jueves, 4 de diciembre de 2014

Decepciones

¿Quién no se ha sentido decepcionado alguna vez? Puede ser que un amigo o amiga te falló; a lo mejor esperabas en tu trabajo cierto reconocimiento que nunca llegó; quizás el amor que pensaste que era para toda la vida acabó precozmente en divorcio; a lo mejor tenías un porvenir soñado para tus hijos y ellos terminaron tomando otro rumbo.
La Biblia relata diversos casos de hijos que defraudaron a sus padres. Absalón, ambicioso del trono de su padre, llegó a reunir un ejército en franca rebelión contra él1.
Otro personaje bíblico que conoció desilusiones fue Moisés. Dios lo había elegido para liberar a los israelitas de la esclavitud que padecían en Egipto. Cuando consiguieron llegar al desierto de Sin y Moisés se hallaba en la montaña recibiendo los Diez Mandamientos, el pueblo se apartó de Dios y optó por rendir culto a un becerro de oro. Tal fue la decepción de Moisés y la ira que le produjo ese hecho que hizo pedazos las tablas de piedra en las que estaban inscritos los preceptos divinos. Tiempo después tuvo que retornar a la montaña para que Dios se los dictara nuevamente2.
Nos decepcionamos porque albergamos ciertas expectativas sobre algo o alguien y estas no se cumplen. Cuando eso pasa nos desanimamos, perdemos la confianza y hasta nos encerramos en nosotros mismos. Eso puede llegar a producirnos desdicha, resentimiento, amargura, rabia y a la larga el deterioro de nuestra salud. Si bien esas reacciones son normales, hay una mejor manera de hacer frente a las desilusiones. Es más, estas no tienen por qué dejarnos destrozados; al contrario, pueden enseñarnos mucho.
He aquí cuatro consejos para lidiar con las decepciones:
1. Reconocer que las personas no son perfectas ni iguales a ti; que no todos piensan, ni ven, ni encaran las situaciones como lo harías tú. Debes entender y aceptar que los demás no priorizan necesariamente lo mismo que tú.
2. Admitir que en la vida hay todo tipo de situaciones y que algunas te van a agradar y otras no. La vida no tiene que ser perfecta, plenamente feliz ni exitosa para que valga la pena.
3. Aprender a ser flexible ante una situación decepcionante. Una rama seca se parte cuando se le aplica un poco de presión. En cambio, la rama que está verde y llena de vida se dobla y no se rompe.
4. Procurar ver el lado positivo de cada situación y preguntarte: «¿Qué puedo aprender de esto? ¿Cómo le puedo sacar provecho?» Si buscas a Dios en cada circunstancia, puedes dar un giro positivo a un desenlace aparentemente desfavorable.

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