¡CON SUAVIDAD! ¡SIN PRISAS!
David B.
Casi nada puede disfrutarse con prisa. Ni una copa de vino, ni
un paseo, una conversación, un viaje, un paisaje, una comida, ¡ni un abrazo!
Dios rara vez tiene prisa. Le lleva tiempo crear un bebé, una flor, un árbol,
una puesta de sol, y hasta una brizna de hierba.
El mar está apacible y sereno, en calma
y sosegado, salvo cuando hay tormenta.
Es curioso, pero esas ideas me venían
cuando era chico, sentado en alguna colina. Me preguntaba el significado de las
cosas. Pensaba que todo era una ilustración de algo, que todo expresaba algo.
La velocidad mata. La prisa consume. La
paciencia requiere fe. Cuando tienes prisa, pasas cosas por alto, te pierdes
cosas, las olvidas, y te agotas enseguida. Actúas según tus impulsos, pero tal
vez debas pagar las consecuencias por el resto de tu vida. Ganas un minuto,
pero pierdes toda una vida. Es como ahorrar un centavo y derrochar una fortuna.
Si vas despacio, llegas antes. Por lo
menos llegas. Más vale tarde que nunca. ¡Más vale andar sobre seguro que
arrepentirse luego! ¡La liebre no llegó a destino, pero la tortuga sí! Antes de
avanzar, mira lo que haces, ¡y tal vez no debas avanzar!
El que espera al Señor tendrá nuevas
fuerzas, y no se agotará. «Tú guardarás en completa paz a aquél cuyo
pensamiento en Ti persevera; porque en Ti ha confiado». «Los que creen han
entrado en el reposo». «A Su amado le dará Dios el descanso».
¡Descansa en el Señor! Para tener
paciencia hay que tener fe. Y la tribulación produce paciencia, porque te
obliga a confiar en el Señor, a tener fe en que Dios lo arreglará todo.
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