MANOS HERMOSAS
Una vez se incendió la casa de cierta familia inglesa. Se vio que
todos estaban fuera menos la bebita. Entonces su madre la salvó. En los
años siguientes, mientras la niña crecía, la madre andaba por su casa
con las manos cubiertas. El mayor de los sirvientes jamás le había visto
las manos descubiertas. Hasta que un día su hija entró inesperadamente a
su habitación, donde la madre estaba sentada con las manos descubiertas.
Las tenía desgarradas, deformadas y llenas de cicatrices.
La primera reacción de su madre fue intentar cubrírselas mientras
su hija se acercaba, pero dijo: «Será mejor que te cuente lo que pasó.
Sucedió cuando se incendió la casa y tú estabas en tu cuna. Atravesé las
llamas para rescatarte. Te envolví con una manta, te lancé por la
ventana y alguien te agarró. Pero como ya no podía regresar por las
escaleras, me descolgué por la ventana. Me quemé las manos, resbalé y
quede enganchada en la reja. Al caer, me desgarré las manos. El doctor
hizo todo lo que pudo, pero, hija querida, estas manos se desgarraron
por ti. La hija, que para entonces era toda una mujer, se acercó a su
madre, tomó una de sus manos, luego la otra, y hundiendo su rostro en
esas manos, repetía una y otra vez: «Son manos hermosas; son manos
hermosas».
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