Los pequeños malos detalles cuando se hacen frecuentes se vuelven
muy peligrosos, pues por ser pequeños pasan inadvertidos por nuestro puesto de
control, ya que cruzan de a uno por uno, mas cuando se juntan se convierten en
un problema gigantesco.
Tal vez no le prestes atención a una hormiga que anda merodeando
por un poco de miel que regaste sobre la mesa, pero si no te deshaces de esa
hormiga y limpias las pequeñas gotas del dulce antes de irte, cuando regreses
ya no vas a encontrar una hormiga, sino un enorme ejército que ha hecho camino
desde la pared hasta tu mesa de comedor.
Y así también acontece con esos minúsculos y odiosos detalles de
nuestra parte cuando no se corrigen y se hacen repetitivos. Después de un
tiempo dichas pequeñeces se convierten en enormes e inaguantables conductas que
la gente no está dispuesta a soportar y que a nosotros nos cuesta superar, por
cuanto se nos han vuelto hábitos.
Ese es el caso del amigo que se la pasa pidiendo favores y le
gasta la paciencia a sus compañeros sin considerar que una cosa es la
amabilidad y otra la obligación. O el del marido que confunde la amorosa
atención de su esposa con el trabajo forzado de una esclava.
O el del hijo que no aprecia la confianza que depositan en él sus
padres y se imagina que el permiso para salir socialmente es un derecho que por
fin se le reconoce. O el de la mujer que no valora los esfuerzos de su esposo
para darle gusto y cree que a los hombres hay que exprimirlos para que saquen
el dinero escondido. O el del vecino que barre la basura hacia la casa del lado
y estaciona su auto tapándole la salida de la cochera a los otros y creyendo
que la tolerancia es una autorización para ser abusivo.
Todos estos ejemplos y muchos más contienen esos pequeños
detallitos que cuando se hacen constantes y se juntan provocan desastres. Sí,
una pequeñez, una sola, se puede pasar por alto, pero cuando esas pequeñeces se
repiten una y otra vez, y otra vez, terminan por minar la paciencia y provocan
que en algún momento el globo no soporte más la presión y explote.
Las zorras pequeñas son las que echan a perder las grandes viñas,
los lindos matrimonios, las viejas amistades, los buenos negocios y también la
vida espiritual del cristiano que de a poco va descuidando su vida devocional y
se consuela pensando que al fin y al cabo falló sólo un día, un día, uno sólo y
nada más. ¡Qué peligro! Sí, resulta muy, muy peligroso, no prestarle atención a
esas pequeñeces.
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