviene del más alto cielo y está muy por encima de todo ahogo terrenal. Jesús es el puente, la puerta de acceso a ese mundo de felicidad.
Dios nos ama aunque nos portemos mal, lleguemos tarde, nos rezaguemos, pequemos, seamos poco amorosos o decepcionemos a alguien. Él nunca deja de amarnos y, lo que es más importante, nunca deja de creer que la victoria está a la vuelta de la esquina, porque así es. La confianza que Él tiene en cada uno de nosotros nos permite vivir dichosos aun cuando todo se vea bastante negro, porque estamos convencidos de que lo mejor está por venir.
Para contar con ese gozo, es imprescindible ver el presente en el contexto de la eternidad, y no permitir que detallitos por aquí y por allá influyan tanto en nuestra felicidad y sosiego. Los problemas que ahora nos agobian se empequeñecen al compararlos con la eternidad de bienestar con Jesús que nos aguarda. Miremos, pues, hacia el futuro con fe; así nuestro presente también será mucho mejor.
miércoles, 24 de junio de 2015
¿Realmente es facil ser feliz?
¿REALMENTE ES FÁCIL SER FELIZ?
Gabriel García Valdivieso
Reflexionemos sobre las palabras de Abderramán III, emir y posteriormente califa de Córdoba en el siglo X: «Llevo más de cincuenta años reinando, en victoria o paz, amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placeres, han aguardado mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. Y en todo este tiempo, he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he vivido: suman catorce».
¿Solo catorce? Si un hombre de su categoría apenas encontró motivos para ser feliz, ¿qué esperanza nos queda a nosotros, vulgares plebeyos? Dicen, no obstante, que en una casa pequeña cabe tanta felicidad como en una grande, y que la felicidad no se puede asir con las manos, sino que se lleva en el alma. Quizá por ahí va el agua al molino.
Dios desea que los creyentes seamos felices: «Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor», proclamó el rey David con confianza. De todos modos, la desdicha a veces nos embarga, y no acertamos a saber por qué.
Quizás el problema radica en que asociamos la felicidad con un destino, una estación a la que arribaremos cuando cumplamos determinado objetivo, nos tomemos esa anhelada vacación, adquiramos esa casa de ensueño o consigamos ese codiciado puesto de trabajo, o incluso cuando nos saquemos la lotería. La verdad simple y desnuda, sin embargo, es que la felicidad se encuentra en las experiencias que tenemos a lo largo del camino a medida que vamos acercándonos a Dios y tendemos una mano amiga a los demás. Más que ser una meta en sí, la felicidad es consecuencia de vivir en armonía con Dios y el prójimo.
Gabriel García Valdivieso
Reflexionemos sobre las palabras de Abderramán III, emir y posteriormente califa de Córdoba en el siglo X: «Llevo más de cincuenta años reinando, en victoria o paz, amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placeres, han aguardado mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. Y en todo este tiempo, he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he vivido: suman catorce».
¿Solo catorce? Si un hombre de su categoría apenas encontró motivos para ser feliz, ¿qué esperanza nos queda a nosotros, vulgares plebeyos? Dicen, no obstante, que en una casa pequeña cabe tanta felicidad como en una grande, y que la felicidad no se puede asir con las manos, sino que se lleva en el alma. Quizá por ahí va el agua al molino.
Dios desea que los creyentes seamos felices: «Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor», proclamó el rey David con confianza. De todos modos, la desdicha a veces nos embarga, y no acertamos a saber por qué.
Quizás el problema radica en que asociamos la felicidad con un destino, una estación a la que arribaremos cuando cumplamos determinado objetivo, nos tomemos esa anhelada vacación, adquiramos esa casa de ensueño o consigamos ese codiciado puesto de trabajo, o incluso cuando nos saquemos la lotería. La verdad simple y desnuda, sin embargo, es que la felicidad se encuentra en las experiencias que tenemos a lo largo del camino a medida que vamos acercándonos a Dios y tendemos una mano amiga a los demás. Más que ser una meta en sí, la felicidad es consecuencia de vivir en armonía con Dios y el prójimo.
martes, 23 de junio de 2015
Faltas y defectos
¡Admite sinceramente tus faltas y defectos, y reconócelos delante del Señor!
¡Lo mejor que podemos hacer con los defectos, faltas, errores y debilidades, es verlos y reconocerlos sinceramente, y entonces intentar superarlos de algún modo!
Cuando nos equivocamos, Dios no nos desecha sin más. ¡Si fuera así, ya nos habría desechado hace mucho tiempo, considerando la cantidad de errores que cometemos! ¡Simplemente nos indica la manera de corregirlos y nos anima a seguir intentando!
Todos tenemos debilidades, todos nos equivocamos, pero la mejor manera de ayudarnos a nosotros mismos es afrontar la realidad. ¡Tenemos que estar dispuestos a abrir nuestro corazón y a desnudar el alma ante el Señor y nosotros mismos, a vernos tal como somos en realidad! ¡Debemos pedirle al Señor que nos ayude a ser sinceros con nosotros mismos y a vernos como Él nos ve! Como dijo Shakespeare: "Si puedes ser veraz contigo mismo, no podrás ser falso con nadie." ¡Si somos capaces de reconocer sinceramente nuestros problemas, podremos entonces combatirlos!
¡Gracias, Señor, porque estamos aprendiendo y todavía estamos aquí a pesar de nuestros errores, faltas y defectos! ¡Sabemos que es únicamente gracias a Ti! ¡Tú nunca fallas!
lunes, 22 de junio de 2015
Manos hermosas
MANOS HERMOSAS
Una vez se incendió la casa de cierta familia inglesa. Se vio que
todos estaban fuera menos la bebita. Entonces su madre la salvó. En los
años siguientes, mientras la niña crecía, la madre andaba por su casa
con las manos cubiertas. El mayor de los sirvientes jamás le había visto
las manos descubiertas. Hasta que un día su hija entró inesperadamente a
su habitación, donde la madre estaba sentada con las manos descubiertas.
Las tenía desgarradas, deformadas y llenas de cicatrices.
