Jesús tuvo que venir para aprender de las experiencias de esta vida, ¡y en nuestro caso es igual!
"Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió obediencia." (Heb.5:8) ¿Por qué tuvo que aprender? ¿Acaso no era Dios? ¿Acaso no lo sabía todo?
¡Por encima de todo, Su Padre celestial quería enseñarle a amar a la humanidad, a amar a la gente; a amarlos tanto como para estar dispuesto a morir por ellos! ¡Eso fue lo que aprendió Jesús cuando estuvo aquí: a ver su sufrimiento, a compadecerse de ellos, a querer sanar a los enfermos y salvar sus almas! ¡Aprendió a amarnos tanto que estuvo dispuesto a morir por nosotros, para salvar no solamente nuestros cuerpos, sino también nuestros espíritus inmortales, nuestras almas!
¿Y para qué tuvo que aprender esas cosas? ¿Para olvidarlas y dejarlas atrás sin más, al marcharse de este mundo? ¡No! ¡Para llevarlas consigo, para conservar todos aquellos conocimientos, toda esa experiencia, y tener así mayor compasión y amor por nosotros y poder ayudarnos más, aquí y en el más allá! (Ver Heb.4:15,16)
Si hasta Jesús aprendió a obedecer al Padre mediante lo que sufrió aquí en la tierra, ¿cuánto más tendremos que aprender nosotros?
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