jueves, 7 de mayo de 2015

Detalles de amor

Creo que una de las cosas que más me motiva a permanecer lo más cerca posible de Jesús son esos gestos personalizados de cariño que tiene conmigo.
Los tiene con cada uno de nosotros. A veces nos percatamos de ellos; otras, no. A veces los notamos, pero los atribuimos a otras causas. Me imagino que eso lo entristece. Sin embargo, nos ama demasiado como para darnos por perdidos. A lo largo de toda nuestra vida insiste en expresarnos Su amor y en repetirnos las dos palabras más maravillosas que hay: «¡Te amo!»
Durante mi adolescencia, etapa en que me tocó lidiar con un sinnúmero de emociones y conocer de cerca la soledad, me hizo falta sentir ese amor de la manera más palpable que fuese posible. Un día vi la flor más divina que te puedas imaginar, un precioso pensamiento en miniatura que crecía a la vera del camino. Como mucho sería del tamaño de una de mis uñas, y el tallito, del largo de mi dedo. Lo recogí, lo llevé cuidadosamente a mi casa y lo coloqué en un vaso descartable junto a mi cama. Pasó una semana entera, y la florcita seguía en el agua como nueva, radiante y hermosa. Yo estaba muy contenta.
Entonces ocurrió algo curiosísimo, un fenómeno que yo nunca había visto ni he vuelto a ver. De aquel diminuto tallo brotaron raíces, que al poco tiempo se extendieron y se hicieron más robustas. La planté en una maceta y la vi crecer hasta que echó muchas flores. Me asombró, y al mismo tiempo me inspiró confianza en que Mi Creador —que había hecho crecer aquel diminuto pensamiento— estaba conmigo, a mi lado, moldeándome por medio de los vaivenes de la vida y salpicando mi camino con flores de alegría.
Con el paso de los días, los meses, los años y, ¿por qué no?, también los decenios he aprendido a conocerlo mejor y a amarlo más gracias a los innumerables detalles y gestos de cariño que ha tenido conmigo. Muchos de esos detalles pueden parecer totalmente insignificantes comparados con las transformaciones y los milagros que hacen falta en el mundo entero. Para mí, no obstante, han sido determinantes. Él me ha demostrado que para Él soy importante y de esa manera me ha conquistado para siempre. «Nosotros lo amamos a Él, porque Él nos amó primero»1.
 

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