La primera reacción de su madre fue intentar cubrírselas mientras
su hija se acercaba, pero dijo: «Será mejor que te cuente lo que pasó.
Sucedió cuando se incendió la casa y tú estabas en tu cuna. Atravesé las
llamas para rescatarte. Te envolví con una manta, te lancé por la
ventana y alguien te agarró. Pero como ya no podía regresar por las
escaleras, me descolgué por la ventana. Me quemé las manos, resbalé y
quede enganchada en la reja. Al caer, me desgarré las manos. El doctor
hizo todo lo que pudo, pero, hija querida, estas manos se desgarraron
por ti. La hija, que para entonces era toda una mujer, se acercó a su
madre, tomó una de sus manos, luego la otra, y hundiendo su rostro en
esas manos, repetía una y otra vez: «Son manos hermosas; son manos
hermosas».
Una vez se incendió la casa de cierta familia inglesa. Se vio que
todos estaban fuera menos la bebita. Entonces su madre la salvó. En los
años siguientes, mientras la niña crecía, la madre andaba por su casa
con las manos cubiertas. El mayor de los sirvientes jamás le había visto
las manos descubiertas. Hasta que un día su hija entró inesperadamente a
su habitación, donde la madre estaba sentada con las manos descubiertas.
Las tenía desgarradas, deformadas y llenas de cicatrices.
La primera reacción de su madre fue intentar cubrírselas mientras
su hija se acercaba, pero dijo: «Será mejor que te cuente lo que pasó.
Sucedió cuando se incendió la casa y tú estabas en tu cuna. Atravesé las
llamas para rescatarte. Te envolví con una manta, te lancé por la
ventana y alguien te agarró. Pero como ya no podía regresar por las
escaleras, me descolgué por la ventana. Me quemé las manos, resbalé y
quede enganchada en la reja. Al caer, me desgarré las manos. El doctor
hizo todo lo que pudo, pero, hija querida, estas manos se desgarraron
por ti. La hija, que para entonces era toda una mujer, se acercó a su
madre, tomó una de sus manos, luego la otra, y hundiendo su rostro en
esas manos, repetía una y otra vez: «Son manos hermosas; son manos
hermosas».
viernes, 19 de junio de 2015
Para llevarse bien con los demás
PARA LLEVARSE BIEN CON LOS DEMÁS
1) Hablar con optimismo y buen humor.
2) Sonreír.
3) Llamar a las personas por su nombre.
2) Sonreír.
3) Llamar a las personas por su nombre.
4) Ser amable y atento.
5) Comunicarse con franqueza.
6) Preocuparse por los demás.
7) Ser pródigo con los elogios, las palabras de aliento y las muestras de aprecio.
8) Mostrarse verdaderamente interesado en los sentimientos ajenos.
9) Evitar las discusiones.
10) Ser servicial.
5) Comunicarse con franqueza.
6) Preocuparse por los demás.
7) Ser pródigo con los elogios, las palabras de aliento y las muestras de aprecio.
8) Mostrarse verdaderamente interesado en los sentimientos ajenos.
9) Evitar las discusiones.
10) Ser servicial.
Dejarlo pasar
Los grandes hombres no se ofendenpor insignificancias,
por un comentario hiriente,
pero sin importancia.
Por su nobleza, ni lo notan,
o hacen caso omiso;
tal vez una sonrisa esbozan
como quien no lo quiso.
Bien han visto que lo mejor
para su bienestar
es conservar el buen humor
y dejarlo pasar.
jueves, 18 de junio de 2015
Vivir con sencillez
VIVIR CON SENCILLEZ
• Adquiere cosas en función de su utilidad y no de su valor como símbolo de estatus. Al momento de hacer compras, no pienses en lo que puede impresionar a los demás; piensa en lo que necesitas.
• Simplifica tu vida cultivando el hábito de deshacerte de cosas que ya no usas ni necesitas. Procura regalarlas y líbrate así de tener que guardarlas.
• Cuídate de dejarte seducir por la propaganda publicitaria y las tendencias sociales. El objetivo del marketing es convencerte de que jubiles un artículo o aparato que satisface bien tus necesidades para adquirir el último modelo, más rápido y más potente. Aprovecha lo que tienes hasta que sea claramente necesario sustituirlo.
• Abstente de hacer compras impulsivas. No adquieras algo que no necesitas.
• Aprende a disfrutar de cosas que no son de tu propiedad. Ve a una biblioteca, utiliza el transporte público, disfruta de una playa o un parque abierto al público.
• Adquiere cosas en función de su utilidad y no de su valor como símbolo de estatus. Al momento de hacer compras, no pienses en lo que puede impresionar a los demás; piensa en lo que necesitas.
• Simplifica tu vida cultivando el hábito de deshacerte de cosas que ya no usas ni necesitas. Procura regalarlas y líbrate así de tener que guardarlas.
• Cuídate de dejarte seducir por la propaganda publicitaria y las tendencias sociales. El objetivo del marketing es convencerte de que jubiles un artículo o aparato que satisface bien tus necesidades para adquirir el último modelo, más rápido y más potente. Aprovecha lo que tienes hasta que sea claramente necesario sustituirlo.
• Abstente de hacer compras impulsivas. No adquieras algo que no necesitas.
• Aprende a disfrutar de cosas que no son de tu propiedad. Ve a una biblioteca, utiliza el transporte público, disfruta de una playa o un parque abierto al público.
miércoles, 17 de junio de 2015
La solución
La solución de Dios a los problemas de la actualidad
David B.
El amor verdadero, el amor a Dios
y al prójimo, ¡es la solución a muchos de los problemas que ha enfrentado la
humanidad en todos los tiempos! El Espíritu del divino amor de Dios que nos
ayuda a cumplir Su gran mandamiento de amarnos los unos a los otros. Jesús dijo
que los mayores mandamientos eran primero amar a Dios y luego amar a tu prójimo
como a ti mismo. Señaló que en esto se cumple toda la ley y los profetas[1];
o como dijo Salomón: éste es el todo del hombre: amar a Dios y guardar Sus
mandamientos[2].
