viernes, 26 de junio de 2015

Alabar a Dios

CULTIVAR EL HÁBITO DE ALABAR A DIOS
Cuando alabamos a Dios incluso por las dificultades que padecemos descubrimos el gozo divino, el cual nos proporciona fuerzas para sobreponernos a la adversidad. La alabanza nos infunde alegría, y ésta nos comunica fuerzas. Al alabar al Señor nos olvidamos de nosotros mismos y de nuestros problemas y preocupaciones. El hecho de no pensar en nosotros, sino más bien en Él y en Su bondad, nos trae alegría. Embargados de ese gozo soltamos el lastre de nuestras aflicciones, preocupaciones, dudas o aprensiones.
Recógete en un rincón tranquilo. En realidad no tiene importancia dónde realices el ejercicio; lo importante es poder contar con 10 ó 15 minutos de paz y tranquilidad.
Haz un repaso mental de todas las cosas que te disgustaron hoy, de todos los problemas, tanto grandes como pequeños. Al recordar cada uno, dirige tus pensamientos hacia Jesús y dale las gracias por ayudarte a hacer frente a ese problema y superarlo, y por el hecho de que no fue nada peor.
Piensa en cosas y hechos concretos. Expresa tu gratitud por cada una de esas dificultades, una por una. Por ejemplo: «Gracias, Jesús, que ese malentendido se arregló para la hora de almuerzo y que ahora entiendo mejor las expectativas de mi jefe». O: «Te agradezco que la abuela no haya perdido el buen humor a pesar de su enfermedad y que tenga un médico competente. Gracias por cuidar de ella en estos momentos», y así sucesivamente.
No tardarás en sentirte mejor. Ya verás. Ahora tómate unos minutos para agradecerle todo lo bueno que te sucedió hoy. Repasa el día cronológicamente. Te asombrarás al ver cuántas cosas lindas ocurrieron.
Este es un ejercicio estupendo para realizar a diario, no solo cuando la jornada sea particularmente difícil. Cultiva el hábito de alabar a Dios por todo lo que te sucede: lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, lo alegre y lo triste. Así tendrás paz y contentamiento.  

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