martes, 25 de noviembre de 2014

Cuando la carga se hace pesada

El sabio aprende de sus propios errores, pero es más sabio quien escarmienta en cabeza ajena. Puedes aprender no solo de los errores de otros, sino también de su ejemplo y sus enseñanzas. Toma ejemplo de Mi siervo Martín Lutero, que cuando tenía mucho que hacer dedicaba el doble de tiempo a orar, a estar a solas en comunión conmigo.
No temas, tú que estás agobiado y sobrecargado. No temas, más bien acude a Mí. Veo que tienes necesidad de descanso. Acude a Mí. Tráeme todas tus cargas y Yo te daré descanso. El secreto para entrar en Mi descanso está en echar tu ansiedad completamente sobre Mí. Yo te daré reposo. Yo doy a Mis amados reposo y dulces sueños. Al descansar en Mí, tu sueño será grato.
Eres Mi hijo amado en quien tengo complacencia. No permitiré que se añada a tus cargas o tareas una medida más que no seas capaz de soportar. Yo soy quien da la fortaleza y Yo te fortaleceré para las tareas que tienes entre manos y para las futuras. Sin embargo, para que Yo pueda fortalecerte, lo que tienes que hacer es acudir a Mí y deponer tu carga. Echa tu ansiedad sobre Mí, que Yo tendré cuidado de ti.
No te inquietes por el día de mañana, que, como he prometido, el mañana se encargará de sí mismo si echas sobre Mí tu carga, si nunca dejas de echarla. Ni siquiera pienses en lo que habrá de pasar en una hora, ni tampoco en lo que habrá de pasar de aquí a un minuto. Apóyate en tu fe para este momento, y Yo te sostendré como prometí.
¿Te preocupa y te agobia tanta presión? Ha llegado el momento de que acudas a Mí en las alas de la oración, en las alas de Mi Espíritu, y Yo te sostendré. La montaña que ves en el horizonte se te hace inmensa. Es gigantesca, demasiado alta para que la escales. La senda es angosta, escarpada y sinuosa; muy sinuosa. Es sumamente empinada en su serpentear mientras asciende en una y otra dirección. Es un sendero estrecho y difícil de subir. Muchas de las personas con las que te cruzas en el ascenso no son agradables, y sortear los obstáculos que surgen a tu paso pone a prueba tu pericia. El ascenso es sumamente difícil... para ti, pero para Mí no es tan difícil.
No te preocupes de cómo subirás, ya que no es Mi plan que lo hagas solo. Las cargas y obstáculos que ves ante ti no están pensados para tus estrechos hombros. Son para que los porte Yo mientras te levanto y llevo tus pesos. Yo lo he dispuesto así por amor y compasión, para que te acerques a Mí en el camino eterno; para que te apoyes en Mí con todo tu peso. Siempre que sigas echando toda tu ansiedad sobre Mí, Yo te sacaré adelante.
Soy el buen pastor, y conduzco a Mis ovejas. Te guío por sendas de justicia. Te llevo por la senda de Mi voluntad, y adondequiera que te llevo, allí también te doy fuerzas. Cuando no puedas seguir, cuando tus fuerzas sean pocas, cuando te sientas agobiado y presionado por el camino riguroso que tienes ante ti, será cuando Yo te lleve. Como buen pastor que soy, voy delante; te he preparado el camino.
Ese es el secreto. Esa es la solución para realizar las tareas que se te han encomendado. Ese es el remedio. Sabes en tu corazón y en tu conciencia que no he faltado a ninguna de Mis buenas promesas, y que tampoco faltaré en esta.
No te fijes en las olas; ¡alza la vista! Contempla Mi rostro. Échate en Mis brazos eternos. Deposita tus cargas, pesos y problemas en el altar, déjalos ahí que Yo te sustentaré. No los vuelvas a recoger para llevártelos contigo; déjalos más bien a Mi cuidado, que Yo me encargaré de ellos.
Al remontarte hasta Mí en las alas de la oración, al retirarte a descansar y reabastecerte, día a día, paso a paso, momento a momento te daré las soluciones que te guiarán al abrirte paso o rodear las montañas que tienes por delante. Para ello es preciso que descanses, que sigas descansando y que te apoyes por entero en Mí. No empieces la casa por el tejado.
¡No mires las olas, mira hacia arriba! ¡Pon los ojos en Mí! La alabanza es la voz de la fe. Alábame por la solución aun antes de que te la dé, y luego no ceses de alabarme. No tardarás en descubrir la solución. Está en camino. Ya viene; solo tienes que seguir confiando. ¡No desfallezcas! ¡Persevera!
No puedes extenderte más allá de tus posibilidades. Lo que esté fuera de tus posibilidades tienes que dejármelo a Mí. Por eso permito que, de cuando en cuando sean colocadas sobre tus hombros cargas tan pesadas, para que te apoyes plenamente en Mí. Pero nunca permito que tus cargas sean mayores de lo que eres capaz de sobrellevar. Al echar tu carga sobre Mí aprenderás a valerte de toda Mi fortaleza, y deleitarte en Mi gran poder para vencer contra todo. Mi poder se perfeccionará en ti a medida que plasma las victorias, los triunfos y la sanidad que con tanta urgencia necesitas.
Sé un hombre prudente que aprende del ejemplo de otros. Toma ejemplo de Mi siervo Martín Lutero, el cual, cuando se hallaba ante una labor demasiado grande y difícil, se retiraba y pasaba el doble de tiempo orando y en dulce comunión conmigo. ¿Te preguntas cómo vas a poder atender a tus muchos asuntos pendientes? Haz como Lutero. Cuando se retiraba a su aposento a orar, entraba vacío. Vaciaba todos sus bolsillos. Me abría su corazón, descargaba todos sus fardos sobre Mi altar y allí los dejaba. Ese es el secreto del sosiego: echar toda tu ansiedad sobre Mí, sabiendo que tengo cuidado de ti, ¡que siempre he resuelto cada problema, cada detalle, y siempre lo haré!
No se turbe tu corazón por estas situaciones aparentemente imposibles que enfrentas, pues soy capaz de dar las soluciones, responder a la oración y hacer milagros. Obraré en cada una de esas situaciones sin excepción; tú despreocúpate y mira cómo lucho en tu lugar.
No se turbe tu corazón. Échate a descansar en Mis tiernos brazos, y sabe que te miro con rostro radiante. Te sostengo, te llevo y te dotaré de la capacidad suficiente para realizar tu tarea. Eres obra de Mis manos. Ten la certeza de que nunca te dejaré ni te desampararé.
*
Tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros.  Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados;  perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos.   2 Corintios 4:7–9[1]
Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.  Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.  2 Corintios 4:16–18[2]
Sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado. Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, a Él sea la gloria.  2 Timoteo 1:12; Efesios 3:20–21[3]

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