La solución de Dios a los
problemas de la actualidad, así como a los del pasado, es el amor a Dios y al
prójimo. Esta sigue siendo la solución divina incluso en una sociedad tan
compleja, confusa y sumamente complicada como la del mundo actual. Si amamos a
Dios, podemos amarnos unos a otros y hasta respetarnos como creación Suya. Entonces
podemos seguir Sus normas de vida y libertad; tendremos felicidad.
Jesús dijo que había que ser como
un niño para entrar en Su reino espiritual de felicidad y alegría, en un gozoso
estado mental y el reino espiritual de Dios en la Tierra. De hecho, dijo a un
erudito, un doctor de la ley: «Si no os volvéis y os hacéis como niños, no
entraréis en el reino de los cielos»[3]; y más aún: «el
que no nace de nuevo no puede ver [ni comprender] el reino de Dios»[4].
Eso, por supuesto, fue bastante
enigmático para aquel anciano caballero, evidentemente un erudito, un «rabino
de Israel», con quien dialogaba Jesús. Por lo visto, para aquel educado maestro
de la ley, la salvación se encontraba en el conocimiento, en la mucha educación
y la sabiduría de los antiguos, como lo contenido en la Torá y el Talmud. Sin
embargo, Jesús le decía muy sencillamente, como lo pregona nuestra canción muy
conocida que se ha escuchado por todo el mundo: «Tienes que ser un niño para ir
al Cielo». En otras palabras, debes aceptar la verdad y el amor de Dios como la
palabra del Padre celestial a Su hijito: tú. Y además, aceptar la buenas nuevas
de Su amor manifestadas en Su Hijo Jesucristo.
Es obvio que esta verdad sencilla
fue difícil de entender para aquel rabino culto, a juzgar por su reacción y su
interpretación literal, preguntándose si Jesús se refería a una especie de
milagro físico, de un renacimiento material. Jesús rápidamente explicó que no
se refería a un renacimiento físico —en la bolsa de agua—, sino a un
renacimiento espiritual del hombre y de sus actitudes espirituales, un milagro
obra del Espíritu de Dios, el regalo que nos da el Señor, un nuevo corazón
espiritual, por así decirlo[5].
Jesús quería expresar así, en
términos muy sencillos, que no nos podemos salvar solo mediante nuestras
propias obras o bondad, ni con nuestros intentos de guardar Sus leyes y de
amarlo, ni siquiera mediante nuestros intentos por encontrar Su verdad y
seguirla. Jesús decía que la salvación es un don de Dios que se lleva a cabo
gracias a una transformación milagrosa de nuestra vida cuando aceptamos Su
verdad en el amor de Su hijo Jesús, por obra del Espíritu de Dios. Cuando lo
recibimos y Su Espíritu está dentro de nosotros, nos dará la capacidad de hacer
lo humanamente imposible: ¡Amar a Dios y al hombre!
«Por gracia sois salvos por medio
de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que
nadie se gloríe, pues somos hechura Suya»[6]. Así que no
puedes salvarte sin ayuda, por muy bueno que intentes ser. No puedes ser tan
bueno como para merecer o alcanzar la perfección celestial de Su santa
salvación que viene mediante Su gracia, amor y misericordia.
«Todos nosotros nos descarriamos
como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el Señor cargó en Él
(Jesús, Su propio hijo) el pecado de todos nosotros»[7].
En el resto del capítulo 53 de Isaías, profeta del Antiguo Testamento,
encontrarás una bella descripción del amor de Dios representado en Su hijo,
Jesús, que recibió en sí mismo, en el madero, el castigo de nuestros pecados.
«Fue arrancado de la tierra de los vivientes y por la rebelión de mi pueblo».
«Cuando haya puesto Su vida en expiación por el pecado». «Derramó Su vida hasta
la muerte». «¡Él llevó el pecado de muchos!»
«Como Moisés levantó la serpiente
en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, para que
todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. De tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna»[8].
¡La salvación es así de sencilla!
Lo único que debes hacer es recibir a Jesús, el Hijo de Dios, como tu salvador,
pidiéndole que entre en tu corazón. Lo puedes hacer ahora mismo si quieres la
solución de Dios a tus problemas y que Su amor llene tu corazón y vida con gozo
inefable y glorioso, y con un nuevo plan y un nuevo propósito en la vida. ¡Él
es así de maravilloso! ¿Por qué no le das una oportunidad?
Cuando mis hijos eran pequeños,
les decía: «Dios es nuestro gran Padre en el Cielo, y nosotros Sus hijos en la
Tierra. Todos hemos sido malos y merecemos una paliza, ¿cierto? Pero Jesús,
nuestro hermano mayor, nos amó tanto a nosotros y al Padre, que sabía que la
paliza nos dolería a los dos; así que se ofreció a recibirla en lugar de
nosotros. Dios se lo permitió. También prometió perdonarnos si amamos a Jesús,
le damos gracias por lo que hizo, dejamos que Su Espíritu viva en nuestro corazón
y en nuestra vida de ahora en adelante y obedecemos Su Palabra, permitiéndole
así que ame a otras personas por medio de nosotros».
Después, oraba con ellos. Puedes
hacer ahora con nosotros esa oración, si lo deseas: «Señor, te ruego que me
perdones por ser malo y desobediente, merezco unos azotes. Muchas gracias por
mandar a Jesús, Tu hijo, para que los recibiese en mi lugar. Yo ahora lo recibo
a Él como mi Salvador e hijo Tuyo, y le pido que entre en mi corazón y me ayude
a ser bueno, a amarte a ti y a los demás por medio de Tu Espíritu. Ayúdame a
leer Tu Palabra, a obedecerla y a tratar de ayudar a los demás. En el nombre de
Jesús, amén».
Comprendemos que muchas personas
quizás hayan interpretado mal este cambio instantáneo, milagroso y sobrenatural
de ideas, sentimientos y vida que ocurre mediante el poder del Espíritu de Dios
con esta transformación espiritual que Dios llama nacer de nuevo, o
renacimiento del Espíritu, pues cuando ocurre hay un cambio drástico.
