«Dice el necio en su corazón: «No hay
Dios»
Nada más observando la naturaleza se
hace patente la existencia de un Creador. Es lógico, razonable y evidente que
Dios existe. Solo un necio puede creer de veras que todo surgió por casualidad.
Basta con observar los árboles y los pájaros para convencerse de que no son
obra del azar: alguien lo ideó todo hasta el último detalle. La totalidad de la
creación de Dios da testimonio constante de la existencia de un artífice
divino. «Lo invisible de Él […] se hace claramente visible desde la creación
del mundo y se puede discernir por medio de las cosas hechas»
(Romanos 1:20).
Aunque toda la naturaleza manifiesta la
acción de un Dios invisible, actualmente son muchos los que rechazan ese
testimonio porque prefieren ignorarlo. No quieren admitir que Dios existe. Les
gustaría prescindir de Él, pero para eso necesitan disponer de una explicación
de cómo se formó todo. De ahí la descabellada teoría de la evolución.
«Como ellos no quisieron tener en cuenta
a Dios, Dios los entregó a una mente depravada» (Romanos 1:28).
En cambio nosotros, los creyentes, nos
maravillamos contemplando la obra de Sus manos. Lo reconocemos en Su creación.
Lo entendemos mejor por medio de las cosas que hizo. Y por eso lo glorificamos
y le damos gracias.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario