viernes, 3 de octubre de 2014

Dominio propio

Reflexiones sobre el dominio propio

Rick Warren

Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.  2 Timoteo 1:7; NVI

Los que tienen dominio propio controlan su estado de ánimo. No permiten que su estado de ánimo los domine. La mayor parte de lo que se lleva a cabo en el mundo lo hacen personas que hacen lo correcto incluso cuando no tienen ganas de hacerlo: «Una persona sin control propio es como una ciudad con las murallas destruidas». (Proverbios 25:28)

Los que tienen dominio propio vigilan lo que dicen. Piensan antes de abrir la boca: “El que guarda su boca, preserva su vida; el que mucho abre sus labios, termina en ruina». (Proverbios 13:3)

Los que tienen dominio propio refrenan sus reacciones. ¿Cuánto se puede soportar sin perder la calma? «Las personas sensatas no pierden los estribos; se ganan el respeto pasando por alto las ofensas». (Proverbios 19:11)

Los que tienen dominio propio siguen un horario. Si no decides cómo vas a pasar tu tiempo, otras personas lo decidirán por ti: «Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos». (Efesios 5:15–16)

Los que tienen dominio propio administran su dinero. Aprenden a vivir con menos de lo que ganan e invierten el resto. Lo valioso de un presupuesto es que le dice a tu dinero a dónde quieres que vaya, ¡en vez de que te preguntes a dónde se fue el dinero! «En casa del sabio abundan las riquezas y el perfume, pero el necio todo lo despilfarra». (Proverbios 21:20)

Los que tienen dominio propio mantienen una buena salud. De esa manera logran más y disfrutan sus éxitos. «Que cada uno sepa dominar su propio cuerpo en forma santa y respetuosa». (1 Tesalonicenses 4:4)

¿En qué aspectos debemos ser capaces de dominarnos? Las disciplinas que se establezcan hoy determinarán el éxito de mañana.
Sin embargo, es necesario algo más que fuerza de voluntad para que haya un autocontrol duradero. Hace falta un poder mayor que el de nosotros mismos:
 

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