Quizás recordarán algunos relatos
de la Biblia donde alguien tiene una transformación instantánea de vida, mente
y corazón. Eso le ocurrió a algunos de los personajes más importantes de Dios
en determinados momentos críticos y por obra del Espíritu de Dios, por ejemplo
Abraham, Moisés, David, Isaías, Jeremías y Daniel. Jesús mismo llamó o sanó a
algunos de ellos; otros fueron Sus apóstoles; entre ellos también están muchos
otros hombres de Dios de diversas épocas. Se darán cuenta de que esto en
realidad no es nada nuevo, sino algo que Dios ha llevado a cabo en la vida de
los hombres en todas las épocas.
Algunas veces sucede de manera
repentina y completa; el cambio es tan drástico que puede ser muy dramático y
malinterpretado. De muchos —como el apóstol Pablo, por el cambio tan repentino
de su vida y manera de pensar, hablar y vivir—, se pensó que les había dado un
arrebato de locura. Toda su actitud hacia la vida y sus semejantes había
cambiado.
Permíteme recordarte que este
milagro de Dios ha sido muy frecuente a lo largo de toda la Historia. Jesús lo
llamó nacer de nuevo de Su Espíritu; para Pablo era un nuevo nacimiento por lo
que lo viejo ha pasado y somos una nueva creación en Jesucristo[9].
La Biblia lo llama despojarse del viejo hombre y vestirse del nuevo hombre[10].
Muchas veces es una transformación tan extraordinaria, un cambio tan real de
personalidad, que la Palabra de Dios lo compara a la muerte y entierro de lo
viejo y la resurrección de lo nuevo, en una vida y forma de vivir totalmente
nuevas.
El gran San Agustín —que había
sido un libertino y un disoluto en la universidad—, según cuenta en sus
escritos, cierto día después de su conversión caminaba por una calle y una de
sus antiguas amigas pasó a su lado y al parecer él no la reconoció. Ella
entonces dio la vuelta y lo llamó: «Agustín, soy yo». A lo que él contestó:
«Sí, lo sé. Pero yo ya no soy yo». Como dijo el apóstol: «Ya no vivo yo, mas
vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la gracia del Hijo
de Dios»[11].
Hoy en día, ¡Dios todavía está
vivo y transforma magníficamente la vida de las personas!
martes, 16 de junio de 2015
DARLE SENTIDO A LA VIDA
DARLE SENTIDO A LA VIDA
El fin más grande que se puede dar a una vida es emplearla en algo que perdure después que esta haya concluido.—William James
Dado que la vida es corta, nos conviene moderar nuestros proyectos y preocupaciones. No nos sobrecarguemos de provisiones para tan breve viaje.—Anónimo
Quien pretenda vivir a solas no alcanzará la plenitud como ser humano. Su corazón languidecerá si no responde al de otra persona. Si su mente no escucha más que los ecos de sus propios pensamientos y no halla ninguna otra inspiración, acabará por encogerse.—Pearl S. Buck
Las cosas más bellas y valiosas del mundo no pueden verse ni palparse. Hay que sentirlas dentro del corazón.—Helen Keller
Cuando vivimos para servir a los demás la vida se nos hace más difícil, pero también se vuelve más plena y feliz.—Albert Schweitzer
El fin más grande que se puede dar a una vida es emplearla en algo que perdure después que esta haya concluido.—William James
Dado que la vida es corta, nos conviene moderar nuestros proyectos y preocupaciones. No nos sobrecarguemos de provisiones para tan breve viaje.—Anónimo
Quien pretenda vivir a solas no alcanzará la plenitud como ser humano. Su corazón languidecerá si no responde al de otra persona. Si su mente no escucha más que los ecos de sus propios pensamientos y no halla ninguna otra inspiración, acabará por encogerse.—Pearl S. Buck
Las cosas más bellas y valiosas del mundo no pueden verse ni palparse. Hay que sentirlas dentro del corazón.—Helen Keller
Cuando vivimos para servir a los demás la vida se nos hace más difícil, pero también se vuelve más plena y feliz.—Albert Schweitzer
lunes, 15 de junio de 2015
Autoestíma
¡Recuerda siempre que todo el mundo anhela elogios y vive ansioso de recibir aprecio sincero!
¡Todos necesitamos que nos alienten! Casi todas las personas sufren de un cierto complejo de inferioridad y tienden a sentirse un poco decepcionadas de sí mismas; ¡de ahí que el elogio sea algo importantísimo! A todos nos viene bien recibir aliento de los demás, ¡y sin embargo muchas veces no expresamos ánimo y aprecio suficientes a los que nos rodean! Tal como daremos cuenta de toda palabra ociosa (Mat.12:36,37), ¡así también daremos cuenta de todo silencio ocioso!
Él Señor sabe que es muy importante dar aliento. Él nos aprecia y nos elogia, y promete recompensarnos por nuestra buena labor. Eso no tiene nada que ver con nuestra salvación. La salvación la recibimos como regalo por Su misericordia, gracia y amor; ¡en cambio lo que Él alaba muy particularmente es nuestro servicio y las buenas obras que realizamos para Él! ¡Él aprecia muchísimo nuestros servicios y nuestro sacrificio, y las cosas que hacemos por Él más allá de lo que marca el deber!
"Todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, ¡en esto pensad!" (Fil.4:8) ¡Eso lo debemos aplicar a las personas que nos rodean, procurando acordarnos en todo momento de sus buenas cualidades y de elogiarlas por ellas, de la misma manera que el Señor lo hace con nosotros!
viernes, 12 de junio de 2015
Estar felíz a pesar de todo
Ponerse feliz cuando se está inmerso en una gran dificultad, es el
consejo que da en la Biblia Jacobo, conocido popularmente como Santiago. Y sus
palabras parecieran un chiste de mal gusto o un contrasentido. ¿Quién se pone
contento cuando tiene motivos para estar triste? Sin embargo, un pequeño
análisis de su tesis nos permitirá entender lo que realmente quiere decir y
comprobar que a este autor ni le faltaba un tornillo ni se estaba burlando del
sufrimiento de alguien, sino que estaba proveyendo verdadero consuelo.
