El sabio aprende de sus
propios errores, pero es más sabio quien escarmienta en cabeza ajena.
Puedes aprender no solo de los errores de otros, sino también de su
ejemplo y sus enseñanzas. Toma ejemplo de Mi siervo Martín Lutero, que
cuando tenía mucho que hacer dedicaba el doble de tiempo a orar, a
estar a solas en comunión conmigo.
No temas, tú que estás
agobiado y sobrecargado. No temas, más bien acude a Mí. Veo que tienes
necesidad de descanso. Acude a Mí. Tráeme todas tus cargas y Yo te daré
descanso. El secreto para entrar en Mi descanso está en echar tu
ansiedad completamente sobre Mí. Yo te daré reposo. Yo doy a Mis amados
reposo y dulces sueños. Al descansar en Mí, tu sueño será grato.
Eres Mi hijo amado en
quien tengo complacencia. No permitiré que se añada a tus cargas o
tareas una medida más que no seas capaz de soportar. Yo soy quien da la
fortaleza y Yo te fortaleceré para las tareas que tienes entre manos y
para las futuras. Sin embargo, para que Yo pueda fortalecerte, lo que
tienes que hacer es acudir a Mí y deponer tu carga. Echa tu ansiedad
sobre Mí, que Yo tendré cuidado de ti.
No te inquietes por el día
de mañana, que, como he prometido, el mañana se encargará de sí mismo
si echas sobre Mí tu carga, si nunca dejas de echarla. Ni siquiera
pienses en lo que habrá de pasar en una hora, ni tampoco en lo que
habrá de pasar de aquí a un minuto. Apóyate en tu fe para este momento,
y Yo te sostendré como prometí.
¿Te preocupa y te agobia
tanta presión? Ha llegado el momento de que acudas a Mí en las alas de
la oración, en las alas de Mi Espíritu, y Yo te sostendré. La montaña
que ves en el horizonte se te hace inmensa. Es gigantesca, demasiado
alta para que la escales. La senda es angosta, escarpada y sinuosa; muy
sinuosa. Es sumamente empinada en su serpentear mientras asciende en
una y otra dirección. Es un sendero estrecho y difícil de subir. Muchas
de las personas con las que te cruzas en el ascenso no son agradables,
y sortear los obstáculos que surgen a tu paso pone a prueba tu pericia.
El ascenso es sumamente difícil... para
ti, pero para
Mí no es tan difícil.
No te preocupes de cómo
subirás, ya que no es Mi plan que lo hagas solo. Las cargas y
obstáculos que ves ante ti no están pensados para tus estrechos
hombros. Son para que los porte Yo mientras te levanto y llevo tus
pesos. Yo lo he dispuesto así por amor y compasión, para que te
acerques a Mí en el camino eterno; para que te apoyes en Mí con todo tu
peso. Siempre que sigas echando toda tu ansiedad sobre Mí, Yo te sacaré
adelante.
Soy el buen pastor, y
conduzco a Mis ovejas. Te guío por sendas de justicia. Te llevo por la
senda de Mi voluntad, y adondequiera que te llevo, allí también te doy
fuerzas. Cuando no puedas seguir, cuando tus fuerzas sean pocas, cuando
te sientas agobiado y presionado por el camino riguroso que tienes ante
ti, será cuando Yo te lleve. Como buen pastor que soy, voy delante; te
he preparado el camino.
Ese es el secreto. Esa es
la solución para realizar las tareas que se te han encomendado. Ese es
el remedio. Sabes en tu corazón y en tu conciencia que no he faltado a
ninguna de Mis buenas promesas, y que tampoco faltaré en esta.
No te fijes en las olas;
¡alza la vista! Contempla Mi rostro. Échate en Mis brazos eternos.
Deposita tus cargas, pesos y problemas en el altar, déjalos ahí que Yo
te sustentaré. No los vuelvas a recoger para llevártelos contigo;
déjalos más bien a Mi cuidado, que Yo me encargaré de ellos.
Al remontarte hasta Mí en
las alas de la oración, al retirarte a descansar y reabastecerte, día a
día, paso a paso, momento a momento te daré las soluciones que te
guiarán al abrirte paso o rodear las montañas que tienes por delante.
Para ello es preciso que descanses, que sigas descansando y que te
apoyes por entero en Mí. No empieces la casa por el tejado.
¡No mires las olas, mira
hacia arriba! ¡Pon los ojos en Mí! La alabanza es la voz de la fe.
Alábame por la solución aun antes de que te la dé, y luego no ceses de
alabarme. No tardarás en descubrir la solución. Está en camino. Ya
viene; solo tienes que seguir confiando. ¡No desfallezcas! ¡Persevera!
No puedes extenderte más
allá de tus posibilidades. Lo que esté fuera de tus posibilidades
tienes que dejármelo a Mí. Por eso permito que, de cuando en cuando
sean colocadas sobre tus hombros cargas tan pesadas, para que te apoyes
plenamente en Mí. Pero nunca permito que tus cargas sean mayores de lo
que eres capaz de sobrellevar. Al echar tu carga sobre Mí aprenderás a
valerte de toda Mi fortaleza, y deleitarte en Mi gran poder para vencer
contra todo. Mi poder se perfeccionará en ti a medida que plasma las
victorias, los triunfos y la sanidad que con tanta urgencia necesitas.
Sé un hombre prudente que
aprende del ejemplo de otros. Toma ejemplo de Mi siervo Martín Lutero,
el cual, cuando se hallaba ante una labor demasiado grande y difícil,
se retiraba y pasaba el doble de tiempo orando y en dulce comunión
conmigo. ¿Te preguntas cómo vas a poder atender a tus muchos asuntos
pendientes? Haz como Lutero. Cuando se retiraba a su aposento a orar,
entraba vacío. Vaciaba todos sus bolsillos. Me abría su corazón,
descargaba todos sus fardos sobre Mi altar y allí los dejaba. Ese es el
secreto del sosiego: echar toda tu ansiedad sobre Mí, sabiendo que
tengo cuidado de ti, ¡que siempre he resuelto cada problema, cada
detalle, y siempre lo haré!
No se turbe tu corazón por
estas situaciones aparentemente imposibles que enfrentas, pues soy capaz
de dar las soluciones, responder a la oración y hacer milagros. Obraré
en cada una de esas situaciones sin excepción; tú despreocúpate y mira
cómo lucho en tu lugar.
No se turbe tu corazón.
Échate a descansar en Mis tiernos brazos, y sabe que te miro con rostro
radiante. Te sostengo, te llevo y te dotaré de la capacidad suficiente
para realizar tu tarea. Eres obra de Mis manos. Ten la certeza de que
nunca te dejaré ni te desampararé.
*
Tenemos este tesoro en
vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y
no de nosotros. Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos;
perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no
abandonados; derribados, pero no destruidos. 2 Corintios 4:7–9[1]
Por tanto, no nos
desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por
dentro nos vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros
y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale
muchísimo más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo
visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras
que lo que no se ve es eterno. 2
Corintios 4:16–18[2]
Sé en quién he creído, y
estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le
he confiado. Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos
imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, a
Él sea la gloria. 2
Timoteo 1:12; Efesios 3:20–21[3]