lunes, 18 de mayo de 2015

La fórmula secreta

La fórmula secreta

Se cuenta que Sundar Singh viajaba con un acompañante tibetano en un día
sumamente frío. Nevaba copiosamente y a los dos hombres les resultaba
muy difícil avanzar, por estar casi congelados. Sentían que no lograrían
sobrevivir a aquella terrible experiencia. Llegaron al borde de un
abrupto precipicio, y vieron allí a un hombre que había resbalado junto
al borde y yacía tendido, moribundo, sobre una saliente de roca que
había más abajo. Sundar dijo que deberían transportar al pobre hombre a
un lugar seguro. El tibetano se negó a colaborar, diciendo que lo único
que podrían hacer sería tratar de salvarse ellos mismos, y continuó la
marcha, dejando atrás a Sundar.
Luego de muchas dificultades el monje logró hacer subir al moribundo
hasta la ladera de la montaña. Lo cargó sobre sus hombros e inició la
durísima marcha con su pesada carga a cuestas. Poco después se topó con
el cadáver de su acompañante tibetano. Había muerto congelado.
Sundar siguió adelante, indesmayable, y poco a poco el hombre
agonizante, al entrar en calor por la fricción de su propio cuerpo con
el de su salvador, empezó a revivir. También el monje fue entrando en
calor a raíz de los esfuerzos que realizaba. Por fin llegaron a una
aldea y se pusieron a salvo. Con el corazón lleno de regocijo, Sundar
recordó entonces las palabras de Jesús:
«Todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su
vida por causa de Mí, éste la salvará». (Luc. 9:24)

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