Usualmente vemos la alegría como el resultado emocional de pasar
por un momento en el que las circunstancias de la vida son favorables. Si todo
va bien, nos sentimos bien. Jacobo por su parte plantea que no nos sentemos a
esperar que nuestras emociones tomen el control de nuestra vida, sino que
nuestra vida ejerza el control sobre ellas. Es decir, que no aguardes a ver
cómo te vas a sentir al pasar por una dificultad, sino que decide estar feliz
en tanto que pasas por esa dificultad.
¿Puede uno decidir cómo se va a sentir emocionalmente? Sí, el
cristiano tiene la habilidad espiritual de estar feliz en medio de las más
terribles pruebas, debido a que esa felicidad viene como consecuencia de estar
bajo el dominio del Espíritu Santo. La felicidad o el gozo no es un sentimiento
almático que se vive como resultado de tener un buen pasar, sino que es un
estado espiritual. Es una de las nueve características del fruto que un
discípulo de Cristo da cuando está bajo el control del Espíritu Santo.
Mientras que hay una alegría que es meramente un sentimiento que
depende de las circunstancias, existe una felicidad o un gozo que es un fruto,
una decisión, y no algo que depende de las circunstancias. La alegría que no da
Dios es pasajera y frágil, pero la alegría que sí da Dios es duradera y
resistente.
Ya no esperes a ver cuál será el resultado emocional de estar
pasando por una prueba, asume la alegría, el gozo. Ésta no vendrá a causa de la
prueba, sino que se impondrá al estar viviendo dicha prueba. Ponte sumamente
feliz de saber que tu fe en Cristo está siendo probada por Dios y que el
propósito final no es informarle al Señor si eres o no fiel, puesto que Él ya
lo sabe, sino fortalecer tu carácter, acrisolar tu virtud.
En lugar de andar mostrando una cara sufriente y hablando con voz
lastimera de tu situación, haz como la tetera, que cuando está hasta el cuello
de agua caliente, silba. De manera que alaba a Dios mientras pasas por una
prueba.
jueves, 11 de junio de 2015
Amor que duele
AMOR QUE DUELE
Cualquiera que haya sido el destino de aquellos proyectiles de mortero,
el hecho es que cayeron sobre un orfanato dirigido por misioneros en un
pequeño pueblito de Vietnam. Los misioneros y dos de los niños murieron
en el acto. Varias criaturas más quedaron heridas, entre ellas una
chiquilla de unos ocho años.
Algunas personas del pueblo pidieron asistencia médica desde una
localidad vecina que tenía comunicación por radio con las fuerzas
norteamericanas. Finalmente un doctor y una enfermera de la marina
llegaron en jeep. No portaban otra cosa que sus bolsos de instrumental
médico elemental. Determinaron que la niña era la que se encontraba en
estado de mayor gravedad. Sin una intervención rápida, moriría a causa
del shock y de la hemorragia.
Una transfusión se hacía imperiosa y para ello se requería de un donante
con el grupo sanguíneo correspondiente.
Un rápido análisis arrojó que ninguno de los dos norteamericanos era del
mismo grupo sanguíneo que la nena, pero varios de los huérfanos sí.
El médico apenas balbuceaba unas palabras en vietnamita y la enfermera
hablaba un poco de francés elemental. Con esa combinación y un
improvisado lenguaje de señas, trataron de explicar a aquellos niños
asustados que si no suplían parte de la sangre perdida por la niña, ésta
moriría sin remedio. Preguntaron entonces si alguien estaba dispuesto a
donar sangre para ayudarla.
Su petición fue respondida con miradas atónitas y un silencio absoluto.
Luego de unos minutos, que parecían eternizarse, se alzó titubeante una
pequeña mano, que enseguida se plegó para finalmente levantarse otra vez.
—Muchas gracias —dijo la enfermera en francés— ¿cómo te llamas?
—Heng —le respondió el niño.
Rápidamente acostaron a Heng sobre un catre, le limpiaron el brazo con
alcohol y le introdujeron una aguja en la vena. El niño permaneció
quieto y en silencio a través de la prueba.
Al cabo de un momento soltó un profundo sollozo y se tapó rápidamente la
cara con la mano que tenía libre.
—¿Te duele, Heng? —preguntó el médico.
El niño movió la cabeza respondiendo que no, pero luego de unos minutos
soltó otro sollozo y una vez más quiso disimular su llanto. El médico
volvió a preguntarle si la aguja dolía y una vez más Heng respondió
negativamente, haciendo señas con la cabeza.
Sin embargo sus gemidos esporádicos derivaron en un llanto continuo y
silencioso. Mantenía los ojos herméticamente cerrados y el puño en la
boca para acallar sus sollozos.
El médico y la enfermera comenzaron a preocuparse. Evidentemente algo le
pasaba. En ese momento llegó una enfermera vietnamita para asistir al
equipo médico. Al ver la angustia del pequeño le habló de forma
presurosa en vietnamita. Escuchó su respuesta y volvió a platicarle,
esta vez en tono tranquilizador.
Al cabo de unos momentos el paciente dejó de llorar y miró a la
enfermera vietnamita con gesto dudoso. Al asentir ella con la cabeza, la
expresión del rostro del pequeño cambió por una de gran alivio.
Levantando la mirada, la enfermera dijo en voz baja a los norteamericanos:
—Creía que se estaba muriendo. Les entendió mal. Pensó que le habían
pedido que diera toda su sangre para salvarle la vida a la niña.
—¿Pero por qué habría de acceder a eso? —preguntó la enfermera
norteamericana.
La vietnamita repitió la pregunta al niño, quien respondió sobriamente:
—Es mi amiga.
Cualquiera que haya sido el destino de aquellos proyectiles de mortero,
el hecho es que cayeron sobre un orfanato dirigido por misioneros en un
pequeño pueblito de Vietnam. Los misioneros y dos de los niños murieron
en el acto. Varias criaturas más quedaron heridas, entre ellas una
chiquilla de unos ocho años.
Algunas personas del pueblo pidieron asistencia médica desde una
localidad vecina que tenía comunicación por radio con las fuerzas
norteamericanas. Finalmente un doctor y una enfermera de la marina
llegaron en jeep. No portaban otra cosa que sus bolsos de instrumental
médico elemental. Determinaron que la niña era la que se encontraba en
estado de mayor gravedad. Sin una intervención rápida, moriría a causa
del shock y de la hemorragia.
Una transfusión se hacía imperiosa y para ello se requería de un donante
con el grupo sanguíneo correspondiente.
Un rápido análisis arrojó que ninguno de los dos norteamericanos era del
mismo grupo sanguíneo que la nena, pero varios de los huérfanos sí.
El médico apenas balbuceaba unas palabras en vietnamita y la enfermera
hablaba un poco de francés elemental. Con esa combinación y un
improvisado lenguaje de señas, trataron de explicar a aquellos niños
asustados que si no suplían parte de la sangre perdida por la niña, ésta
moriría sin remedio. Preguntaron entonces si alguien estaba dispuesto a
donar sangre para ayudarla.
Su petición fue respondida con miradas atónitas y un silencio absoluto.
Luego de unos minutos, que parecían eternizarse, se alzó titubeante una
pequeña mano, que enseguida se plegó para finalmente levantarse otra vez.
—Muchas gracias —dijo la enfermera en francés— ¿cómo te llamas?
—Heng —le respondió el niño.
Rápidamente acostaron a Heng sobre un catre, le limpiaron el brazo con
alcohol y le introdujeron una aguja en la vena. El niño permaneció
quieto y en silencio a través de la prueba.
Al cabo de un momento soltó un profundo sollozo y se tapó rápidamente la
cara con la mano que tenía libre.
—¿Te duele, Heng? —preguntó el médico.
El niño movió la cabeza respondiendo que no, pero luego de unos minutos
soltó otro sollozo y una vez más quiso disimular su llanto. El médico
volvió a preguntarle si la aguja dolía y una vez más Heng respondió
negativamente, haciendo señas con la cabeza.
Sin embargo sus gemidos esporádicos derivaron en un llanto continuo y
silencioso. Mantenía los ojos herméticamente cerrados y el puño en la
boca para acallar sus sollozos.
El médico y la enfermera comenzaron a preocuparse. Evidentemente algo le
pasaba. En ese momento llegó una enfermera vietnamita para asistir al
equipo médico. Al ver la angustia del pequeño le habló de forma
presurosa en vietnamita. Escuchó su respuesta y volvió a platicarle,
esta vez en tono tranquilizador.
Al cabo de unos momentos el paciente dejó de llorar y miró a la
enfermera vietnamita con gesto dudoso. Al asentir ella con la cabeza, la
expresión del rostro del pequeño cambió por una de gran alivio.
Levantando la mirada, la enfermera dijo en voz baja a los norteamericanos:
—Creía que se estaba muriendo. Les entendió mal. Pensó que le habían
pedido que diera toda su sangre para salvarle la vida a la niña.
—¿Pero por qué habría de acceder a eso? —preguntó la enfermera
norteamericana.
La vietnamita repitió la pregunta al niño, quien respondió sobriamente:
—Es mi amiga.
miércoles, 10 de junio de 2015
CONVERTIR NUESTROS PENSAMIENTOS EN
ORACIONES
María Fontaine
Busquen al Señor y Su fuerza, búsquenlo continuamente. 1
Crónicas 16:11
Oren sin cesar. 1 Tesalonicenses 5:17
Oren en el Espíritu en todo momento y en toda ocasión.
Manténganse alerta y sean persistentes en sus oraciones por todos los creyentes
en todas partes. Efesios 6:18
A diario nos llegan miles de pensamientos y podemos convertirlos
en oraciones. Es un hábito que hay que adquirir; pero puede ser muy eficaz para
enseñarnos de verdad a orar «sin cesar». No hace falta idearse cosas por las
que orar a lo largo de todo el día, sino simplemente convertir los pensamientos
en oraciones.
Si por ejemplo se despiertan por la mañana y piensan: « ¡Qué
cansado estoy! No sé cómo voy a poder levantarme», de inmediato pueden
convertir ese pensamiento en una oración: «Señor, Tú sabes lo cansado que estoy
y cuánto necesito que me des Tus fuerzas». Y cuando piensen: « ¿Cómo estarán
los niños?», pueden convertir ese pensamiento en una oración: «Señor, bendice y
guarda a los niños en lo que estén haciendo. Protégelos y enséñales lo que
tienen que aprender, y haz que tengan mucho amor, bondad y sabiduría».
Hasta cuando se les ocurra un pensamiento negativo sobre
alguien, pueden transformar una crítica o queja en alabanza y oración positiva.
En vez de pensar mal de la persona, transformen esos pensamientos en oraciones
por ella, y pídanle a Dios que los ayude a ser más amorosos y perdonadores.
Podemos transformar hasta los pensamientos positivos, como: «Qué día tan
bonito», en alabanzas a Dios, dándole a Él la gloria.
martes, 9 de junio de 2015
Verdades espirituales
VERDADES ESPIRITUALES
No surge nada verdaderamente valioso de la ambición o del simple sentido del deber; nace más bien del amor y la devoción a la humanidad.—Albert Einstein
Mahatma Gandhi catalogó así los siete pecados del mundo: riqueza sin trabajo, placer antepuesto a la conciencia, conocimiento sin nobleza de carácter, comercio sin moralidad, ciencia sin humanidad, culto sin sacrificio y política sin principios.
