lunes, 29 de junio de 2015

El amor

ACERCA DEL AMOR


Un famoso catedrático se encontró frente a un grupo de jóvenes que
estaban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el
romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es
preferible acabar con la relación cuando el enamoramiento se apaga en
lugar de entrar en la hueca monotonía del matrimonio.
El profesor les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente:

Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las
escaleras para prepararle el desayuno y sufrió un infarto, cayó. Mi
padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la
camioneta. A toda velocidad la condujo hasta el hospital. Cuando llegó,
por desgracia, ya había fallecido.
Durante el sepelio, mi padre no habló; su mirada estaba perdida. Casi no
lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él.
En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. Mi
padre escuchaba con atención, de pronto pidió que lo lleváramos al
cementerio.
—Papá —respondimos—, son las 11 de la noche. No podemos ir al cementerio
ahora.
Con una mirada vidriosa dijo:
—No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de
perder a la que fue su esposa por 55 años.
Se produjo un momento de respetuoso silencio, no discutimos más. Fuimos
al cementerio, pedimos permiso al velador, con una linterna llegamos a
la lápida. Mi padre la acarició y lloró; nos dijo a sus hijos que
veíamos la escena conmovidos:
—Fueron 55 años… ¿saben?, nadie puede hablar del amor verdadero si no
tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así.
Hizo una pausa y se limpió la cara.
—Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis. Cambié de empleo,
—continuó— hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de
ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus
carreras, lloramos uno al lado del otro la pérdida de seres queridos,
rezamos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos
en el dolor, nos abrazamos en los momentos de alegría y de angustia, y
perdonamos nuestros errores… Hijos, ahora se ha ido y estoy contento,
¿saben por qué?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía
y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré
yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto, que no me
hubiera gustado que sufriera…
Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro
empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló:
—Todo está bien, podemos irnos a casa; ha sido un buen día.
Esa noche entendí lo que es el verdadero amor; dista mucho del
romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, ni con el
sexo, más bien es velar con esmero y constancia por la persona con la
cual uno se ha comprometido, independientemente de si sentimos emociones
fuertes por ella o no. Es sobrellevar las cargas el uno del otro, es
perdonar y pedir perdón, es sufrir con el que sufre, es sacrificarse sin
esperar nada a cambio, es buscar la felicidad del otro, es amar a pesar
de todo.

Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no
pudieron debatirle; ese tipo de amor era algo que no conocían.

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