Navidad y consumismo
Rodericus
Rodericus
Cada año es la misma batalla,
en la que generalmente el consumismo se impone sobre el sentido religioso de la
Navidad. Si a ello le sumamos todos los demás compromisos que se dan en
diciembre, es casi inevitable que esta celebración del mundo cristiano sea cada
día menos litúrgica y cada vez más social.
La austera pobreza del
nacimiento de Jesús en Belén contrasta de modo esencial con esta fiebre por
adquirir. Mucho más que acercarse a los templos, las personas se aglomeran en
las tiendas; y, más que recogerse en oración, unos y otros se apresuran en
recorrer los distintos centros comerciales recargándose de cosas. En esta
disputa permanente entre la moderación y el gasto asociados a esta fecha, la
sobriedad lleva todas las de perder y el ímpetu por comprar, todas las de
ganar.
Una de las consecuencias de
este excesivo consumo es que el Dios del pesebre obviamente desaparece ante el
dios del obsequio. Tanto es así, que hasta los mismos cristianos nos
despistamos centrándonos poco en el nacimiento de Cristo y bastante más en las
urgencias de fin de año y en que las dádivas alcancen para todos. Sería
deseable, sin embargo, que alguna vez la Navidad fuera verdaderamente la fiesta
de Cristo Niño y no una epifanía de paquetes y distracciones.
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