DAME LA MANO
Te ofrezco fe en lugar de miedo; esperanza
en lugar de dudas; alegría en lugar de tristeza; paz en un mundo que se
desmorona. Te ofrezco un amor que nunca te defraudará. Brindo una paz y un amor
que no conocen fronteras, que no tienen limitaciones de raza, de religión ni de
país, y que no se pueden reprimir por la fuerza de las armas. Mi amor y Mi paz
son para el momento actual y para la eternidad.
Puedes dejar de lado tus temores, aun
cuando la destrucción se haga patente a tu alrededor. Si albergas Mi amor en tu
corazón, pase lo que pase velaré por ti. Por tétrica que sea la noche, Mi luz
resplandecerá.
Puedes hablarme como te resulte más
cómodo, en voz alta o en voz baja. O si lo prefieres, puedes hacerlo desde tu
pensamiento o tu corazón. ¿Te animas a probarme? Di simplemente: «Buen Dios del
Cielo, si de verdad existe la paz, quiero encontrarla. Soy débil, el cansancio
me agobia, y tengo miedo. ¡Ayúdame, te lo ruego! Líbrame del temor. Comunícame
Tu paz, esa que ningún hombre ni ninguna guerra me podrán arrebatar. Lléname de
Tu amor. Enséñame a hablar contigo y escucharte para que me puedas conducir a
través de las sombras».
Como ves, no tiene nada de complicado.
Basta con que acudas a Mí para que te dé una paz interior que nunca se disipará
y un amor que ahuyentará tus temores. Si me lo pides, te concederé la vida
eterna, una vida llena de amor y de paz, mejor que tus sueños más aventurados.
Te tendré reservado un lugar en Mi reino celestial, donde no habrá más guerra,
dolor ni sufrimiento, donde no llegan el mal ni las tinieblas. No tienes más
que pedírmelo.
Dame la mano. Te la tiendo en este
momento.
¿Aceptas Mi amor? Te quiero mucho y
anhelo regalarte Mi paz. Jesús
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