¿Por qué tengo que perdonar?
¿Por qué tengo que perdonar a quienes me
han herido? Eso sería absolverlos de toda culpa, ¿o no? ¿Por qué dejar que se
salgan con la suya?
Por muy difícil que te resulte perdonar,
tu situación no mejorará hasta que des ese paso trascendental.
Para empezar hay que entender que el
perdón no es algo que se practique entera o siquiera primordialmente para
beneficio del otro. Por tu propio bienestar emocional y espiritual debes
perdonar a la persona que te agravió; es condición imprescindible del proceso
de sanación. Hay tres razones para ello:
En primer lugar, te ayuda a neutralizar
el efecto tóxico que tiene una actitud rencorosa en la persona que la adopta.
La negativa a perdonar a quienes te han ofendido abona tu mente y tu espíritu
para que proliferen toda suerte de sentimientos malos y destructivos, tales
como el odio, el resentimiento, la ira y la sed de venganza. Con ese estado de
ánimo nunca llegarás a ser feliz. El antídoto es el perdón, un agente de cambio
que con el tiempo contrarresta el daño sufrido.
En segundo lugar, aunque esos
sentimientos te parezcan justificados a la luz de las circunstancias, si actúas
motivado por la hostilidad o incluso si te empeñas en revivir la injuria mentalmente,
te vuelves tan culpable como la persona que te hirió. Dos malas no hacen una
buena.
Por último, en el Padrenuestro Jesús nos
enseña a pedir perdón y ser clementes. «Perdónanos nuestras deudas, como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores. [...] Porque si perdonáis a
los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre
celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre
os perdonará vuestras ofensas».
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