Comienza bien el día: ¡escucha al Señor!
Él Señor habla con una voz apacible y delicada, aunque muy clara, firme y amorosa. Pero si haces mucho ruido, no la escucharás. Si quieres escuchar al Señor, tendrás que quedarte a solas y en silencio en algún lugar, de algún modo y en algún momento. Si escuchas al Señor, Él resolverá muchos de tus problemas antes siquiera de empezar el día. Pero si te sumerges en todos tus problemas, dificultades y tareas sin detenerte a orar y recibir instrucciones de tu celestial Comandante en Jefe, ¡serás como un soldado que intentará librar una guerra por su cuenta, sin prestar atención a su comando central!
Cuando de veras quieras oírle, Él te hablará. No tiene por qué ser a viva voz, ni de forma audible. Puede que sólo sea con esa voz apacible y delicada que resuena en tu interior. A veces Dios ni siquiera utiliza palabras; te produce determinada impresión. Si crees de verdad y quieres escuchar al Señor, si se lo pides, no quedarás defraudado. Lo que escuches con tu espíritu es la voz del Señor, y será un gran consuelo para ti. ¡Confía en que Dios responderá!
¡Cada día debe ser una nueva oportunidad de escuchar la voz del Señor! ¡Puedes oír a Dios diariamente!
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