Es preciso entender las verdades espirituales y aplicarlas a nuestra vida moderna. Debemos sacar fuerzas de aquellas virtudes casi olvidadas como la sencillez, la humildad, la contemplación y la oración. Ello exige una consagración que va más allá de la ciencia y de uno mismo, pero cuya remuneración es grande y además nuestra única esperanza.—Charles Lindbergh
La felicidad no consiste tanto en tener como en compartir. Con lo que obtenemos, nos ganamos la vida; con lo que damos, la forjamos.—Norman MacEwan
No valores tu patrimonio según los bienes que posees, sino según aquellos haberes que no darías a cambio de dinero.—Anónimo
Un individuo no ha comenzado a vivir de verdad mientras no haya traspasado los estrechos confines de sus aspiraciones particulares para adentrarse en el vasto universo de los anhelos de toda la humanidad.—Martin Luther King, Jr.
La vida temporal carece de sentido si no lo encuentra en la eternidad.—Nikolái Berdiáyev
No surge nada verdaderamente valioso de la ambición o del simple sentido del deber; nace más bien del amor y la devoción a la humanidad.—Albert Einstein
Mahatma Gandhi catalogó así los siete pecados del mundo: riqueza sin trabajo, placer antepuesto a la conciencia, conocimiento sin nobleza de carácter, comercio sin moralidad, ciencia sin humanidad, culto sin sacrificio y política sin principios.
Es preciso entender las verdades espirituales y aplicarlas a nuestra vida moderna. Debemos sacar fuerzas de aquellas virtudes casi olvidadas como la sencillez, la humildad, la contemplación y la oración. Ello exige una consagración que va más allá de la ciencia y de uno mismo, pero cuya remuneración es grande y además nuestra única esperanza.—Charles Lindbergh
La felicidad no consiste tanto en tener como en compartir. Con lo que obtenemos, nos ganamos la vida; con lo que damos, la forjamos.—Norman MacEwan
No valores tu patrimonio según los bienes que posees, sino según aquellos haberes que no darías a cambio de dinero.—Anónimo
Un individuo no ha comenzado a vivir de verdad mientras no haya traspasado los estrechos confines de sus aspiraciones particulares para adentrarse en el vasto universo de los anhelos de toda la humanidad.—Martin Luther King, Jr.
La vida temporal carece de sentido si no lo encuentra en la eternidad.—Nikolái Berdiáyev
lunes, 8 de junio de 2015
"¡Al alma hambrienta colmó de bienes, pero a los ricos envió vacíos!" (Luc.1:53)
¡Jesús buscaba y amaba a las ovejitas perdidas, a las sedientas, a los pecadores que sabían que necesitaban ayuda y agradecidos la recibían; no a los santurrones que "no tenían necesidad de médico"! (Mat.9:12) ¡Poca esperanza hay para los que están satisfechos con la vida que llevan!
No hay en el mundo persona más difícil de convertir al Señor que el hombre íntegro, que se cree suficientemente bueno y sin necesidad de Dios. ¡A veces la gente más culpable del mundo es la que está más profundamente engañada, y que se siente segurísima de su inocencia! Se alegran de "no ser como el pecador", ¡cuando la verdad es que son peores! (Luc.18:11)
¡Pero hay otros que sí están ansiosos de conocer las Buenas Nuevas, que quieren oír y tienen corazones sedientos, y cuando les ofreces la verdad, la reciben, la creen, la aceptan y siguen a Jesús! Si están dispuestos a admitir y confesar que necesitan ayuda, ¡Dios tendrá ocasión de hacer los milagros que necesiten! A todos los desdichados, los que buscan, los sedientos y deseosos de lo espiritual, Él ha hecho esta promesa: "¡Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados!" (Mat.5:6)
viernes, 5 de junio de 2015
Pasar tiempo a solas
María Fontaine
A veces todos necesitamos estar a solas para reflexionar, orar o
para pasar un ratito en silencio. Hace falta pasar un rato a solas para oír lo
que nos quiere decir el Señor, o para hablarle. Todos necesitamos pasar un
tiempito a solas, en privado, para reflexionar, orar y meditar. No se puede
hacer nada de eso en medio del ajetreo.
Por muy ocupados que estemos, estoy segura de que si necesitan
un ratito a solas —y todos lo necesitamos—, el Señor lo proveerá. Pidan al
Señor que lo provea de una u otra forma.
Vengan a Mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo
les daré descanso. Carguen con Mi yugo y aprendan de Mí, pues Yo soy apacible y
humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque Mi yugo es
suave y Mi carga es liviana. Mateo 11:28-30
Yo te instruiré, Yo te mostraré el camino que debes seguir; Yo
te daré consejos y velaré por ti. Salmo 32:8
jueves, 4 de junio de 2015
Tu victoria está asegurada
Cada vez que
enfrentamos una adversidad es como si tuviéramos que pelear contra un gigante
que podría llamarse: enfermedad, muerte, separación, deudas, falta de trabajo,
adicción, soledad, baja autoestima, etc. Sin importar el nombre que éste tenga,
causa en la mayoría de nosotros temor, ansiedad, depresión hasta incluso
vergüenza porque sólo nos enfocamos en él, pero no podemos seguir viviendo de
esa manera, es momento de mirar al cielo y pedirle a Dios que nos ayude, que
nos dé el dominio propio y la fortaleza para vencer la prueba, tal como lo hizo
Jesús cuando estuvo en el huerto de Getsemaní y dijo las siguientes palabras:
“Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la
tuya”. Lucas 22:41 (NTV)
Otro ejemplo que
tenemos en la Biblia es David, quien sólo siendo un pastor, de estatura mediana
y contextura delgada, mató al gigantesco Goliat con cinco piedras y una honda.
No fue su destreza la que le permitió obtener la victoria, sino haber puesto su
confianza en Dios. Esa es la actitud que debemos tener cada vez que enfrentamos
a un gigante, pues la batalla no la ganaremos con nuestras propias fuerzas sino
con el poder de Dios.
David le respondió al
filisteo: —Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo
contra ti en nombre del Señor de los Ejércitos Celestiales, el Dios
de los ejércitos de Israel, a quien tú has desafiado. 1 Samuel 17:45 (NTV)
Ya no sigas
cuestionando a Dios, más bien sigue confiando en Él porque no perdió el control
de la situación sino que una vez más te mostrará su protección y respaldo.
Dentro de poco tiempo entenderás que todo esto era necesario para que
aprendieras a depender más de Él, a reconocer que lo necesitas en todo momento
y que sólo Él tiene el poder para hacer que todas las cosas cooperen para tu
bien, según sus propósitos.
Deja de enfocarte en
la apariencia de tu problema, enfócate en la grandeza de Dios y recuerda que
eres más que vencedor por medio de Aquel que te amó.
miércoles, 3 de junio de 2015
Alcanzando la victoria
¡Sigue alabando al Señor! ¡Así es como se alcanza la victoria!
Hasta los más grandes hombres de fe, como el rey David, a veces se desanimaban. David era un gran salmista, un gran cantor, y por lo general cantaba bellas alabanzas al Señor. Pero en una oportunidad, antes de ser rey, estaba seguro de que Saúl iba a matarlo, por lo que llegó a decir: "¡Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl!" (1Sam.27:1) ¡Gracias a Dios que David jamás escribió ningún salmo diciendo eso! ¿Cómo iba uno a cantar tal cosa? ¿Acaso murió David por la mano de Saúl? ¡En absoluto! De modo que en ese caso fue el Diablo quien habló, tratando de desalentarlo. ¡Si dejas que el Diablo te desanime y le prestas tu boca y te pones a hablar de dudas, de desaliento y de sus mentiras, estarás predicando la doctrina del Diablo! No lo hagas, pues eso es dejar entrar al Enemigo. ¡Asume una postura positiva frente a los ataques del Enemigo y combátelo, combate sus dudas! ¡En cuanto te sientas desalentado empieza a alabar al Señor, lánzate al ataque! ¡Mientras tengas una alabanza en la boca no podrás quejarte ni murmurar!
El Enemigo detesta la alabanza. ¡Detesta las canciones que alaban al Señor y por encima de todo detesta la Palabra de Dios! ¡Así que manténte lleno de ella! ¿Amén?
martes, 2 de junio de 2015
Gracias por embellecer mi existencia
GRACIAS POR EMBELLECER MI EXISTENCIA
Oración
Jesús de mi alma, no siempre entiendo todo lo que me pasa. A veces la vida me parece una imagen confusa, borrosa y sin sentido. No veo en ella esquema ni cadencia, sino apenas una creación complicada e imposible de definir. Eres Tú quien le pone color; sin duda será mi cortedad de miras lo que me la hace nebulosa.
No entiendo tantos cambios como has traído a mi vida, y los dolores y quebrantos que he experimentado. Lo que sé es que lo entenderé si procuro ver la perspectiva general. Así comprenderé que mi vida es una obra maestra por ser Tú el pintor. Eres Tú quien da con sumo cuidado cada pincelada en el lienzo de mi existir.
Cada rasgo de mi vida lo has trazado Tú, y has pensado con lujo de detalles el resultado final. ¿Cómo voy a dudar que al final el cuadro quedará perfecto? En tanto que acepte cada pincelada que des a mi vida, que escuche cada uno de Tus susurros y te permita que hagas Tu voluntad, tengo la certeza de que la obra maestra de mi vida quedará más bella con cada toque de Tu pincel. Gracias por embellecer mi existencia.
Oración
Jesús de mi alma, no siempre entiendo todo lo que me pasa. A veces la vida me parece una imagen confusa, borrosa y sin sentido. No veo en ella esquema ni cadencia, sino apenas una creación complicada e imposible de definir. Eres Tú quien le pone color; sin duda será mi cortedad de miras lo que me la hace nebulosa.
No entiendo tantos cambios como has traído a mi vida, y los dolores y quebrantos que he experimentado. Lo que sé es que lo entenderé si procuro ver la perspectiva general. Así comprenderé que mi vida es una obra maestra por ser Tú el pintor. Eres Tú quien da con sumo cuidado cada pincelada en el lienzo de mi existir.
Cada rasgo de mi vida lo has trazado Tú, y has pensado con lujo de detalles el resultado final. ¿Cómo voy a dudar que al final el cuadro quedará perfecto? En tanto que acepte cada pincelada que des a mi vida, que escuche cada uno de Tus susurros y te permita que hagas Tu voluntad, tengo la certeza de que la obra maestra de mi vida quedará más bella con cada toque de Tu pincel. Gracias por embellecer mi existencia.
lunes, 1 de junio de 2015
Los Chismes
FUEGOS DESCONTROLADOS
Marie Story
En más de una ocasión la Biblia habla de
los chismes y los compara con incendios. Santiago 3:5 dice: «La lengua es un
miembro pequeño pero se jacta de grandes cosas. He aquí, cuán grande bosque
enciende un pequeño fuego.»
Chismorrear es un hábito sutil. Los
chismes nos hacen sentir superiores porque desprecian a los demás. También nos
satisfacen porque dan la impresión de que sabemos más que otros. No parece gran
cosa y es fácil caer en ello. Me imagino que casi todos podemos recordar alguna
ocasión en la que hablamos mal de otros, aunque no fuera nuestra intención.
¿Qué tiene de malo? No es para tanto.
Para empezar, los chismes pueden
destruir amistades. Proverbios 16:28 dice: «El hombre perverso levanta
contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos.» Cuando hablamos
negativamente de otros, solemos hacerlo con desprecio, perdemos el respeto por
la persona. Y cuando sabes que se corren rumores sobre ti, puede dañar
seriamente tus relaciones con los demás.
Los chismes también destruyen la
confianza. ¿Alguna vez
le confiaste algo a un amigo y luego te enteraste que era información pública?
De ser así, me imagino que esa fue la última vez que confiaste en ese amigo.
Recuerda que si alguien te habla de otros,
es probable que también hable sobre ti. Una vez me senté a charlar con
una amiga y la conversación se centró en asuntos ajenos. Escuché de una persona
tras otra, y esta amiga no paraba de revelar información personal de otros. De
pronto me puse a pensar qué diría de mí en sus conversaciones con otras
personas. De ahí en adelante tuve mucho cuidado con lo que le contaba.
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