Una frase célebre que
colgaba en la pared de la oficina de Albert Einstein decía: «No todo lo que
cuenta es cuantificable; y no todo lo cuantificable cuenta». Dicho de otro
modo, muchas de las cosas que haces en un día o en una semana no se pueden contar. Hablo de cosas como
el tiempo que se pasa en oración, la energía que se gasta en la enseñanza de
los niños, el tiempo que puedes dedicarle a la misión, cuando dejas de hacer
algo que querrías hacer para sacrificarte por otra persona. No son cosas que puedan
ser marcadas como terminadas
en tu lista de quehaceres, pero en realidad son momentos vitales que definen tu
día y tu vida.
Debemos estar seguros
de mantener muy claro en nuestras mentes que el amor es lo más importante. Si
no tenemos amor, todas las marcas de logros en nuestra lista de tareas, todos
nuestros hechos grandiosos, no servirán de nada.
¡La prioridad número
uno es y siempre debería ser la de amar! Si cuando te acuestas por la noche
puedes dormir sabiendo que has mostrado amor, entonces podrás descansar de
verdad, sabrás que has logrado algo verdaderamente grandioso.
Si hoy fuera su último
día y lo supieran, ¿cuánto tiempo dedicarían a algo que no significa nada en el
panorama de la eternidad? Valorarían mucho los minutos. Y elegirían invertirlos
en lo más importante. Las cosas del mundo no tendrían sentido, serían casi
ofensivas a su espíritu. Querrían amar a sus seres queridos y hacerles saber
cuánto significan para ustedes. Arreglarían toda desavenencia y se
reconciliarían de haber necesidad.
Si alguna vez se han visto cara a cara con la muerte, o han
acompañado a un ser querido en una enfermedad grave y visto cómo reacomodaba su
escala de prioridades, entenderán esto. Todo se hace muy claro en momentos así.
Lo único que importa es el amor.
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